Maradona con orquesta y coro
El Festival de Teatro de Nápoles rinde homenaje al futbolista en el San Carlo
Suenan las notas endemoniadas de Niccoló Paganini, el jovencísimo violín solista Edoardo Zosi se retuerce en busca de agudos imposibles y, al fondo del escenario, Maradona se va de uno, se va de dos y de tres y burla al portero con un exquisito toque de zurda. La gente que llena el teatro San Carlo murmura, ríe, contiene los aplausos y no sabe si mirar al violinista o al virtuoso que convirtió el fútbol en una de las bellas artes. El fútbol en el templo de la lírica: solo podía pasar en Nápoles, la ciudad donde la ópera es un divertimento popular y donde el pueblo convirtió a Diego Armando Maradona en un patrono laico tan importante como Totó o San Genaro. Aquí, Paganini es una gloria, el San Carlo una riqueza y Maradona es Dios, Diego, El Diez. De forma que la obra se titula El Diego, concierto número 10, música de autor para Maradona y orquesta.
El autor es Roberto de Simone, de 76 años, napolitano, gran supersticioso y recopilador de canciones, leyendas y objetos populares. Cuando al final acaban la música y la imagen, una parte de la platea llora de emoción recordando los viejos y buenos tiempos, cuando Maradó enamoró a la ciudad, ganó cinco títulos y ayudó a vengar siglos de pobreza, invasiones y desprecios.
La solemnidad del San Carlo sabe hoy a San Paolo. Algún espectador lleva incluso la camiseta del Nápoles. Antes de empezar la función, se enciende el vídeo. El Pelusa se ha enterado de que el Festival de Teatro de Nápoles le dedicaba esta obra y antes de irse a Sudáfrica con la selección ha mandado un breve vídeo con un saludo para sus aficionados. "Lo hicimos todo contra todos y eso no lo podrá borrar nadie. No hagáis caso a lo que dicen por ahí. Yo seré siempre Diego El Napolitano. Un bacio, Napoli".
De Simone aceptó el reto de rendir tributo al ídolo y lo dividió en dos tiempos: en el primero, la orquesta del San Carlo, dirigida por Pietro Mianiti, ejecuta el Concierto N.1 en Re mayor de Paganini (que se estrenó aquí mismo), y compite con las imágenes del fenómeno en acción, montadas por Carlo Alvino. Desde 1974 en adelante, Maradona en Argentinos Juniors y Boca Juniors, en el Barcelona y la albiceleste, finalmente en Nápoles.
Imágenes casi borrosas, algunas inéditas, de contenido excelso: nadie jugó nunca así, con ese talento, ese atrevimiento, esa inspiración. Jugadas de todos los colores, fantasías animadas, goles imposibles, rabonas, recortes, escapadas, chilenas, cambios de ritmo, taconazos, golpes francos que son caricias, la burla al defensa en la línea de gol del Bernabéu...
Ahí empieza la segunda parte. El astro ficha por el Nápoles y empieza el delirio. Llegan los triunfos sobre la Juventus, el Inter, el Milan, bárbaros del norte. El Sur existe, por fin. Especialmente compuesta por Roberto de Simone, la pieza Letanías para la escandalosa y la magnífica. Himno a Isis resume en 23 minutos la gracia, el ingenio y la inimitable capacidad para el amor y el exceso de los napolitanos. Sobre el escenario hay más de 200 personas. La orquesta se refuerza con la celesta, instrumento romántico, vientos y percusiones; al coro se suman 13 cantantes napolitanos que repiten el canto tribal.
Explica De Simone: "Paganini representa la perfección técnica, el virtuosismo. La maestría de un artista del violín y la de un artista del balón, puestas a dialogar. Mi cantata se relaciona con el aliento mítico y romántico que Maradona adquirió en la ciudad. Muchos se identificaron con el héroe pobre que alcanza notoriedad y éxito. Y, junto a eso, la imagen de una transgresión más propia de las clases ricas: evasión fiscal, droga, aunque, paradójicamente, Maradona todavía paga hoy sus excesos, al contrario de lo que sucede en ciertos ambientes de la burguesía".
Quizá por eso, Maradona sigue siendo un Papa para Nápoles. Por la noche, en la plaza del Plebiscito, miles de personas siguieron por pantalla gigante la representación del San Carlo.
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