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Alfonso Gómez Méndez: “Colombia tiene una sobreproducción de abogados”

El ex fiscal general señala, en el Festival de las Ideas, que el país sudamericano dedica demasiado tiempo a sancionar leyes que después no se implementan. “Gastamos mucho tiempo que luego no usamos en la ejecución”, dice

Alfonso Gómez Méndez en el Festival de las Ideas 2023 en Villa de Leyva
Alfonso Gómez Méndez en el Festival de las Ideas 2023 en Villa de Leyva (Colombia).Lina Alejandra Martínez (Prisa)
Lucas Reynoso

Alfonso Gómez Méndez (Chaparral, Tolima, 74 años) ha sido muchas cosas en su larga carrera como abogado y político. Liberal de izquierdas y de la vieja guardia, fue congresista, embajador, procurador y fiscal general. Ahora, una década después de ser ministro de Justicia de Juan Manuel Santos, escribe columnas en El Tiempo y dicta clases en la Universidad Externado. Dice que está “en la reserva activa”, a la espera de que su partido termine con lo que llama “la dictadura” de César Gaviria, presidente de Colombia entre 1990 y 1994 y uno de los rivales favoritos de Gustavo Petro.

El ex fiscal general, que también fue juez, se reconoce como “un hombre otoñal” —aunque acota que es más joven que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden—. Disfruta del reconocimiento como eminencia del Derecho que recibe de los demás asistentes del Festival de las Ideas, un foro que PRISA Media (sociedad editora de EL PAÍS) organiza en Villa de Leyva (Boyacá) con más de 200 líderes colombianos. Empresarios, políticos, ejecutivos de medios y representantes de la sociedad civil se acercan a él de manera constante para saludarlo como “maestro” o “doctor”. Él, por su parte, no tiene reparos en expresar sus ideas con vehemencia. Critica las “sentencias largas” de los jueces de ahora y se roba todas las risas de su auditorio.

Pregunta. Citó varias veces en su intervención a Darío Echandía, quien fue presidente de la República en los años cuarenta, magistrado de la Corte Suprema y maestro suyo. ¿Por qué es tan importante para usted?

Respuesta. Era un jurista, un pensador. Parafraseando a El médico a palos de Molière, Echandía era “un político a palos”, un filósofo al que lo llamaban a hacer política. Construyó algunas frases que hicieron carrera en Colombia, como cuando asesinaron a [Jorge Eliécer] Gaitán y lo llamaron a asumir el poder. “¿El poder para qué?”, se preguntó. No en el sentido de displicencia, sino de que el poder no se justifica por el poder en sí mismo, de que lo importante es lo que se vaya a hacer con él.

P. Usted mencionó que él una vez dijo que Colombia debía dejar de legislar por 70 años. ¿Qué significa eso?

R. Estamos sobrelegislados... la Constitución de 1991, por ejemplo, ya ha tenido más de 50 reformas. Queremos resolver todo con una ley y eso nos hace gastar mucho tiempo, que luego no usamos en la ejecución. Más del 50% de las sentencias de tutela no se cumplen. Muchas normas se dejan de lado, mientras que otras son contradictorias y dificultan la interpretación de los jueces, como las que aumentan las penas de prisión y las que luego las rebajan.

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P. Se suele decir que Colombia es un país de abogados. ¿Por qué genera tanta obsesión esta profesión?

R. Algunos dicen que eso se lo debemos a los españoles... ya en la colonia se decía que Quito era un convento, Caracas un cuartel y Bogotá una universidad [de abogados]. Pero no estoy seguro a qué se debe. Creo que hay una sobreproducción de abogados y que, en realidad, necesitamos más investigadores, expertos en sistemas, agrónomos y trabajadores sociales.

P. El presidente de la Corte, Fernando Castillo, señaló en el festival que los colombianos se apoyan mucho en la justicia y que, en realidad, lo ideal sería que el rol de las cortes fuera residual. ¿Usted qué opina?

R. Se refiere particularmente al código penal, que lo usamos como instrumento para resolver todas las tensiones sociales. Muchas cosas no irían a la justicia en un Estado que funcione naturalmente, que garantice el acceso a la salud, a la educación, a la seguridad social. Un Estado que es eficiente no necesita tanto del aparato judicial.

P. El magistrado también comentó que la Constitución de 1991 le dio al tribunal un “caramelo envenenado” cuando le otorgó facultades para elegir al fiscal general y al procurador. Usted estuvo de acuerdo.

R. El presidente de la Corte se refirió a algo que dijo Hernando Yepes en los noventa. Y tiene razón: la función de un juez es dedicar todo su tiempo a fallar en sus expedientes, no dedicarse a entrevistar a 30 candidatos para un cargo. Colombia, espero no equivocarme, debe ser el único país del mundo en el que los magistrados se la pasan haciendo elecciones. Se pierde tiempo y se crea la posibilidad de que haya prácticas clientelares e intercambios de favores. Además, no hay garantía de que los funcionarios que nombra la Corte vayan a ser más honestos que los que elegía el Congreso [antes de la Constitución de 1991]. El exprocurador Orlando Vásquez y el excontralor David Turbay terminaron presos.

P. Vayamos al Gobierno de Gustavo Petro y las numerosas reformas sociales que ha presentado ante el Congreso. ¿Son un ejemplo de su visión de que Colombia legisla en exceso?

R. Curiosamente, no sé por qué, lo primero que piensan los presidentes cuando llegan al poder es en presentar reformas. Y se desgastan mucho en eso, en cambiar constituciones y leyes. Yo pensaría distinto, me enfocaría en cuáles son las leyes ya vigentes que voy a cumplir.

P. ¿Pero eso le daría épica a un político como Petro?

R. Petro es un líder, un caudillo. Es muy hábil, todos los días pone la agenda del país... pese a que luego la cambia muy rápido. Me recuerda a Manuel Murillo Toro [un presidente liberal del siglo XIX], que una vez escribió en un periódico que San Pedro nunca había estado en Roma. Son políticos que distraen con ideas y propuestas que saben que no se van a cumplir, pero que causan controversia y los mantienen vigentes.

P. Petro, a quien usted apoyó, parece muy distinto al “político a palos” que describe cuando habla de Echandía.

R. Me gustaría un intermedio, alguien que tenga habilidad política pero no se obsesione.

P. ¿Cómo ve la convocatoria del presidente a un gran acuerdo nacional?

R. Al igual que muchas cosas de Petro, se queda en la formulación general. Para uno poder pronunciarse, habría que preguntar qué se entiende por acuerdo nacional: con quién y para qué. De todos modos, este llamado es algo habitual en la historia del país... los colombianos somos muy dados cada cierto tiempo a hablar de esto. Pareciera que, como venimos de una confrontación violenta en el siglo XX, creemos que toda confrontación política es mala. Y yo creo que no lo es, que la polarización per se no es mala. Está bien tener posiciones políticas encontradas, aunque sean irreconciliables. Hay que pensar en el bien común, pero el consenso no es bueno si se cede en lo esencial.

P. ¿Cómo ve la rivalidad del presidente con el director de su partido, César Gaviria?

R. Creo que Petro podría ayudar a la renovación del Partido Liberal, llevando el Gobierno a personas que no hayan sido tan cercanas a Gaviria. Teniendo el apoyo político del presidente, pueden armar una disidencia mayor. El partido puede resurgir si este sector logra liberarse de la dictadura que ha significado la jefatura de César Gaviria.

P. Hay cierta retórica de crisis en el Festival de las Ideas, tras un año del Gobierno de Petro. ¿Está de acuerdo?

R. Mi papá, que murió hace muchos años, me repetía mucho una frase: “Palabra no rompe hueso”. Yo creo que hay una sensación de crisis, pero que esto no se va a concretar en la práctica. Las crisis a veces están más en las palabras que en los hechos.

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Sobre la firma

Lucas Reynoso
Es periodista de EL PAÍS en la redacción de Bogotá.

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