"La ópera debe conectar con el presente"
José Cura (Rosario, Argentina, 1962), tenor. También es director de orquesta, compositor, director de escena y tiene su propio sello discográfico. No concibe la ópera como una simple exhibición canora y reivindica el derecho a buscar su propia interpretación de un personaje sin doblegarse ante las tradiciones. El tenor argentino, nacionalizado español, protagoniza Andrea Chénier, de Giordano, hasta el 17 de octubre, en el Liceo de Barcelona; aunque vive en Madrid, lleva casi siete años sin actuar en el Teatro Real, tras un polémico enfrentamiento con parte del público en una función de Il trovatore. "No basta con cantar; hay que meterse en la piel del personaje, y buscar los matices y colores vocales que definan su estado de ánimo", afirma.
"El público de la generación de mi padre es ciego a la innovación teatral"
Pregunta. En la ópera sigue siendo raro ver a cantantes que, además de cantar, arriesguen y se dejen la piel en la interpretación teatral de un personaje. ¿El culto a la voz sigue vigente en las plateas?
Respuesta. La resistencia a entrar en la dimensión teatral de la ópera no viene de las nuevas generaciones, sino de la de mi padre, que son los que llenan los teatros ahora. Es un público ciego a la innovación teatral porque ésa es la forma en que aprendieron a amar la ópera, y viven en el pasado con una nostalgia melodramática. Lo respeto, pero reivindico el derecho, como cantante, a no hacer eso, a no vivir anclado en el pasado, a no repetir siempre lo mismo. La ópera debe conectar con el presente.
P. ¿Cómo prepara un personaje?
R. Con mentalidad de director de orquesta y, también, de director de escena. Soy compositor y me gusta analizar la partitura hasta encontrar la clave de cada escena, el porqué de cada matiz para plasmar los sentimientos de un personaje. Me gusta documentarme, reflexionar sobre la personalidad del papel que canto, y compartir mis ideas y hallazgos con los directores del montaje y los otros cantantes. Si tengo confianza con ellos, les sugiero probar cosas nuevas para profundizar en las relaciones que los personajes viven en escena.
P. Maria Callas luchó por renovar la expresión teatral del canto, y hoy, cuando se cumplen 30 años de su muerte, no hay un referente similar en el mundo operístico.
R. Pero muchos seguimos su ejemplo. A veces hay que sacrificar la pura belleza vocal para lograr la veracidad teatral. No te puedes morir como Otelo, con un puñal clavado en el estómago, cantando como si nada. En el canto tiene que reflejarse esa agonía, con una voz más oscura, sofocada. La ópera es teatro, regido por un pensamiento musical, pero teatro que obliga al cantante a ser también actor. Por cierto, actualmente, nadie pone en tela de juicio la revolución interpretativa obrada por Maria Callas, pero conviene recordar que murió sola, amargada y olvidada. Y el público que hoy la venera es hijo del público que la denigró.
P. ¿Cómo puede competir la ópera del siglo XXI con los macroconciertos, el cine o las nuevas tecnologías para atraer al público?
R. La ópera, el ballet y el teatro puro son los únicos espectáculos en los que el artista actúa solo y sin red. El público puede conectar con lo que el ser humano puede hacer por sí solo, sin artilugios. Por eso resulta tan cruel ese tipo de espectador que está dispuesto a juzgar a un artista por comparación con lo que ha escuchado en un disco. Hay muchas voces que impresionan en disco, y después, en el teatro, ni las escuchas.
P. Al ser un tenor famoso, muchas personas no se toman en serio su carrera de director de orquesta. Le pasó a Plácido Domingo y parece que se repite con usted.
R. He nacido músico y he sido antes guitarrista y director de orquesta que cantante. No descubrí las posibilidades de mi voz hasta los 28 años, e inicié mi carrera como solista, director y compositor. Sé que hay cantantes que hacen carrera con una mínima formación musical, incluso algunos han triunfado sin saber leer una partitura, y cantan muy bien sin tener más conocimientos. Pero en mi caso, la música es mi pasión y todo lo que hago en escena cantando, por extraño o extravagante que parezca, tiene justificación musical, porque responde a matices e indicaciones que están en la partitura. Como director, tengo el reconocimiento de las orquestas con las que trabajo, y no me contratarían si el resultado musical fuera malo. El próximo 19 de octubre dirigiré el concierto inaugural de la temporada del Teatro San Carlos de Lisboa con una gala operística en la primera parte y la Novena de Beethoven en la segunda.
P. También ha probado fortuna en la dirección de escena.
R. Mi actividad fundamental es como tenor, porque estoy en la plenitud de mi carrera. Pero me gusta hacer más cosas, no por capricho, sino por necesidad artística. Me apasiona dirigir orquestas y me tienta cada vez más la dirección de escena. He tenido ya varias experiencias y ahora preparo la escenografía y puesta en escena de Un ballo in maschera, que dirigiré en la ópera de Colonia en 2008.
P. Desde su polémico enfrentamiento en 2000 con parte del público del Teatro Real no ha vuelto a cantar en este coliseo. Debe de ser duro actuar en los grandes teatros del mundo y no pisar el de la ciudad donde vive.
R. Sí, es una situación muy rara. Por mi parte, la polémica está cerrada y olvidada. Añoro, sin embargo, la sensación de cantar en el teatro de la ciudad en la que vivo y de poder dormir en casa tras una función. Espero volver algún día al Teatro Real. Su director artístico, Antonio Moral, vino a verme durante las funciones de Otelo en el Liceo en 2006, y me dijo que me enviaría una propuesta, pero aún no la he recibido. Con el Liceo sí he firmado un nuevo contrato para hacer Cavalleria rusticana e I Pagliacci en 2011. La verdad es que no tengo muchos contratos en España, y en mi agenda sólo figura para 2008 un montaje de Sansón y Dalila en Santander.
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