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THABO MBEKI | Expresidente de Sudáfrica

“No hemos avanzado lo suficientemente rápido para crear un país no racial y próspero”

El exmandatario reclama al Congreso Nacional Africano que acabe con la corrupcion de los años de Jacob Zuma

Thabo Mbeki, expresidente de Sudáfrica, el pasado martes en Madrid.Vídeo: ÁLVARO GARCÍA / EPV
Sara Velert

Líder histórico del Congreso Nacional Africano (CNA) y sucesor de Nelson Mandela en la presidencia de Sudáfrica (1999-2008), Thabo Mbeki (Idutywa, 1942) confía en que el país abra una nueva etapa con el reciente relevo en el Gobierno. Una etapa de regeneración en el movimiento que acabó con el apartheid y dirige el país desde 1994 que implique echar a los que se apuntaron “para robar”, y de aceleración de las reformas para una Sudáfrica “no racial, no sexista y próspera”. “No hemos avanzado lo suficientemente rápido”, opina Mbeki durante una entrevista el martes en la IE University en Madrid, donde participó en unas jornadas sobre educación superior. Acorralado por más de 700 acusaciones de corrupción, Jacob Zuma dimitió como presidente el 14 de febrero. Mbeki ya le había echado del Gobierno en 2005 cuando afloraron las primeras denuncias, pero Zuma logró apartarle tres años después.

Pregunta. Sudáfrica acaba de cerrar casi una década de presidencia turbulenta de Jacob Zuma. ¿Cómo ha dejado el país?

Respuesta. Creo que los sudafricanos han entendido que parte de lo que ha pasado durante los años de Zuma es el arraigo de la corrupción en el Gobierno y en la sociedad. Se llegó a un secuestro del Estado, con una familia concreta de empresarios [los Gupta] que se hizo tan importante que tomaba decisiones en nombre del Gobierno. Ellos le decían qué hacer, y él lo hacía. De ahí surgen dos problemas: la corrupción en el Gobierno y la sociedad, y un debilitamiento del Ejecutivo, en cierto sentido una negación de su papel.

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P. El CNA le mantuvo en el poder durante años pese a las denuncias. ¿Por qué?

R. El caso de Zuma no es un fenómeno individual, es sistémico. Lo que ha pasado en el CNA desde que accedimos al poder en 1994 es que muchos se unieron al partido —o incluso antiguos miembros— para poder entrar en el Gobierno y usar su posición para enriquecerse. Zuma era un ejemplo. Le apoyaron porque había otros en el CNA que estaban haciendo lo mismo y durante mucho tiempo no hubo una posición moral o política para decirle que se marchara.

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P. La credibilidad del CNA ha quedado dañada. ¿Hasta qué punto ha afectado también al legado de Nelson Mandela?

R.Ha afectado, pero solo en parte. El CNA debe mirarse a sí mismo y la decisión que ha tomado de que tiene que renovarse es muy importante. Eso significa que tiene que ver quiénes son miembros genuinos y quiénes están aquí para robar. Hacer limpieza. Las políticas del CNA desde los tiempos de Mandela, sobre lo que había que hacer para cambiar Sudáfrica, no han cambiado. Ese legado se mantiene. La gente se ha enfadado mucho, pero no con el partido, sino con sus líderes. Con el cambio de liderazgo en ese proceso de renovación, se recuperará el apoyo. La confianza en el CNA se debilitó, pero nunca se destruyó.

P. ¿Qué ofrece usted a las nuevas generaciones, a quienes no vivieron bajo el apartheid?

R. Por ejemplo, ha habido mucha agitación en torno a las universidades para una educación superior gratuita. Porque la mayoría de estudiantes vienen de familias pobres que no pueden afrontar los gastos. Y hay un problema de paro juvenil muy alto, y de licenciados sin trabajo. Hay que dar respuesta a esos retos. Pero también es muy importante que a esa juventud se le transmita lo que fue el apartheid. Incluido el eslogan de que la libertad no es gratuita. Tienen una responsabilidad de que no se erosione.

P. ¿Qué espera del nuevo presidente, Cyril Ramaphosa? ¿Cuáles deberían ser las prioridades?

R. Es también presidente del CNA y tienen que abordar la renovación. En cuanto al Gobierno, es importante, y no se ha hecho, que se analicen las políticas de los últimos 24 años, en economía, educación, sanidad, etcétera, y ver qué ha funcionado y qué no. El ritmo del cambio en Sudáfrica para crear una sociedad no racial y no sexista no ha sido suficiente. Los objetivos no cambian, queremos una Sudáfrica democrática, no racial, no sexista y próspera, repartir la riqueza. Pero no nos hemos movido lo bastante rápido.

P. El Gobierno afronta un escenario de crecimiento económico débil, pobreza, paro elevado, gran brecha entre ricos y pobres… ¿Cuál sería su hoja de ruta?

R. Necesitamos una economía que crezca entre un 5-7% del PIB, de manera sostenida. Parte del problema es que muchos parados no son empleables porque no tienen habilidades. Eso es un reto, hacer algo verdaderamente serio al respecto. La otra vertiente es política, la confianza de los inversores. Tiene que crearse el clima político para que se invierta en el país. Y eso significa erradicar ese legado de corrupción de la etapa de Zuma.

P. El año pasado se produjo el relevo de varios presidentes africanos que llevaban décadas en el poder, como en Zimbabue o Angola. ¿Hay una tendencia hacia el fin de esas permanencias infinitas en el poder?

R. El proceso de democratización del continente ha sido identificado como una tarea importante por los líderes africanos desde principios de los noventa, como política de la Unión Africana. Es positivo que los zimbabuenses dijeran que era hora de que Robert Mugabe se fuera; estaba ahí desde 1980 y el cambio era necesario. O el relevo en Angola. O Gambia, donde Jahya Jammeh no aceptó perder las elecciones pero al final se tuvo que ir. La tendencia es hacia el afianzamiento de la democracia. No significa que todos los problemas se hayan resuelto, pero el continente va en la dirección correcta.

P. La fundación que lleva su nombre y preside tiene como objetivo lo que llama el Renacimiento Africano. ¿Cuáles son las claves?

R. La idea del renacimiento africano es una noción antigua. Cuando hablamos de ese renacimiento en el continente lo que significa que tenemos que volver a construirlo. No podemos tener un continente caracterizado por conflictos violentos, pobreza, discriminación de la mujer, un continente cuya posición en el mundo sea tan baja…, la nueva África que queremos construir es muy diferente. O sea que ese renacimiento significa alejarse de eso, redefinir África.

Una tierra en manos de sudafricanos blancos

Sudáfrica no ha abordado de momento una reforma en la redistribución de la tierra, que mayoritariamente está en manos de sudafricanos blancos, pero el Parlamento debate ahora un proyecto para la expropiación de suelo sin compensación económica. Sobre esta cuestión, Thabo Mbeki subraya que el Parlamento debe abordar la cuestión, analizar “si se puede hacer y cómo se haría”. En todo caso, añade, el Gobierno deberá asegurarse de que “no tenga impacto negativo en la economía, en la producción agrícola y en la seguridad alimentaria” si toma ese camino. Mbeki no teme el ejemplo de Zimbabue, donde se produjeron ocupaciones de tierras con violencia. “El presidente Ramaphosa ha declarado que el Gobierno no aceptaría ninguna ocupación de tierras, y no hay un sentimiento en la población a favor de actuar de esta manera”.

Preguntado al final de la entrevista sobre la polémica y las críticas que le han perseguido desde su presidencia por cuestionar la relación entre el VIH y el sida -Sudáfrica tiene la mayor epidemia, con un 12% de población infectada-, el expresidente sudafricano afirma que explicarse al respecto requeriría “más tiempo”, y rechaza que defendiera “que no hay ninguna asociación entre el VIH y el sida. Nunca dije eso”.

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Sobre la firma

Sara Velert
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

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