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el pulso
Columna
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Puntos de fuga del arte

Las normas para sacar arte de Reino Unido son tan permisivas que en 2013 perdieron 33.000 piezas. También sucede en España

Miguel Ángel García Vega

España ha sido uno de los países más saqueados de la historia. Y ya sabemos que la pérdida de patrimonio es la pérdida de la identidad. ¿Cómo se sentirá Grecia sin los mármoles del Partenón? ¿O Colombia sin el archivo personal de García Márquez? Sostiene Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, que en el caso del Nobel “hay que respetar la decisión de los herederos”. Será así, pero el problema preocupa.

Durante la invasión napoleónica (1808-1814), los generales franceses Soult, De Faviers, Desollé, Eblé y Sebastiani orquestaron una operación de rapiña sobre el patrimonio artístico español que terminó con la pérdida de miles de obras. En 1958 el profesor Juan Antonio Gaya Nuño documentó la existencia de 3.150 pinturas que salieron de España de forma irregular. Murillos, zurbaranes, goyas, velázquez. Unos años después añadió a ese infamante catálogo 334 piezas más. Esta sangría es un problema actual.

Hace unos meses el periódico inglés The Guardian defendía que “era hora de acabar con las leyes de exportación y conservar lo que tenemos”. Las normas para sacar arte de Reino Unido son tan permisivas que calcula que en 2013 perdieron 33.000 piezas, entre ellas Niño con paloma (1901), una obra maestra de Picasso. ¿Los compradores? Multimillonarios árabes y estadounidenses a la búsqueda de grandes trofeos. También sucede en España. Los números del Ministerio de Cultura revelan que aumentan las compras de extranjeros y las piezas que salen fuera para ser vendidas. Estas dos partidas sumaron 418 millones de euros el año pasado, 63 millones más que en 2013. “Los agentes extranjeros están sobrevolando [galerías, colecciones y subastas] como buitres”.

Alguien, una vez, en el Prado, propuso vender algunos de los 500 dibujos que atesora de Goya

Esa frase la escucho en Londres. Llega de la conservadora y comisaria Manuela Mena. Converso con ella y recuerda que alguien, una vez, en el Prado, propuso vender algunos de los 500 dibujos que atesora de Goya. “Fue un disparate producto de la ignorancia” que no se consumó. Pero otras veces el disparate sí sucede. En 1976 se autorizó la venta de La crucifixión de San Andrés —una sobrecogedora tela fechada en 1607 de Caravaggio perteneciente a la colección madrileña Arnaiz— porque se dudó sobre su autoría. El dislate tuvo, incluso, el plácet del Prado. Hoy cuelga en el Museo de Cleveland (Estados Unidos). “Un fallo tan grave es raro. Algo así ocurre una vez cada 40 años”, justifica el catedrático de Historia del Arte Francisco Calvo Serraller, quien advierte de que el problema real es que el “99% del patrimonio español está sin declarar”. Es la treta para no pagar impuestos y evitar que el Estado prohíba su exportación.

Porque lo que abandona el país cuesta un mundo recuperarlo. Aunque la pelea merece la pena. Una de las razones por las que el barón Thyssen dejó en España su colección –cuando las ofertas de la primera ministra británica Margaret Thatcher o el Getty Museum de Malibú eran mejores– fue que el Gobierno español recuperó, tras pagar seis millones de dólares de la época, La marquesa de Santa Cruz, un lienzo capital de Goya que en 1983 había salido ilegalmente del país. Un esfuerzo que le recordó su propio empeño por recuperar las obras que pertenecieron a su padre y que sus hermanos pusieron a la venta tras su muerte. Ya avisa Mafalda que las herencias nunca se reparten, sino que se descuartizan.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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