_
_
_
_
_
La Imagen
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Muero por estar vivo

Ya sea por culpa del pensamiento o de las manos, no dejamos una plaquita quieta, lo que es un modo de decir que no somos nadie

Juan José Millás
Álvaro García

Lo hemos visto en el cine, a veces en la vida. Vuelve uno de las vacaciones y en la placa que había en la puerta de su despacho figura otro nombre. Parece que en lugar de regresar de la playa, regresas de la guerra de Troya. A Ulises no le cambiaron la placa ni el despacho porque aún no se habían inventado las placas ni los despachos, pero le habían dado por muerto. Solo el perro, Argos, lo reconoció. La vida contemporánea tiene su épica, inscrita en latón. Aquí aparecen unas manos cualesquiera, con sus cinco dedos cada una, cambiando la placa de un escaño de la Asamblea de la Comunidad de Madrid. González González, Jaime Ignacio, está a punto de caer (ya tiene un lado suelto) para dar paso a su sucesor o sucesora. Anaxágoras, con perdón, decía que el hombre piensa porque tiene manos, a lo que Aristóteles respondió que el hombre tiene manos porque piensa.

En el primer caso, el cerebro sería una extensión de las extremidades superiores y, en el segundo, las extremidades superiores una prolongación del pensamiento. La cuestión es que, ya sea por culpa del pensamiento o de las manos, no dejamos una plaquita quieta, lo que es un modo de decir que no somos nadie. El único cargo duradero, si se trata de un cargo, es el de difunto. Cada año, cuando vamos al cementerio, vemos las mismas lápidas con los mismos nombres. Solo que debajo del nombre, en vez poner director general o consejero delegado, figuran dos fechas entre las que cabe, como en un sándwich, la existencia de cada uno de nosotros. Lo decía Antonio Vega: “Para vivir, morir; muero por estar vivo”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_