Lucía Puenzo y su 'El niño pez' convencen a los escépticos
¿Cuál es el proceso que lleva a la creación de una leyenda? Alrededor de este pregunta la directora argentina Lucía Puenzo escribió con tan sólo 23 años su primera novela. El viernes, nueve años más tarde, El niño pez, la adaptación al cine de su propio libro, inauguró la sección Panorama Special (fuera de concurso) de la Berlinale. Tras el éxito de XXY, que ganó el Gran Premio del Jurado en Cannes en 2007, el segundo largometraje de la directora argentina ha causado reacciones enfrentadas en su proyección.
La del niño pez es una leyenda que la joven Ailín, empleada paraguaya de una familia aristocrática de Buenos Aires, se inventa para superar un trauma de su adolescencia. Pero también es un hilo que une en una atormentada historia de amor a la empleada y a Lala, la hija de la familia argentina de su misma edad.
A partir de estas premisas, la película se va transformando a lo largo de una hora y media desde el relato de un amor homosexual a un road movie entre Buenos Aires y Asunción para terminar en un thriller con tiroteos y fuga desde la cárcel. Toca temas tan distintos como una relación lesbiana que se consume a escondidas, el incesto, la corrupción policial, los conflictos generacionales y hasta el entrenamiento de perros.
Energía en el escenario
El público de la sección Panorama suele estar compuesto por cinéfilos que no se cortan en salir de la sala a los diez minutos de película si algún detalle no les convence o en atacar con preguntas cínicas a directores y actores en el debate posterior.
En el caso de El niño pez, la reacción fue doble. Varias personas dejaron la sala, aunque al final hubo un aplauso prolongado. La crueldad de las preguntas fue anulada por el carisma de Puenzo, energía pura en el escenario: contesta en modo preciso, completo y divertido.
"Para adaptar la película tuve que liberarme de todo lo literario", explica Puenzo después del debate. "Y para lograrlo fue necesario sacrificar el punto de vista", que originariamente era el del perro Serafín. "En este proceso el género se impuso y la película se hizo más densa y más oscura".
Según Puenzo, el montaje fue la fase decisiva de su obra, ya que fue en este momento cuando encontró el "estallido" que andaba buscando. En la película revertió el orden cronológico de la versión literaria: "El filme arranca con la huida, momento en el que la protagonista Lala toma conciencia de sus acciones", y así empuja "a que el espectador reconstruya con ella los acontecimientos que la han llevado al viaje".
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