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El gran dilema

La moda masculina se enfrenta a un proceso de consolidación. Cada hombre debe dar un paso importante: tomar sus propias decisiones

Daniel García López
Vista del evento organizado por Saint Laurent en la sala Palladium de Los Ángeles.
Vista del evento organizado por Saint Laurent en la sala Palladium de Los Ángeles.

El momento álgido de la historia reciente de la moda masculina ocurrió el pasado mes de junio. Hubo alfombra roja, trajes de fantasía y espectadores atónitos, pero no se trataba de un estreno, fiesta o desfile multitudinario. Fue un viaje en Fashion Train: el tren de alta velocidad entre la Feria Pitti de Florencia y la pasarela de hombre de Milán que las autoridades locales pusieron gratis al servicio de periodistas y compradores. El espectáculo empezaba en el control de billetes, donde azafatas sonrientes invitaban a ocupar la alfombra roja que cubría el andén y donde el colorido pasaje se hacía selfies entre maletas titánicas, algunas equipadas para un mes de desfiles en cinco ciudades diferentes (Londres, Florencia, Milán, París y Nueva York, que inauguraba semana de la moda de hombre esa temporada, eso sí, sin fashion plane). Una vez dentro, el tren era una fiesta: malabaristas por los pasillos, prosecco (vino blanco) al gusto, un vagón con barra de cócteles y, para comer, sándwiches firmados por el chef estrella Carlo Cracco. Un acto de generosidad hacia nosotros, las esforzadas huestes del mundo de la moda, y una celebración del boyante negocio en el que este se ha convertido, aprovechando el trayecto entre las dos citas más importantes de la temporada.

“Hoy en día hay que crear atmósfera. Como Saint Laurent. Como Gucci. Las firmas que no lo consigan no tienen nada que hacer”

Solo hace nueve meses de aquello, pero parecen nueve años. Pasada la euforia de la Expo de Milán, no hubo tren de la moda la última edición de Pitti, el pasado mes de enero. El lujo en general atraviesa una fase de crecimiento incierto debido a la inestabilidad política y económica global, y la moda en particular se enfrenta al que puede ser el cambio más grande en su funcionamiento desde que nació el prêt-à-porter: la posibilidad de romper con el modelo actual (desfilar seis meses antes de que la ropa se ponga a la venta) y hacer shows de pasarela listos para comprar, algo que ya han anunciado que harán Burberry, Tom Ford y Tommy Hilfiger. A pesar de que últimamente solo había dado alegrías, al sector masculino también le ha recorrido un escalofrío. En lo poco que llevamos de 2016, Ermenegildo Zegna, Berluti y Brioni, tres de los nombres más importantes de la escena, han cambiado de director creativo (Zegna ha prescindido de Stefano Pilati y ha fichado a Alessandro Sartori, que previamente dejó Berluti, y Brioni no ha renovado el contrato de Brendan Mullane; estas dos últimas siguen descabezadas a fecha de cierre de esta revista). Sin dramas pero sin fiestas.

Presentación de la última colección de Yeezy, de Kanye West, en el Madison Square Garden.
Presentación de la última colección de Yeezy, de Kanye West, en el Madison Square Garden.

“Hoy en día hay que crear una atmósfera. Como Saint Laurent. Como Gucci. Las firmas que no lo consigan no tienen nada que hacer”, comentaba hace poco un estilista italiano, con la perspectiva que dan cuatro décadas de experiencia, aludiendo a los dos fenómenos que han cambiado la cara del negocio: el éxito de Hedi Slimane en Saint Laurent gracias a su sólida visión basada en la estética del rock, y las influyentes tres colecciones, excéntricas y ambiguas, que lleva Alessandro Michele a bordo de Gucci. El director de arte Christopher Simmonds corroboraba esta versión a la web especializada Business of Fashion a finales de febrero con menos ceremonia: “Tienes que hacer lo mismo una y otra vez hasta que la gente capte el mensaje, y creo que el de Gucci por fin ha calado”. Simmonds sabe de lo que habla: su trabajo es traducir las colecciones de Michele en campañas de publicidad, las más copiadas del último año y medio. Descubre lo que te identifica e insiste en ello hasta que cuaje. Decir esto no es redescubrir la rueda, pero las cifras avalan a Gucci y Saint Laurent (Kering, el grupo francés al que pertenecen ambas, acaba de comunicar sólidos datos de crecimiento de las dos), lo cual hace más difícil de tragar para la competencia no haber logrado la misma repercusión. Quienes no tienen un mensaje lo suficientemente claro o atractivo, quienes no han conseguido que la gente “lo capte” o quienes sí lo han logrado pero, en su opinión, no lo suficiente, han movido ficha. A nadie le gusta llevarse la medalla de bronce, por muy bien que haya corrido.

El pasado noviembre, Joshua Rothman escribía en The New Yorker que el sector de la moda masculina se estaba sobrecalentando. Su reportaje, titulado It’s Raining Menswear, cita un punto de inflexión: la noticia de la inscripción de Antonio Banderas, El Zorro (sic), en la prestigiosa escuela de moda londinense Central Saint Martins, con la ambición de volver a poner de moda la capa. No sin mala leche, Rothman asume que, si los actores de Juego de tronos y Kanye West hacen su parte y lo respaldan, “durante el Gran Revival de la Capa de 2019, esta prenda se llevará con playeras y mallas técnicas, será una forma de revitalizar la ya decadente tendencia deportiva con un poco de chulería siglo XVII”.

Gosha Rubchinskiy, Demna Gvasalia y Lotta Volkova, los nombres más observados de este 2016, corroboran el giro a la autenticidad de la moda

¿Qué ha pasado para que, a los ojos de algunos comentaristas, todo esto se haya convertido en una comedia? West encarna una posible respuesta: la obsesión. Su loco enamoramiento por el estilo ha corrido en paralelo tanto a la proliferación de blogs de street style como a la explosión de la moda masculina en el mercado los últimos años. En las fases indumentarias del mesiánico rapero podemos leer las edades de la industria: de pijo irónico con jersey de Ralph Lauren, allá por 2005, a su sofisticada mezcla actual de prendas firmadas por creadores ilustres con básicos callejeros deshilachados. Tanto le gusta la moda que, según él mismo, debe 53 millones de dólares por culpa de haber intentado ser diseñador en el pasado. Hay algo risible en los esfuerzos de West por hacerse un nombre en la industria, pero también es innegable su olfato. En el último desfile de Yeezy, la marca que lleva tres temporadas desarrollando con Adidas no solo mostró la colección, sino que aprovechó para presentar su último disco, The Life of Pablo, en un show con entradas a la venta al público que llenó hasta la bandera el neoyorquino Madison Square Garden. Un evento abierto, multitudinario y cuajado de celebridades que, de una vez por todas, rompe con la idea de desfile como acontecimiento exclusivo para prensa y amigos de la casa donde el único mensaje es la ropa. Algo con lo que este mundo lleva varios años peleándose, sobre todo recientemente. Una semana antes del desfile de Yeezy, Saint Laurent mostraba su colección de hombre con un grandioso desfile mixto que se convirtió en una noche de conciertos en la sala Palladium de Los Ángeles. Una ciudad fuera del circuito de capitales de la moda, una fecha fuera de calendario y, de nuevo, una fórmula donde la ropa es una pieza más del puzle.

Desfile de Gosha Rubchinskiy.
Desfile de Gosha Rubchinskiy.

“El espectáculo por el espectáculo hace que, al final, todo se convierta en una parodia”, dice la diseñadora Pepa Salazar. A sus 25 años, ella representa al escurridizo nuevo consumidor del que la industria quiere llamar la atención. Su generación compra menos, bebe menos, tiene su propia manera de informarse (fragmentada, instantánea y casi exclusivamente a través del móvil) y, si hablamos de un producto, valora más su integridad que su prestigio o su condición símbolo de estatus. Es más fácil verlos vestir Nike, Supreme, Stüssy y otras firmas de raíz skate o deportiva que marcas de lujo, y no solo por razones presupuestarias. Gosha Rubchinskiy, Demna Gvasalia y Lotta Volkova, los tres nombres más observados de la moda este 2016, corroboran este giro hacia la autenticidad. El ruso Rubchinskiy es el último diseñador de culto de ropa street; Gvasalia, georgiano, es el nuevo director creativo de Balenciaga y se ha convertido en el nombre clave de París por el rápido ascenso de su marca, Vetements, y Volkova, también rusa, es la estilista que trabaja con los dos. Son amigos y comparten una estética cruda con gusto por el feísmo y el rigor conceptual. También la renuncia a intentar seducir a nadie que no sea su público natural. “No creo que podamos dirigirnos a alguien que no esté interesado en la moda”, declara Gvasalia en el último número de la revista 032c.

Tal vez esta sea la lección más importante. En el proceso de consolidación en el que está inmerso el mercado masculino, menos eufórico pero más adulto, donde las marcas intentan encontrar su receta de éxito, ya sea buscando un diseñador más afín a los códigos corporativos o construyendo una atmósfera para seducir a un cliente cada vez más inmunizado contra el marketing, nunca se es tan atractivo como cuando no se intenta convencer a todo el mundo. La colección de Prada del próximo invierno, por ejemplo, ha cosechado su mayor éxito de crítica de los últimos tiempos precisamente porque es tan particular, tan fiel a los principios de innovación y riesgo que la convirtieron en líder, que gustará, primero, a sus fans. Al final de su reportaje en The New Yorker, Rothman admite que es mucho más divertido ser un hombre ahora que hace 10 años, al menos en términos de moda. Y apunta el gran dilema: encontrar el espacio necesario para saber cómo quiere uno vestir. Si ocupa algún lugar en nuestro armario lo que se pone el bloguero con 100.000 seguidores, la salida 36 del desfile de Valentino, su versión de Primark o, llegado el caso, un disfraz de El Zorro.

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Sobre la firma

Daniel García López
Es director de ICON, la revista masculina de EL PAÍS, e ICON Design, el suplemento de decoración, arte y arquitectura. Está especializado en cultura, moda y estilo de vida. Forma parte de EL PAÍS desde 2013. Antes, trabajó en Vanidad y Vanity Fair, y publicó en Elle, Marie Claire y El País Semanal. Es autor de la colección ‘Mitos de la moda’.

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