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Ana Cristina González: “Este es un espaldarazo a la libertad de las mujeres de Colombia”

La feminista y pionera del movimiento Causa Justa es unas de las 100 personas más influyentes del mundo según la revista Time. Fue seleccionada junto a la psicóloga del movimiento, Cristina Villareal

Catalina Oquendo
Ana Cristina González
Ana Cristina González, elegida entre las 100 personas más influyentes del mundo según la revista Time.Alejandra Quintero (Trineo Comunicaciones)

La médica y doctora en Bioética Ana Cristina González nació el 7 de abril de 1968 en Medellín, como ella dice, con la revolución sexual. La pionera del movimiento Causa Justa por el aborto es una mujer recia, con ese carácter de antioqueña a la que le han enseñado que la educación es lo único que se tiene y hay que defender. Sin embargo, se le quiebra la voz cuando admite, aunque aún le cueste hacerlo, que su trabajo por la despenalización del aborto en Colombia es inspirador para los movimientos feministas del continente donde las mujeres aún van a la cárcel por abortar o mueren en abortos en clínicas clandestinas. La revista Time la acaba de reconocer como una de las 100 personas más influyentes del mundo.

Ella y Cristina Villareal, también pionera del movimiento Causa Justa, son las únicas colombianas en esa prestigiosa lista este año. Villareal es psicóloga y fundó Oriéntame, la primera organización privada en dar asesorías y ofrecer la interrupción del embarazo de forma legal; González fue directora Nacional de Salud Pública de Colombia, fundadora del Grupo Médico por el Derecho a Decidir y consultora de organismos internacionales. Sus historias se cruzaron en la Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres. Años después, González lideró el movimiento que a comienzos de 2022 logró que se despenalizara el aborto hasta la semana 24. La Corte Constitucional resolvió que en Colombia no hay delito de aborto hasta la semana 24 de la gestación y que a partir de ese plazo operan las tres causales que se habían creado en el 2006. El país se puso a la vanguardia de América Latina y del mundo.

Pregunta. ¿Qué significa este reconocimiento en lo personal y profesional?

Respuesta. Ha sido algo inesperado, inimaginable. Tuve que verificar que no fuera un chiste y después me dio como un poco de mareo. Aunque tengo una carrera profesional que me he preocupado de construir durante 25 años, en el centro de mi trabajo no ha estado la lucha para ser reconocida, sino para avanzar una agenda en la que creo profundamente que es la del feminismo y la igualdad para las mujeres. Además, que sea al lado de otra mujer, también feminista y colombiana como Cristina Villarreal, simboliza el reconocimiento a un esfuerzo colectivo que está cifrado en el trabajo que hemos hecho en la Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres, que arrancamos desde que en Colombia el aborto estaba totalmente prohibido hasta el movimiento Causa Justa.

P. Y para el movimiento Causa Justa. ¿Qué implica?

R. Es una señal, un espaldarazo muy grande a un hecho que en el mundo se lee como un gran progreso y una gran conquista. Es una alegría sentir que un trabajo tan intenso es reconocido, y es un mensaje de esperanza para las mujeres y para quienes luchamos en el campo de los derechos tratando de conseguir cosas que a veces parecen invisibles o tan controversiales como puede ser una conquista en el campo del aborto, que es básicamente una conquista en el campo de la libertad para las mujeres.

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P. Estados Unidos está a punto de retroceder 50 años en relación con las libertades para las mujeres y en legislación del aborto. ¿Cómo este reconocimiento se inscribe en este momento histórico?

R. Reconocer el logro de Causa Justa es una señal de esperanza y un mensaje para las mujeres que siguen luchando por este tema. Mi lectura política es que viene en un momento coyuntural. Nadie es ajeno a lo que está a punto de pasar en Estados Unidos, es muy fuerte que un buen día uno se despierte y le digan ‘te acabamos de quitar un derecho que tenías hace 50 años’. Entonces, creo que esta es también una forma de poner el reflector sobre las conquistas que no debe perder una sociedad.

P. Su apuesta era justamente eliminar totalmente el delito de aborto…

R. La pelea que nosotras dimos fue de cambio de paradigma. No logramos que se terminara totalmente, pero sí pusimos la conversación en la agenda pública. El caso de Estados Unidos demuestra que si el delito no se elimina se queda ahí cumpliendo una función simbólica que en algunos momentos puede volver a materializarse de manera negativa. En un país como Colombia, con tantos problemas, con la paz y la guerra, nosotras logramos mover la conversación para que el aborto fuera un tema importante, porque está vinculado a la libertad de las mujeres y al tipo de democracia que queremos. Ahí creo que este premio también va a ayudar a que en este país la gente se dé cuenta de que lo que estábamos diciendo no era una ficción.

P. ¿Qué fue lo más difícil de poner el tema del aborto en la discusión de un país tan conservador?

R. Cuando empezamos esta causa por la despenalización total, mucha gente, incluso desde adentro, nos dijo que este no era un momento oportuno. Yo he aprendido que hay ciertas conversaciones y peleas para las que nunca hay un momento oportuno. Las primeras puertas que tocamos, incluso de juristas que respeto o de organizaciones latinoamericanas que entendían del tema, nos decían, sí es muy importante, totalmente justo, pero por qué en esos términos y tan radicales, se están equivocando en la estrategia o es mucho lo que quieren hacer. Y yo siempre les decía, demos el debate respetuosamente. No soy una loca que sale a gritarles a los demás por más que los escuché barbaridades. ¡Y mira que he aguantado, eh! Por eso, explicar que queríamos era abrir una conversación, fue un esfuerzo pedagógico muy grande.

P. En un momento en que se distorsiona la palabra influencia o se cree que es algo rápido, ¿cuáles son sus claves para conseguir incidencia política?

R. Hay tres cosas que he tratado de hacer siempre. Una de ellas es comprender que esas transformaciones no ocurren de la noche a la mañana, que requieren paciencia y necesitan construir argumentos e ideas que se pongan en la agenda pública. Nosotras construimos la Mesa en un entorno absolutamente hostil. En Colombia estaba totalmente prohibido el aborto y hablar de eso era raro. No sabíamos bien cómo hacerlo sin que nos fueran a perseguir. No nos importaba que nos señalaran, pero sí que persiguieran el trabajo de otras personas. Decidimos que una buena forma de romper ese hielo era hablar desde distintas disciplinas, no solamente decir que es una causa de muerte materna, sino pensar desde el derecho, desde la bioética.

P. ¿Y las otras dos?

R. Lo segundo es entender que transformaciones profundas requieren esfuerzos colectivos que involucren a muchas personas. Cuando me encuentro a tanta gente que me dice gracias por lo que hicieron, pienso: ‘valió la pena y todas estas personas lo van a sostener, se lo van a pelear y lo van a proteger’. Y la tercera clave es una frase que me guía: ‘uno nunca puede llegar tarde ni se puede ir de primero’. Es decir, liderar una transformación social requiere un compromiso grande: levantarse a la hora que sea, estar el domingo, el sábado por la noche, por la tarde, todo el tiempo y, además, organizarte para que tu vida no se vuelva un caos. Con los años he aprendido también la importancia de hacer mentoría, acercar a gente joven para hacer transferencia de capacidades y para que la gente pueda encontrar su lugar y su liderazgo en un movimiento que necesita tantas voces y tantos liderazgos.

P.¿Y después de obtener la sentencia, cuál es el desafío?

R. Estamos totalmente renovadas y presentes. No somos un movimiento que se creó solamente para conquistar esa sentencia, sino para seguir defendiendo la libertad reproductiva de las mujeres. La aspiración más grande es que la maternidad en Colombia sea deseada y que a ti no te prohíban, pero tampoco te obliguen, eso es lo que está en el fondo de esta conversación y el aborto es una pieza clave. Estamos organizadas trabajando en varios frentes relacionados con el nuevo contexto legal.

P. A casi 100 días del fallo, ¿cuál es la situación?, ¿se está respetando?

R. De un lado tenemos un escenario esperable. Es común en todos los países del mundo donde hay transformaciones de este tipo que exista la amenaza del retroceso, que en Colombia está simbolizada en dos propuestas de referendo que han sido inscritas para intentar quitarle el peso a la decisión constitucional y algunas otras amenazas de carácter legal y político. Para mí esto significa que estamos en un momento de cambio cultural donde hay un choque y hay gente que no quiere aceptar que se dio ese cambio. Por otro lado, en el país se prestan servicios de aborto desde hace 16 años, no es ahora con esta sentencia. Lo que estamos viendo es que las mujeres están llegando mucho más que antes. Esto es típico del comportamiento de liberalización. Hay un pico también en la conversación porque la gente se siente aliviada, pero luego viene una estabilización y servicios médicos más eficaces y respetuosos porque se supone que el aborto va acompañado de asesoría pos aborto.

P. ¿Y en cuanto a las barreras?

R. Vemos más de las mismas barreras: algunos profesionales que todavía desconocen lo que cambió entre una sentencia y la otra, e incluso alguno que otro desubicado diciéndoles a las mujeres, ustedes no tienen derecho porque esa sentencia se va a caer. Es todavía muy imprudente hacer un balance sobre si sirvió o qué no sirvió. Pero en distintos espacios médicos y académicos hay interés por conocer la sentencia, eso nos hace pensar que esta transformación es imparable.

P. ¿Cómo la despenalización del aborto en Colombia puede impactar los movimientos feministas en países como Centroamérica?

R. Hace tres años estuve concretamente en El Salvador y sentí que la situación era absolutamente asfixiante para las mujeres: es decir, ni anticoncepción, ni control, ni aborto, las jóvenes se suicidan porque no pueden abortar. Pero al mismo tiempo sentí que había una esperanza y que de alguna manera yo podía contribuir a que creciera. Este reconocimiento me potencia ese sentimiento, porque, aunque me cueste reconocerlo, esto puede ser inspirador.

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Sobre la firma

Catalina Oquendo
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia. Periodista y librohólica hasta los tuétanos. Comunicadora de la Universidad Pontificia Bolivariana y Magister en Relaciones Internacionales de Flacso. Ha recibido el Premio Gabo 2018, con el trabajo colectivo Venezuela a la fuga, y otros reconocimientos. Coautora del Periodismo para cambiar el Chip de la guerra.

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