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Sean Penn: “Muchos dirán que no trabajé en España, sino en Cataluña”

Las declaraciones del actor se han convertido en un fenómeno en redes sociales Ganador de dos premios Oscar, con una vida personal expuesta a las cámaras desde su juventud, Sean Penn es un ‘outsider’ de Hollywood En esta conversación reflexiona sobre su visión del cine y del mundo. Y de por qué, a sus 54 años, piensa seguir dando guerra

Sean Penn: "Ninguno puede negar la necesidad de contar con armas de fuego".
Sean Penn: "Ninguno puede negar la necesidad de contar con armas de fuego".Getty

En la escuela le solían llamar Gary Cooper porque todo lo que decía era sí y no. Parco siempre en palabras, habla poco y, si es posible, con la mano en la boca –con un cigarrillo, mejor–. Sean Penn sigue sin disfrutar del arte de la conversación. A los 54 años, huye de las entrevistas todo lo que puede. El último gran rebelde de Hollywood no pone fácil la charla, a pesar de que el enclave donde tiene lugar es idílico. El paraíso se llama Malibu Beach Inn, un hotel impersonal en medio de la autopista del Pacífico, pero frente a una de las playas más envidiadas en Estados Unidos. Y, lo que es más importante para el actor, cercano a su vivienda. 

En el Pacífico, el sol brilla meloso, abriéndose camino entre un cielo ligeramente encapotado sobre una mar salpicada de surfistas y gaviotas. Al sur se distingue la silueta de la ciudad de Los Ángeles. Al norte, un muelle de madera abandonado. En la habitación de la cita, una gran jarra de té helado con limón y mucho hielo, un cenicero aparentemente sin utilizar y dos publicistas personales del actor que permanecerán a su lado durante toda la entrevista. Las condiciones para conversar con este intérprete y director dos veces galardonado con el Oscar son férreas. Un documento firmado deja claro que nada de preguntas personales. A la primera mención de Charlize Theron, la mujer que ha devuelto el amor y la sonrisa a la vida de Penn –además de su nueva musa en The Last Face, la película que está dirigiendo actualmente y en la que trabaja junto a Javier Bardem–, se acaba la entrevista. Nada de hablar tampoco de cualquiera de sus anteriores matrimonios, ya sea con Madonna o con Robin Wright, o sobre sus dos hijos, Dylan Frances y Hopper.

Penn está aquí para hablar de Caza al asesino, la cinta de acción que se estrena el 22 de mayo en España y en la que actúa a pecho descubierto y armado hasta las cejas, algo inusual en la carrera de un intérprete que no solo ha evitado el género, sino que ha criticado, y mucho, a un Hollywood que acostumbra a tirarse por la vía fácil en lugar de arriesgar y tomar decisiones artísticas fuera de la norma. Rodada en gran parte en España y con Bardem de nuevo a su lado, Penn acepta romper su silencio para hablar de su obra. La conversación se llena de silencios, de pausas en las que se come el hielo a bocados y donde este hijo de actores mide cada una de sus palabras.

Con Caza al asesino, Penn ha disfrutado mientras filmaba en España. Bueno, en Cataluña, como corrige de inmediato con picardía y ganas de participar en la polémica.

–Son muchos los que dirán que no trabajé en España, sino en Cataluña [risas]. Reconozco que pasé unos días geniales en Madrid, aunque allí no rodé nada. Si mañana tuviera otro rodaje, volvería allí con los ojos cerrados. Me encantó el trabajo, la comida, los paseos por la playa al atardecer o por la noche, muy de noche, tras una cena aún más de noche, por el barrio Gótico…

¿Fue ese el principal atractivo que le hizo aceptar un filme como Caza al asesino? Acepté esta película del mismo modo que el resto de lo que he hecho. Alguien me ofreció el guion, lo consideré interesante, se sumó Pierre Morel y lo hicimos más interesante.

Interesante, quizá, pero atípico en su carrera. Nunca se ha prodigado en el campo del cine de acción y son muchos los que ven su elección como una reinvención de su trabajo, una transformación a lo Liam Neeson en Venganza. Un nuevo actor que se suma al llamado género de geri-action. El tema se ha convertido en algo recurrente desde que empecé a hablar del proyecto. Sobre todo, desde que Pierre Morel se unió a nosotros como director. No existe ninguna relación con Venganza. Al menos no a mi entender. Venganza entronca con la fórmula padre e hija, con la historia de un hombre lleno de conflictos que acaba con gente muy mala por su propio beneficio, luchando por sus hijos, por su familia. No hay nada de eso en Caza al asesino. En lo único en lo que se parecen es en las armas. Y en que ambas pertenecen a un género intenso, con un gran dinamismo físico, llevadas por la acción. Pero como suelo decir siempre, Meryl Streep es una rubia de lo más sexy. Sin embargo, una descripción así no te dice quién es Meryl Streep.

Entonces, ¿cómo describiría la historia de Caza al asesino? Vista desde fuera es una película de acción y no reniego de ello. Pero hemos trabajado para que sea más que eso. Para que un guion me interese tiene que provocar mi curiosidad. Y, en este caso, me interesó un terreno conocido para mí como las compañías privadas proveedoras de servicios o infraestructura de categoría paramilitar. Conozco su forma de pensar, por lo que me pareció interesante llevar un filme a este terreno que para otros puede no ser tan familiar. Pero sin convertir la historia en algo pedante. Por lo demás, no albergo el deseo de convertirme en una estrella del cine de acción.

Con un título como Caza al asesino, la presencia de balas en el filme se da por sentada. Pero ahora su imagen personal está más identificada con sus labores humanitarias. ¿Puede explicar su relación actual con las armas? [Un largo silencio precede la respuesta]. Como la mayor parte de los estadounidenses, he crecido en contacto con armas de fuego. Me resultan algo familiar. ¿Quiere que hable de mi relación personal con las armas? ¿O lo que pienso políticamente de su uso?

Son preguntas que quizá se dan la mano. Esto es precisamente de lo que estoy hablando. No creo que ninguno de nosotros pueda negar la necesidad de contar con armas de fuego. Dicho esto, es cierto que las armas hacen mucho más mal que bien. En Estados Unidos, si poseo un barco (como solía tener amarrado en puerto), los guardacostas pueden proceder a una inspección sin avisar para comprobar que todo está en orden, las bengalas, la radio, el GPS… Como capitán de la nave, tengo una responsabilidad. Lo mismo debería ocurrir con las armas. Deberían quitarme la licencia si las armas no están protegidas. Tendrían que forzarme a tomar clases prácticas, a pasar pruebas psicológicas. Pero todo esto no es viable económicamente. Y es lo que debería exigirse. Lo mismo ocurre con los rifles de asalto. Muy pocas personas deberían estar autorizadas a contar con algo así. Pero eso no quiere decir que se deban prohibir las armas. Como dicen quienes están a favor de su uso, las armas no matan. La gente mata. Hemos permitido que la gente compre una herramienta que no entiende. Lo que es peor, hemos permitido el uso de esta herramienta a personas que quizá entienden el arma, pero no se conocen a sí mismas.

Sean Penn

Nació hace 54 años en Santa Mónica (California, Los Ángeles, EE UU). Segundo hijo de la actriz Eileen Ryan y el actor, director y escritor Leo Penn. La gran pantalla ha sido testigo de su evolución personal y de sus dotes camaleónicas para la actuación. Su carrera está jalonada de exitosos papeles, como el que interpretó en Pena de muerte (1995). Ganó el Oscar al mejor actor en dos ocasiones: por su trabajo a las órdenes de Clint Eastwood en Mystic River (2003) y por su interpretación en Mi nombre es Harvey Milk (2008). Fuera de los rodajes, ha consolidado una personalidad de las más outsiders de Hollywood, además de implicarse en la reconstrucción de Haití tras el terremoto de 2010 que arrasó el país caribeño.

Puedo imaginarle fácilmente teniendo este tipo de discusión con Javier Bardem. No creo que hayamos comentado esto en concreto, pero sí hablamos mucho de política. Tenemos muchas conversaciones filosóficas. Y de trabajo. A estas alturas nos conocemos muy bien y desde hace tanto tiempo como para que la conversación sea fluida. Es un gran actor.

Hollywood siempre parece un lugar improbable para hacer amigos, dada la competitividad del medio y el tamaño de los egos. Desde mi experiencia, a la hora de hacer amigos, Hollywood es como cualquier otro sitio. Resulta igual de posible e igual de improbable trabar una amistad. Javier [Bardem] y yo nos conocimos mientras rodaba con Julian Schnabel en la península de Yucatán, en México. Yo estuve allí un par de días y somos amigos desde entonces. Cuando hablo de amigos me estoy refiriendo a un grupo muy reducido de personas con las que me une una gran amistad. Hay un grupo más amplio por el que siento afecto o con quienes mantuve una fuerte conexión en un periodo determinado, pero que después no he seguido alimentando. Ese pequeño círculo de personas con las que me gusta pasar el tiempo está compuesto a la mitad por amigos que lo son desde el instituto.

Amigos como Charlie Sheen y Emilio Estevez, a quienes de algún modo debe su carrera en Hollywood. Siempre me recuerdo jugando mucho más con ellos que con mis hermanos. Éramos vecinos y estuvimos siempre juntos durante la época en el instituto de Santa Mónica. Por supuesto, nuestro juguete preferido era una cámara de formato super-8. Eso y todo lo que se habían traído de Filipinas cuando su padre estuvo rodando Apocalypse Now. Un par de manos protésicas ensangrentadas. Cosas así. No es que me tomara muy en serio lo de ser actor. Como mucho, pensé en ser director. Pero siempre andábamos cortos de actores. Además, no sabía cómo convencer a la gente para que me diera los millones de dólares necesarios para dirigir una película.

Eso no parece haber cambiado mucho. Si incluimos el largometraje que está ultimando como realizador, The Last Face, ha dirigido ocho filmes. Han tenido que pasar más de siete años para volver a ponerse detrás de las cámaras, pese a manejar presupuestos muy bajos para esta industria. ¿Cuál es el problema? ¿Falta de confianza? No creo que mis películas sean low cost. Serán de bajo presupuesto para los estándares de Hollywood, pero en mi mundo yo no llamo bajo a un presupuesto de 20 millones de dólares (18,6 millones de euros). The Last Face nace de una sugerencia de Javier Bardem. Yo conocía el proyecto, pero charlando durante el rodaje de Caza al asesino, Javier lo sacó a relucir. Como conocía a la persona que había comprado la opción, me puse a hacer de cupido. Una cosa llevó a otra, y cuando se pusieron a hablar de directores sugerí mi nombre.

¿Cuál es el criterio que separa esas películas en las que acepta ser actor de las que se reserva como director? Déjeme antes que conteste a la pregunta anterior. Es cierto que suele pasar mucho tiempo entre proyectos, pero la verdad es que hasta la fecha he hecho todas las películas que he querido y cuando he querido. No hay ningún proyecto que haya querido hacer y no haya llevado a cabo. Por el contrario, solo he realizado las películas que he querido hacer. Lleva tiempo, porque dirigir un filme es una carnicería. Me chupa la sangre. No se trata solo de encontrar un proyecto. Tengo que estar seguro de que el amor, el interés, me durará al menos uno o dos años. Eso es lo que te toma como director completar un rodaje. No es fácil. Tampoco digo que falten guiones. Incluso podría escribirlos. Pero tengo que encontrar esa idea. Siempre digo que si uno va a invertir su vida en un proyecto, más vale que sea algo personal.

¿Quiénes son los directores que más admira? ¿De quién ha aprendido más? Alejandro González Iñárritu. Sin duda. De lo mejor que tenemos. Lo mismo que Clint Eastwood. Muy diferentes. Martin Scorsese también me ayudó mucho. Cuento con una escuela de más de 60 películas a mis espaldas si incluyo toda mi filmografía. Y hay muy pocos que puedan decir lo mismo. He tenido la mejor butaca en las clases que me han dado Alejandro, Clint o Terry Malick cuando he trabajado con ellos. Le diré una cosa: son muy diferentes entre sí y cada uno tiene su ojo. Pero con ninguno de ellos te aburres.

Escena de 'Caza al asesino', la nueva película de Sean Penn, donde comparte planos con Javier Bardem (a la izquierda).
Escena de 'Caza al asesino', la nueva película de Sean Penn, donde comparte planos con Javier Bardem (a la izquierda).Album

No ha contestado a la pregunta que le hice antes, sobre el criterio con el que separa qué proyectos hace como actor o como director. En más de una ocasión ha mencionado su deseo de retirarse del cine, de la interpretación. ¿Sigue pensándolo? Como me dijo Dustin Hoffman en una ocasión, lo mío no era cansancio, sino desencanto. Me crié con el mejor cine, el menú que se servía en los setenta y que incluía algunas de las películas más extraordinarias hechas en Hollywood. No estoy cansado de Hollywood. Simplemente, mi vida está llena con otras cosas que me tienen ocupado. Ya sean razones personales o ese otro trabajo que hago. Además, no soy de los que entran en pánico cuando no trabajan. De hecho, a veces no hay nada mejor que sentarse en una butaca a no hacer nada. Es mi propia versión de la siesta [risas]. ¡Una siesta que a veces me dura varios años!

¿Se refiere a esos momentos en los que le gusta aislarse del mundo? Como decía Bob Dylan, yo no me considero un artista recluso. Más bien un actor exclusivo. Así me siento cuando estoy en mi mejor momento. Exclusivo. Único. En forma. Pero en cuanto bajo la guardia se me cuela algún idiota por la puerta. De ahí que me recluya más en cuanto me siento cansado, cuando me aburre la compañía de los que me rodean. Cuando esto ocurre, estoy presente y parece que disponible, pero realmente no estoy ahí.

¿No se cansa de ser el rebelde de Hollywood? No creo que sea tan rebelde. Lo que ocurre es que la sociedad que me rodea está cada vez más contenta consigo misma, con el orden de las cosas. Vamos, que hoy día no hay que rebelarse mucho para ser considerado un rebelde. Y sí, te puedes llegar a sentir solo y frustrado. Especialmente, cuando formas parte de esta cultura del entretenimiento volcada en respuestas rápidas y soluciones aún más rápidas; que busca resultados inmediatos a las necesidades del mundo que nos rodea; una cultura que valora cada vez más lo que menos me interesa. Sé que los grandes cambios se dan a largo plazo y que hay que tener visión de futuro. Así que lo de rebelde depende mucho de cómo lo mires. Yo me siento mucho menos rebelde de lo que creo que cualquiera de nosotros debería ser.

Se acaba de cumplir el quinto aniversario del devastador terremoto que le llevó a Haití con ese “otro trabajo” como embajador en misión especial. ¿Considera que el país está saliendo de la crisis? La reconstrucción de Haití tras el terremoto es extraordinaria, pero ahora nos encontramos con todos los problemas que existían antes del seísmo. La pobreza, la falta de trabajo, la falta de un producto exportable, la corrupción… Un problema como la corrupción sería fácil de arreglar con la presencia de una clase media. Pero mientras la corrupción mantenga ese abismo entre los pocos que tienen y los muchos que no tienen, mientras no se permita la formación de una clase media, la población restante tiene suficiente con sobrevivir a diario como para meterse en política, como para encontrar su voz. El panorama está cambiando mucho y la interconectividad que disfrutamos en la actualidad será beneficiosa. Especialmente en las economías emergentes, en los países en vías de desarrollo. Los que no tienen voz se podrán hacer oír, podrán estar conectados.

Sean Penn en una imagen de 1983, durante el rodaje de 'Bad Boys'.
Sean Penn en una imagen de 1983, durante el rodaje de 'Bad Boys'.Album

¿Defiende, por tanto, las virtudes de Internet? ¿Yo? No tengo ni Twitter ni Facebook. Diría que ni tan siquiera tengo un portátil. Y lo mismo que veo el beneficio de la conectividad en la coexistencia de la humanidad, veo que en las economías más acomodadas Internet se utiliza más para la nimiedad que para la información.

Antes hablaba de lo que cuesta conseguir el dinero para dirigir sus películas. Pero hace unos meses consiguió 6 millones de dólares (5,6 millones de euros) de Hollywood en una gala benéfica a favor de Haití. Asistieron, entre otros, Charlize Theron, Reese Witherspoon, Salma Hayek y Chris Martin. ¿Es más fácil suprimir la mala conciencia de una industria más conocida por sus excesos? Hollywood es una olla llena de talento tanto en el lado creativo como en el comercial. Y como cualquier otra industria, está interesada en un comercio responsable. El egoísmo y los excesos son un hecho, como en cualquier otro negocio. Hollywood no es ninguna excepción. Y la falta de imaginación es un hecho. Pero en situaciones como la que comentamos, el apoyo que puedes conseguir dentro de esta industria es probablemente mayor que en cualquier otra. Se trata de gente concienciada, aunque no todos. La mayor parte de los asistentes a una gala así vienen a cenar, a escuchar el concierto gratis y marcharse a casa. Pero los hay a quienes les importa lo que está ocurriendo y son los que acaban haciendo posible una suma semejante.

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