Cien años al ritmo de Debussy y los Beatles
Hace 40 años Gabriel García Márquez publicó en Buenos Aires su obra maestra
Aquel día lloró como ni siquiera en sus novelas está escrito. Y tenía 39 años Gabriel García Márquez cuando, esa mañana de 1966, se derrumbó en lágrimas sobre la cama como un niño huérfano. Su esposa Mercedes Barcha, al verlo tan desamparado, supo de qué se trataba: el coronel Aureliano Buendía acababa de morir.
Un duelo perpetuo que, el 5 de junio de 1967, el autor colombiano vio acompañado de alegría al saber que esa historia comandada por el coronel, bajo el título de Cien años de soledad, iniciaba su universal parranda literaria en Buenos Aires. Todos querían conocer la saga de los Buendía en Macondo, esa tierra donde realidad, ficción, más allá e imaginación encontraron la alquimia de la convivencia, cumplidos los siguientes pasos.
- La fuente. García Márquez (6 de marzo de 1927) vivió hasta los 8 años en Aracataca en casa de sus abuelos maternos: el coronel Nicolás Ricardo Márquez, que le contaba sus días en la Guerra de los Mil Días, y Tranquilina Iguarán, que lo disciplinaba con historias de ultratumba.
- El embrión. En 1948, como reportero del periódico El Universal de Cartagena de Indias, y animado por los cuentos publicados en El Espectador, Gabriel García Márquez empezó a escribir su primera novela. Se llamó La casa. Descubrió que su vida era novelable tras haber leído Las mil y una noches, a Kafka, a Sófocles, a Virginia Woolf y a Faulkner.
- La confirmación. En el año 1950 viajó con su madre a vender la casa de los abuelos y se reencontró con su pasado. Allí volvió a leer el nombre de una finca con resonancias poéticas: Macondo. Redondeó la idea de una obra donde sucediera todo en una casa.
- México. Tras Bogotá y Europa, se instaló en 1961 en México DF., donde vivían sus amigos, las parejas Álvaro Mutis-Carmen Miracle y Jomí García Ascot-María Luisa Elío (dos españoles exiliados de la guerra). Mutis le dio dos libros: "Léase esa vaina para que aprenda cómo se escribe". Eran Pedro Páramo y El llano en llamas, de Rulfo.
- El destello. Después de cuatro años de sequía literaria, a comienzos de 1965, mientras llevaba en un Opel blanco a su esposa y dos hijos de vacaciones a Acapulco, vio cómo debía escribir La casa: sucedería en un pueblo, y descubrió el tono: el de su abuela que contaba cosas prodigiosas con cara de palo. Y regresó a su casa de San Ángel Inn.
- El inicio. Cogió sus ahorros: 5.000 dólares y se los entregó a su esposa para el mantenimiento del hogar mientras se dedicaba a escribir. La cueva de la mafia fue la habitación donde, en la primavera de 1965, se exilió con la enciclopedia británica, libros de toda índole, papel y una máquina Olivetti. Escribía hasta las ocho y media de la noche al ritmo de los Preludios de Debussy y Qué noche la de aquel día de los Beatles.
- Cómplices. En septiembre le contó la sinopsis de la novela a María Luisa Elío. Por su entusiasmo la convirtió en su cómplice, de tal manera que a ella y a su marido dedicaría la novela. Las parejas García-Elío y Mutis-Miracle, que lo visitaban casi todas las noches, vivieron la evolución de la novela mientras él les consultaba todo tipo de cosas.
- Apuro. En otoño de 1965 el dinero se acabó y las deudas acechaban. García Márquez cogió entonces el Opel blanco y subió al Monte de Piedad a empeñarlo. Una nueva tranquilidad aumentada por las visitas de sus amigos que aparecían con mercados.
- El llanto. En el invierno de 1965-66 el ritmo de la narración llevó a la muerte al coronel Aureliano Buendía, tras haberse salvado de un pelotón de fusilamiento, participado en 32 guerras, tenido 17 hijos con 17 mujeres y terminado sus días haciendo pescaditos de oro. Y él se abandonó al llanto.
Babelia
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