La Colombia más aislada del mercado desde el siglo XVI sigue siendo la más pobre en 2025
El nuevo informe del Banco Mundial sobre pobreza subraya que la desigualdad de ingresos está determinada en el 40% de los casos por el nacimiento de cada persona
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Casi la mitad (el 40%) de la desigualdad de ingresos entre personas en Colombia está determinada por diferencias de origen. Es decir, la posición social. Causas como el nivel económico de la familia, el sexo o la región, marcan desde la sala de partos la trayectoria vital de los colombianos. Y lo hace de forma reteñida: el ascensor social tiene serias averías. Son algunas de las conclusiones del estudio Trayectorias: Prosperidad y reducción de la pobreza en el territorio colombiano, publicado días atrás por el Banco Mundial en Bogotá. “Vemos unas brechas persistentes a lo largo de varios siglos. A pesar del progreso, las zonas con menor actividad económica en los tiempos de la colonia, son los lugares que aún hoy en día tienen menores ingresos”, explica una de las responsables del informe, la economista dominicana María Eugenia Dávalos.
Los datos en materia de desigualdad, al parecer, nunca han favorecido a Colombia. Con todo y haber rebanado la tasa de pobreza del 49,7%, en 2002, a 28,2% en 2019. O haber implementado programas sociales exitosos. Lo anterior significa que se trata de una nación donde apenas funciona aquella máxima de que con esfuerzo y empeño se puede acceder a cualquier posición social. Este nuevo trabajo incorpora una mirada detallada a las brechas entre regiones. Los datos muestran que un niño nacido en Vaupés o Guainía, dos departamentos amazónicos, de padres con bajo nivel educativo, tiene un 24% de posibilidades de graduarse de bachiller, mientras que para otro nacido en Bogotá, en situaciones comparables, es del 65%.
Dávalos recuerda que los análisis a nivel municipal evidencian que hay puntos del mapa colombiano donde el 90% de los chicos no saben leer, o no están en capacidad de comprender un texto sencillo. Una realidad que se acerca más al drama de un país pobre que al de un miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) como lo es Colombia. Entre las causas detrás del atraso abismal, y la diferencia con las grandes ciudades, se cita el impacto del conflicto armado interno en el campo. “Hay zonas que se comparan con los niveles de acceso a la educación de los cinco países más pobres del mundo”, agrega.
El doctor en Economía por la Universidad de París, Andrés Álvarez, destaca las propuestas a fin de solventar los problemas que ha traído el fallido intento de descentralizar el país: “La capacidad fiscal e institucional de muchas regiones es muy débil. Esa realidad se podría tratar de disminuir a través de sistemas que integren a varias de ellas. U organizarlas en uniones de municipios para propósitos específicos, e incluso más generales”. Menciona, por ejemplo, el corredor minero entre La Guajira y Cesar, al norte del país, donde se concentran varias poblaciones con problemas compartidos de evidente fragilidad social y gobernanza.
La economista, y miembro de la junta del Banco de la República, Olga Lucía Acosta plantea una pregunta trascendental: ¿Cómo es posible que un país con tantos recursos naturales y niveles importantes de capital humano aún tenga a casi 4 de cada 10 ciudadanos en situación de pobreza? “No podemos perder el Gini [un instrumento que mide la desigualdad] como un objetivo de política. A comienzos de este siglo estaba dentro de la agenda conseguir un crecimiento para favorecer a los más pobres. Había una gran preocupación por vincular el desarrollo con inclusión social. No era solo aliviar la pobreza, sino además crear una ruta virtuosa que consolidara el progreso de la gente”.
Acosta reconoce que el informe expone falencias de fondo: “Muestra las dificultades en las regiones. La educación básica es de mala calidad. Tenemos una cantidad de fallas y es nuestra responsabilidad reconstruir la agenda, volver a situarla y plantearnos qué debemos hacer de cara a los próximos 20 años”. Desde la literatura económica, e innumerables análisis académicos, se han abordado los desequilibrios actuales para explicar la desafección ciudadana con la democracia en el mundo. Una sociedad que beneficia a una fracción de su población, apuntan, deteriora la relación entre sus habitantes. Acentúa la desconfianza. Y de paso desestimula el crecimiento.
El Gobierno de Gustavo Petro, el primero de izquierdas en la Colombia contemporánea, trajo de frente el tema de la exclusión social a la mesa. Un aporte valioso, dicen los expertos, pero insuficiente a nivel de eficacia institucional o de ejecución de políticas públicas. “El informe pone de presente que Colombia tiene mucho capital físico y muy poco capital social. Es decir, un Estado ineficiente, que es cada vez más grande. Además de una sociedad polarizada, con muchas trampas de crecimiento, un mercado laboral muy informal y poco productivo. Esas son algunas de las razones por la cuales tenemos una realidad muy desigual”, detalla el investigador y economista Carlos Sepúlveda.
Uno de los mensajes más potentes es que la situación se ha perpetuado a lo largo de varios siglos. Son lo que María Eugenia Dávalos cataloga como “fuertes resistencias” que permanecen enquistadas. Sepúlveda argumenta que la problemática está tan enraizada en el andamiaje histórico, político e institucional, que tratar de achacarle la culpa a uno u otro Gobierno resulta inocuo: “Hemos crecido de una forma que no es sostenible en el tiempo. Entonces, aquellas personas que están en territorios rurales, como la población indígena, y más aún si son mujeres, no tienen chance de que la sociedad los lleve al promedio de generación de ingresos. Y hoy la cnfrontación política socava el desarrollo del capital social. Dinamita la construcción colectiva y los pilares que el informe pone en el centro para explicar los desequilibrios”.
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