Un problema de diseño
Un tribunal egipcio condenó a once años de cárcel a un grupo de mujeres por parar el tráfico y soltar globos al aire. En el juicio las encerró en esta jaula como si fueran animales. Por Juan José Millás
Las jaulas no se inventaron para los seres humanos. O sí, no seamos ingenuos. Pero, reconozcámoslo, viene a ser como si el ratón hubiera inventado el cepo o la mosca el insecticida. Una conquista inversa de la inteligencia, un hallazgo al revés. La fotografía de hoy nos provoca un malestar profundo. Estas trece chicas, la mitad de ellas menores de edad, han sido condenadas por un tribunal egipcio a once años de cárcel por parar el tráfico y soltar globos en una manifestación contra el golpe de Estado. En realidad son catorce, pero una no ha salido en la foto, debe de andar por ahí, mimetizada entre sus compañeras. Durante el juicio, o simulacro de juicio, permanecieron entre esas rejas que abundan en los parques zoológicos de cuarta. ¿Por peligrosas? Quizá. Se les nota el peligro en la cara. Introduces ahí el brazo y lo pierdes. Esto es lo que ha dado de sí, más bien de no, la primavera árabe.
Pero a lo que íbamos es al asunto de la jaula. Por una cuestión de dignidad y de estética, este tipo de construcciones, pensadas para protegernos de los malos, deberían tener un diseño distinto, de forma que no se parecieran de ese modo a las de las fieras. Tantos siglos y tantas energías gastadas en alejarnos del orangután, tanto corte y confección, tanta escritura cuneiforme, tantos ritos funerarios, tantos dólmenes y tantos rascacielos, tanta corbata, tantos esfuerzos por caminar erguidos, y de repente, al colocar a nuestros semejantes detrás de esos barrotes, caemos en la condición animal de la que procedemos. Y todo por un problema de diseño.
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