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La guerra contra las drogas: 50 años de muerte y fracaso

Colombia lleva décadas de destrucción de ecosistemas y asesinatos de jueces, periodistas, policías, civiles y líderes sociales pese a la ofensiva de EE UU en Latinoamérica. El objetivo de frenar el comercio nunca se ha cumplido y las fortunas del tesoro público se han dilapidado

camión quemado por miembros del cartel Clan del Golfo en Antioquia, Colombia
Un soldado monta guardia junto a un camión quemado por miembros del cartel Clan del Golfo en Antioquia (Colombia), el 6 de mayo de 2022.JOAQUIN SARMIENTO (AFP)
Diana López Zuleta

El fracaso de la guerra contra las drogas es una realidad innegable. En su discurso ante la ONU, el presidente Gustavo Petro se quedó corto en lo que el mundo sigue esperando: una propuesta de solución. En 2016, en una asamblea especial de la ONU, el expresidente Juan Manuel Santos también había hablado de la perdida guerra contra las drogas y, enfatizado la necesidad de replantear el enfoque. Las intervenciones de Petro y Santos son el primer paso para una posible solución.

La guerra contra las drogas comenzó hace 50 años cuando el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, declaró “una ofensiva total” contra lo que consideraba “el enemigo número uno”: las drogas ilegales. Esto se hizo inmediatamente extensivo a Colombia pues en los años setenta desde el país se exportaban inmensas cantidades de marihuana por el Caribe, y después las organizaciones criminales hicieron el tránsito a la cocaína. La guerra ha buscado reducir a toda costa la oferta, con la premisa de que si no hay drogas no habría consumidores, pero lo que ha venido ocurriendo es un crecimiento desmesurado en la producción, venta y consumo. En el único ámbito donde se puede medir la eficacia de la guerra contra las drogas es en el mercado, y este no se detiene en ningún lugar del mundo: alrededor de 284 millones de personas de entre 15 y 64 años consumieron drogas en 2020, un aumento del 26% respecto del 2010, según el Informe Mundial sobre las Drogas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).

Colombia es el mayor productor de cocaína, aunque en comparación con otras drogas, esta sustancia solo representa el 5% del consumo a nivel mundial. Ninguna de las estrategias para acabar con la coca —entre ellas la aspersión aérea de glifosato (prohibida desde 2015 por sus efectos nocivos y defendida por el Gobierno de Iván Duque), la erradicación forzada y la sustitución por cultivos de uso lícito— ha logrado detener la comercialización creciente de la cocaína, que llegó a sus más altos niveles en 2020, en plena pandemia: registró un aumento del 11% respecto a 2019, tras alcanzar las 1.982 toneladas, de acuerdo con el informe de la UNODC.

guerra contra las drogas colombia
Fuerzas Especiales luego de allanar la lujosa casa de un narcotraficante en Cali, en 1996.Tom Stoddart Archive (Getty Images)

Las incautaciones de cocaína en el mundo también aumentaron: se llegó a un récord de 1.424 toneladas en 2020. Debido al cierre de las fronteras entre marzo de 2020 a marzo de 2021 y un mayor control en las carreteras, casi el 90% de la cocaína incautada a nivel mundial fue traficada en contenedores o por vía marítima. De hecho, Colombia es el país que más registra incautaciones de estupefacientes con el 41% de la droga decomisada en todo el mundo; le sigue Estados Unidos con el 11%, y Ecuador, con el 6,5%.

La guerra contra todo tipo de drogas o estupefacientes en Colombia se ha dirigido básicamente contra el comercio de cocaína. El exministro de Justicia Yesid Reyes explica que no hay una solución global para el problema de las drogas. “Cada país tiene problemas específicos y debe atacarlos de modo distinto; nuestro principal problema son las plantaciones de coca”, comenta Reyes, que actualmente es director del departamento de Derecho Penal de la Universidad Externado.

Reyes cree que la estrategia de Colombia debería enfocarse en el programa de sustitución de cultivos de uso ilícito, y no en la erradicación forzosa de la hoja de coca, cuyos “cultivos terminan resembrándose en la mitad de los casos”. El exministro asegura que con el primer programa la resiembra es del 0,6%.

Dar de baja a poderosos cabecillas del narcotráfico, como Pablo Escobar, o la extinción de grandes carteles como el del Norte del Valle, no ha acabado —ni siquiera ha afectado— la comercialización de la cocaína; de hecho, el mercado ha crecido tanto en rutas como en el número de grupos criminales que manejan el negocio. Los golpes con bajas notables solo han servido para que los gobiernos se ufanen y muestren resultados, pero no para desmantelar las estructuras criminales. Cuando un capo de las drogas cae, automáticamente surge uno o más que toman el mando de las operaciones.

cuerpo sin vida de Pablo Escobar, sobre un tejado el Medellín
El cuerpo sin vida de Pablo Escobar, sobre un tejado el Medellín.EPA

En una conferencia de la Universidad de la República de Uruguay, en 2015, el experto en el tema antidrogas Felipe Tascón dijo que desde sus comienzos la guerra contra las drogas fue diseñada para fracasar: “No atacan las causas, solo interesa presentar ante el público norteamericano a los extraditados como «positivos» de guerra”.

Llama la atención también cómo en Colombia, según el mismo informe de la UNODC, han disminuido los cultivos de hoja de coca (materia prima para el clorhidrato de cocaína), pero, paradójicamente, ha aumentado el 8% de la producción del estupefaciente. El país tiene alrededor de 143.000 hectáreas cultivadas de hoja de coca.

Catalina Gil Pinzón, oficial del Programa en Política de Drogas de la Open Society Foundations, cree que, aunque operativamente la guerra contra las drogas ha sido un fracaso, a nivel narrativo ha sido muy exitosa. “Todas esas propagandas que nos han mostrado que la guerra es la peor amenaza que hay en el mundo, o que toda la violencia en Colombia es por el narcotráfico, son bastante exitosas y calan mucho en la ciudadanía”, dice Gil, que cree que el camino es la regularización, y no la prohibición de las drogas. “Regular permite, justamente, reducir los riesgos y daños asociados al consumo”, dice, mientras hace énfasis en que todas las sustancias tendrían distinto marco regulatorio.

El gasto de la guerra es incalculable, aunque las cifras pasan los miles de millones de dólares. La prohibición y la criminalización en los países productores ha sido el enfoque de la política antidrogas. No obstante, no se ha puesto énfasis en los países consumidores.

Dairo Antonio Usuga David, alias 'Otoniel', líder del clan del Golfo con militares colombianos después de ser capturado, en Turbo (Colombia), en octubre de 2021.
Dairo Antonio Usuga David, alias 'Otoniel', líder del clan del Golfo con militares colombianos después de ser capturado, en Turbo (Colombia), en octubre de 2021.Ministerio de Defensa de Colombia

Para Juan Carlos Garzón, investigador asociado a la Fundación Ideas para la Paz, el enfoque prohibicionista de las drogas no ha funcionado. “La expectativa de que no haya demanda de drogas ilegales es poco realista”, observa Garzón, que pone énfasis en que hay otras drogas que están causando muchos más impactos que la cocaína. Cree que la apuesta de Petro es disruptiva pues pone a Colombia en la posición de víctima y no asume la corresponsabilidad que han tenido también las élites colombianas al respaldar la guerra. “En Colombia, la guerra contra las drogas no se ha dado en el vacío sino en intersección con otras guerras; la guerra contra las drogas ha sido funcional para otras cosas. Lo que hemos tenido hasta ahora es una política muy fuerte contra los débiles, pero muy débil frente a los que tienen mayor capacidad de corrupción y violencia”, finaliza.

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Sobre la firma

Diana López Zuleta
Periodista y escritora, autora de 'Lo que no borró el desierto' (Planeta, 2020), el libro en el que destapa quién fue el asesino de su padre. Ha sido reportera para varios medios de comunicación.

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