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Un déficit récord siembra inquietud en la economía colombiana

El desbalance en la cuenta corriente llegó al 6,2% del PIB en 2022, impulsado por el gasto para enfrentar la pandemia

Camilo Sánchez
Inflación economía
Una pareja compra verduras en un mercado en Bogotá.Nathalia Angarita

Dentro de las agujas que componen el tacómetro de indicadores macroeconómicos, el de la cuenta corriente suele quedar relegado, para la mayoría, detrás de datos como la inflación, el crecimiento o el desempleo. Pero, tras la pandemia, constituye uno de los medidores que más inquieta a los economistas. El desbalance en el déficit de cuenta corriente, un recurso fundamental de gestión económica y que mide la correlación entre los ingresos y los pagos al exterior por intercambio de mercancías, servicios, rentas o transferencias, alcanzó los 21.446 millones de dólares en 2022la cifra más alta en la historia.

Es un desbarajuste insuflado, en buena medida, por las deudas contraídas por el Estado, las familias, las empresas o la banca para paliar la crisis social derivada del coronavirus. Colombia, un país muy dependiente del crédito exterior y que desde 2001 siempre ha tenido una balanza de pagos negativa, presenció el año pasado una subida exponencial de un rubro en específico: el denominado balance de la renta de los factores, que en un lenguaje pedestre retrata, simplemente, la diferencia entre lo que los colombianos reciben por sus inversiones, trabajos y demás fuentes de ingreso en el extranjero, y lo que reciben por las mismas fuentes los extranjeros que trabajan o invierten en el país.

Un segmento que jalonó de forma nítida el acumulado anual con un incremento del 97% con respecto a 2021. Las compañías petroleras y carboníferas extranjeras, en especial, tuvieron un gran año 2022 e incrementaron sus exportaciones desde Colombia en un 83% y un 29%, respectivamente. Esa realidad terminó por ahondar una brecha histórica.

El director del departamento de Economía de la Universidad Javeriana, Andrés Giraldo, puntualiza que los extranjeros, o las compañías multinacionales que operan en Colombia, suelen repatriar una parte de los dólares que ganan en su salario o que son sus utilidades.

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A su vez, el ingreso de remesas en dólares enviados por colombianos que trabajan en el extranjero amortiguó muy poco la situación, a pesar de que creció un 10% en 2022. El experimentado economista Eduardo Sarmiento, autor de una veintena de libros, califica la situación de muy riesgosa. Su argumento es que el país se ha acostumbrado a vivir endeudado y dependiendo del crédito externo: “Antes de la pandemia vivíamos en un mundo donde había países con ahorro sobrante. En la medida en que los tipos de interés han aumentado, los créditos se encarecen, y el déficit ha llegado a cifras históricas. Cada vez va a ser más difícil para Colombia buscar recursos en los mercados internacionales para cubrir nuestras deudas. Además, porque los países industrializados también tienen sus propios problemas, como la quiebra de entidades financieras, y atraviesan tiempos de poco crecimiento”.

Fuentes gubernamentales reconocen que el déficit en cuenta corriente es grande frente a otros países y visto en un plano histórico, pero matizan sobre el grado de riesgo debido a que el 80% del déficit en cuenta corriente del país está cubierto, precisamente, por la inversión extranjera directa, que es de largo plazo y genera empleo y crecimiento. Se cita a menudo el ejemplo del conglomerado empresarial Gilinski, que tiene sede financiera en Chile pero invierte con sumas millonarias en Colombia.

Es el caso de las ofertas públicas de adquisición (OPA) para hacerse con el control del Grupo Empresarial Antioqueño: negocios que sirven como dínamo para el aparato productivo local y cuyos dividendos se distribuyen a través del canal financiero para cubrir los gastos domésticos y las deudas. Otros países acuden a otras modalidades que probablemente comportan más riesgos, como lo son la inversión de portafolio (de corto plazo).

Andrés Giraldo, de la Universidad Javeriana, subraya que la situación nos recuerda que Colombia es un “deudor neto del mundo”. Un hecho que, agrega, no es necesariamente negativo: “el problema es cómo financiar el déficit”. Por eso señala los riesgos de frenar la inversión extranjera en el sector minero energético, que representa, más o menos, el 33% de la inversión extranjera directa. El país tendría que ajustar el gasto o diversificar la canasta exportadora hacia sectores como el turismo. Un reto que desde diversos informes de organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido etiquetado de mayúsculo debido a diversas falencias de infraestructura.

Ese déficit de pagos ha presionado otra cuenta preocupante, la de la más conocida deuda externa, que en abril llegó al 54,2% del producto interno bruto (PIB), según datos del Banco de la República. El saldo total que deben el Estado y los particulares creció 2.903 millones de dólares en lo que va del año, cuando cerró en 184.118 millones de dólares, el 53,4% del PIB, en 2022.

Otro factor de inquietud en los círculos económicos y que fuentes del FMI precisan que se ha de reducir ya que la historia sugiere que a nivel internacional las cosas se complejizan para los países emergentes, como es el caso de Argentina, que se asoma al abismo de un impago de sus compromisos con los acreedores. El riesgo de una salida masiva de capitales aumenta y las posibilidades de conseguir financiamiento se encogen.

Andrés Giraldo recuerda, a propósito, que en los últimos meses se ha visto, por un lado, un pulso interesante entre los flujos de capital neto que han salido del país, pero también registros récord en la inversión extranjera directa. “Es un tema que merece atención y que el país tiene que corregir de manera gradual”, finaliza el economista Daniel Castellanos, “porque sería muy grave que la financiación internacional se nos cortara. El país se desequilibró mucho por cuenta de la política económica para salir de la pandemia, lo que permitió que tuviera una recuperación muy rápida, pero ahora tiene que hacer el ajuste porque si bien tener un déficit en cuenta corriente no es un pecado, mantenerlo en los niveles actuales deja al país en una situación de vulnerabilidad importante”.

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Sobre la firma

Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.

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