El niño bonito de Tarantino
No sé qué puede tener de interesante un gordo chileno de 24 años con caspa, psicópata, tocahuevos y adicto al trabajo". El autorretrato de Nicolás López chorrea vitriolo. Es su respuesta a la pregunta de qué le ven los poderosos Quentin Tarantino, Guillermo del Toro, Robert Rodríguez o Salma Hayek a este guionista, director y productor para bendecir su nombre como la última sensación del cine latino. Claro que, después de la dosis de autoflagelación, López admite comprender el hecho de que "un director que hizo una película de adolescente con menos de medio millón de dólares y que ha funcionado mejor que algunas que han costado 20 debe de sonar a buen negocio".
Se refiere a Promedio rojo, su primer largometraje, rodado cuando tenía 20 años. El filme -"asquerosamente autobiográfico"- trascendió la limitada audiencia chilena y se convirtió en una pieza de culto que circuló por los festivales independientes de medio planeta. "La película más divertida del año", sentenció Tarantino. "Nicolás es un ser bizarro, prueba de que la masturbación produce taras permanentes", pontificó Del Toro. López ingresaba con honores en el club al que siempre quiso pertenecer.
"Ya no existen países pequeños, sino con poco ancho de banda. Chile es el futuro. Espero rodar mucho acá"
Ya el título de su primer corto, grabado a los 15 años, dejaba claro el amor propio del autor. Pajero trataba de un chico al que interrumpen cuando se masturba. El descaro y la frescura de este chaval, hijo de publicista y ama de casa, fue una sorpresa en el panorama cultural de Chile, que empezaba a bullir tras la dictadura de Pinochet. El onanista en cuestión no era un completo desconocido. Desde los 12 años, López escribía en El Mercurio, el periódico más prestigioso del país. "Mandé un fax con mis escritos y, para mi sorpresa, me aceptaron. Contaba en vivo y en directo lo patético que era ser un escolar obeso y fanático de los cómics". Promedio rojo no es más que la versión cinematográfica de unas columnas que, entre otras cosas, le reportaron a su autor los fondos para fundar su productora, Sobras.com -"subía a Internet toda la basura que se negaban a publicarme"-, y a la muy exclusiva British High School de Santiago de Chile los argumentos para expulsar a López a los 16 años, cumpliendo así "el sueño mojado" del afectado.
Hacía mucho que Nicolás tenía la escuela en casa. "A los 12 años, Internet apareció en mi vida y el mundo se abrió". Con el dinero del periódico y sus primeras producciones -Ángel negro convocó en 2000 a 60.000 espectadores- compró o copió "todo John Waters, Sam Raimi, Robert Rodríguez, Tarantino, Del Toro, De la Iglesia, Santiago Segura, Amenábar, Medem, y todos los cómics que cazaba en la Red". El resto de sus cualidades confesas hizo el resto.
"Toqué miles de puertas hasta que algunas se abrieron", reconoce acerca de su propensión a "implorar a quien sea una frase, una recomendación, que hagan el jodido favor de ver mi peli". Es fácil imaginar a este híbrido de Alex de la Iglesia y Santiago Segura -alopecia precoz, gafas king-size, camiseta autoalusiva- pululando por los eventos del cine indie. Así fue como Tarantino y Del Toro le dieron su bendición. Como Robert Rodríguez se implicó con él hasta el punto de coproducir -junto a la española Drive- su nuevo largometraje. Santos, a punto de estrenarse, es "una comedia romántica sobre el fin del mundo", con Elsa Pataky, Leonardo Sbaraglia y Guillermo Toledo en el reparto. Se ha rodado en Chile, por supuesto. "Ya no hay países pequeños, sino con poco ancho de banda. Espero rodar mucho acá, en vez de ir a Los Ángeles como una niña pidiendo trabajo de rodillas a los estudios". No ha hecho falta. Salma Hayek ha sucumbido a su encanto. Su productora Ventanazul, integrada en MGM, pagará 178 Jack Johnsons, la próxima película de López. "Básicamente, Terminator en plan comedia romántica. Sí, otra. Me gustan las comedias románticas donde explotan cosas, pero no se lo digan a Salma, que me acaba de llegar el primer cheque y aún me debato entre comprarme un HD-DVD o un Blue Ray".
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