El papel ha muerto... ¡viva el papel!
El Prado saca a la luz en 'No solo Goya' sus últimas adquisiciones de obra gráfica - El catálogo de la muestra es el primero editado en formato electrónico
Definitivamente, es un mundo de paradojas. Una muestra llamada a celebrar la relevancia en el Museo del Prado de la obra en papel y el hechizo perpetuo de la tinta pasará a la historia como la primera cuyo catálogo será un libro... electrónico. El extenso aparato teórico y documental de No solo Goya -delicada exposición que hasta el 31 de julio ocupará una de las salas de la ampliación de Moneo con 110 piezas entre dibujos, estampas y fotografías- cabe, en formato PDF, en un lápiz USB de los modestos. Pero encierra un saber enorme, según José Manuel Matilla, jefe del Departamento de dibujos y estampas del Prado. "Nos ha permitido incluir información ilimitada sobre cada una de las piezas, así como hipervínculos y actualizaciones permanentes", explica el comisario. Entusiasta del nuevo formato para los asuntos académicos, ha sido el encargado de la selección, efectuada entre las obras adquiridas por el gabinete desde 1997. El trabajo está disponible para su descarga gratuita en la web de la pinacoteca.
Miguel Zugaza: "Son verdaderos objetos de arte, a veces, los más elocuentes"
La exposición, exquisita en dimensión y ambiciones, se presentó ayer como un doble acto de justicia poética. Con ella, se reivindica el papel de los trabajadores meticulosos del departamento en las colecciones del Prado, un conjunto de unas veinte mil piezas cuyo corazón sigue siendo en pleno siglo XXI el Legado Pedro Durán, de 1931. A ello contribuye sin duda la puesta en escena: la sala, acondicionada en la penumbra para no dañar las obras, está situada bajo el lugar donde se aloja el gabinete desde 2007, cuando, tras la ampliación, el equipo pudo disponer por primera vez de una sede. La otra defensa la desplegó Miguel Zugaza, director del museo: "Estamos aquí para poner el valor del dibujo como disciplina artística. No cuenta con la visibilidad de otras, pero eso no le resta grandeza. Son objetos de arte, a veces, los más elocuentes".
El título, variación de aquella firma con la que el genio aragonés rubricó un retrato de la duquesa de Alba, no es casual. No solo de Goya viven las recientes adquisiciones del gabinete. Se han incluido, claro, varias obras del pintor (desde cartas procaces firmadas desde el exilio bordelés hasta la pieza más cara, el Toro mariposa, adquirida por Cultura en 2006 por 1,9 millones de euros). Pero el protagonismo es esta vez (pese a una "obsesión" declarada del departamento por Goya) para delicadas piezas de los maestros españoles, catas de colecciones importantes, cuadernos de artista o hasta negativos de cristal.
La muestra se ha dividido en ocho partes: los dibujos españoles (con sobresalientes aportaciones de Ribera, Paret, Alonso Cano o un sensacional Francisco Pacheco); el inagotable Goya; la colección Madrazo (además de pintores capitales del XIX español fueron avezados coleccionistas de, entre otras piezas, un diminuto dibujo de Fortuny); la colección Cervelló (que llegó asociada a la impresionante biblioteca); o los cuadernos de dibujos. Al final aguardan tres secciones de fotografía: la dedicada a los álbumes (de Thomas Harris o Jean Laurent), la que emplea al museo como modelo y otra que estudia la relación entre la disciplina y los artistas.
Tras el recorrido, quedan fijadas las varias misiones del dibujo. Sirve como fin en sí mismo (El juicio final, de Francisco Pacheco, acaso el más importante del siglo de oro y todo un canto a la minuciosidad); como elemento preparatorio (ese primer estado de la vista norte de la romana Galería Fornese, de Volpato); o como pista biográfica del artista, cuya intimidad queda retratada en su forma de emplear un cuaderno.
El conjunto, admite Matilla, respira cierta contemporaneidad. En estos tiempos en los que el arte y la vida se obsesionan con el archivo (del grandioso Google a las memorias exógenas o el anacrónico coleccionismo físico), estos trozos de papel, pedazos de historia cuidadosamente iluminados, adquieren en el Prado una nueva e insólita dimensión.
Babelia
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