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Prohibido hacer salchichas o telescopios en los volcanes sagrados

La isla canaria de La Palma acaricia ser el plan B para un observatorio de 1.200 millones de euros que encuentra oposición en Hawái

Vista aérea de los telescopios de la cumbre del volcán Mauna Kea.Vídeo: Ric Noyle / Observatorio Keck

Es noche cerrada en la Gran Isla de Hawái y dos centenares de personas se agolpan en una plataforma para ver la erupción del volcán Kilauea, uno de los más activos del mundo. Los borbotones de magma dibujan llamaradas en la oscuridad, entre gritos de admiración a coro. Fuera del cráter, la lava forma un reguero rojo y luminoso que se desliza a cámara lenta hacia el océano Pacífico. Los turistas persiguen la luz y el calor en las tinieblas para hacerse una foto. Y un cartel en el centro de visitantes advierte: está prohibido hacer barbacoas sobre la lava.

La señal no es una broma. Según la mitología hawaiana, Pelé, la diosa del fuego, habita en el volcán Kilauea. Los geólogos llaman “cabellos de Pelé” a las hebras de vidrio volcánico que se forman en algunas erupciones. El volcán, para algunos habitantes de Hawái, es sagrado. Y no está permitido hacer barbacoas sobre los dioses, aunque internet esté plagada de fotos de visitantes calentando salchichas sobre la lava.

Los peculiares dioses hawaianos han provocado una carambola que puede hacer que un telescopio de 1.200 millones de euros acabe en España. En otro volcán de la isla, Mauna Kea, la leyenda dice que vive Poliʻahu, la diosa de las nieves. Allí también se encuentra el Observatorio Astronómico de Mauna Kea, una red de 13 telescopios que ha servido, por ejemplo, para describir nuestro apabullante rincón del universo: Laniakea, un supercúmulo de galaxias con 100.000 billones de soles, incluido el nuestro. Y un consorcio internacional quiere construir el decimocuarto: el Telescopio de Treinta Metros (TMT, por sus siglas en inglés), uno de los más avanzados del mundo.

Protesta contra el TMT en las faldas del Mauna Kea, en octubre de 2014.
Protesta contra el TMT en las faldas del Mauna Kea, en octubre de 2014.Occupy Hilo

Mauna Kea es la montaña más alta de la Tierra. Mide 10.200 metros desde su base submarina. Su cumbre, a 4.205 metros sobre el nivel del mar, es fácilmente alcanzable por un sendero, una vez superado el mal de altura. Pero, teóricamente, es inaccesible. "Aloha [Hola, en hawaiano]. Mauna Kea es importante históricamente, culturalmente y medioambientalmente. Ayuda a preservar nuestro paisaje cultural y natural y muestra tu respeto no pasando más allá de este punto hacia la cima”, reza un cartel a unos 300 metros de la cima. Pero los turistas no suelen hacer caso al consejo y le pisan la cara a la diosa Poli’ahu, con el objetivo de llegar a la cumbre de la montaña más alta del planeta.

En el volcán se mezclan ciencia, religión, ecologismo y el legado del colonialismo. Y el cóctel ha entrado en erupción. Las obras para construir el TMT deberían haber empezado en 2014, pero las protestas de centenares de personas pararon el proyecto, al grito de “TMT, Too Much Telescopes!”, una expresión en inglés que juega con las siglas del proyecto y significa “Demasiados telescopios”.

“Quieren que cojamos el dinero y destruyamos nuestras tradiciones y nuestra cultura", opina Kalani Flores, activista contra el TMT

“Quieren que cojamos el dinero y destruyamos nuestras tradiciones y nuestra cultura. Debemos despertar y ver qué le estamos haciendo al planeta. Tenemos una conexión divina con la Madre Tierra y los seres vivos”, sostiene Kalani Flores, un creyente en los dioses hawaianos que forma parte del grupo de activistas que llevaron el TMT a los tribunales.

El 2 de diciembre de 2015, el Tribunal Supremo de Hawái les dio la razón: las autoridades concedieron la licencia de construcción sin haber escuchado a las partes e ignorando las críticas de ecologistas y nativos, que afirmaban que la cima del Mauna Kea es “sagrada” y que “la construcción de un observatorio con la altura de un edificio de 18 plantas sería una profanación”, según recuerda la sentencia.

La cumbre del Mauna Kea parece otro planeta. Entre los telescopios destacan las dos pelotas blancas del Observatorio Keck, construido en 1993. El viento gélido y seco azota un suelo árido y rojo, como marciano, que esconde enterramientos centenarios. Los atardeceres son tan limpios y tienen tanto color que parecen una fotografía trucada. La noche muestra todas las estrellas robadas por la contaminación lumínica al resto del mundo. Por todo ello, el paraje está protegido tanto por sus valores medioambientales como culturales. Y, según sus oponentes, el TMT incumple las leyes que blindan el lugar.

Recreación del Telescopio de Treinta Metros.
Recreación del Telescopio de Treinta Metros.TMT

El proceso para obtener una licencia de construcción se ha puesto de nuevo en marcha. “Al mismo tiempo, estamos estudiando otros emplazamientos potenciales, por si finalmente la opción de Hawái no es factible”, explica el astrónomo Michael Bolte, profesor de la Universidad de California y director asociado del proyecto. Bolte reconoce “éxitos y fracasos” de los telescopios de Mauna Kea en el pasado y subraya que el proyecto “se ha comprometido a hacer las cosas de otra manera”.

“El TMT ha prometido ser un fiel administrador de la montaña, escuchar a la comunidad, ser un buen vecino y miembro de la comunidad de la isla. Y, globalmente, aspira a beneficiar a la humanidad al integrar cultura y ciencia”, expone el astrónomo. “El TMT necesita obtener el permiso a comienzos del año que viene para poder empezar la construcción en Mauna Kea en abril de 2018”, apremia. “La Palma es uno de los emplazamientos alternativos que estamos considerando seriamente si Hawái resulta imposible”.

El director del Instituto de Astrofísica de Canarias, Rafael Rebolo, se entusiasma con la idea de que el TMT acabe en la isla de La Palma. “Estamos haciendo todo lo posible por traerlo aquí”, afirma. Este verano, el Gobierno de Canarias declaró “de interés estratégico” la instalación del telescopio en el Observatorio del Roque de los Muchachos. El consorcio internacional del TMT —que incluye a Canadá, China, India, Japón, la Universidad de California y el Instituto de Tecnología de California— ha enviado tres delegaciones de científicos e ingenieros a La Palma. Han estudiado todo, desde la capacidad de la red eléctrica de la isla hasta el ancho de las carreteras para subir las piezas del telescopio a la loma.

El próximo viernes, según Rebolo, el consejo de directores del TMT se reunirá en California para decidir cuál es el plan B para Hawái. Además de La Palma, el Observatorio Astronómico Nacional de San Pedro Mártir, en México, y dos cerros de la región de Antofagasta, en Chile, se han valorado como posibles suplentes de Hawái. “Estamos en un momento clave”, asegura Rebolo.

Durante unos meses, no obstante, Mauna Kea seguirá siendo el plan A, sea cual sea el plan B, a la espera del anhelado permiso de construcción. Antes de morir en 1807, el astrónomo francés Jérôme Lalande proclamó: “He buscado a través de los cielos y no he encontrado ni rastro de Dios”. En Mauna Kea, no hay que buscar en los cielos, sino en la propia montaña.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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