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COLUMNISTAS
Columna
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Regalen gente

No siempre apetece conocer gente nueva. De hecho, la pereza de descubrir a otro resulta bastante descriptible conforme avanzamos en la vida, y eso a pesar de que el cupo de conocidos-necesarios haya sufrido bajas. Sobre todo si ha habido bajas. Nadie sustituye a nadie. Aunque es muy posible que haya quien nos consuele de las pérdidas.

Pero a veces los nuevos conocidos se te imponen con fuerza: la fuerza de la ficción, que, cuando es buena, posee mucha fuerza. Es omnipresente. Yo tengo el gusto de convivir desde hace semanas con unos personajes a quienes conocí, primero, digitalmente (quiero decir que la película la pasaban en Canal +), y de quienes ahora disfruto en mi sala, con el DVD.

Los cinéfilos deben de saber, a estas alturas, que me estoy refiriendo a La mejor juventud, una producción de la RAI puesta en pie en 2003 por uno de esos equipos cinematográficos italianos que te devuelven la fe en el cine de aquel país. Marco Tullio Giordana, director, y los guionistas Sandro Petraglia y Stefano Rulli son los autores de una saga familiar, con los últimos 30 años de la vida italiana como fondo. Que viene a ser nuestra vida, ahora que todos somos un solo Globo.

Tenía que haberla visto antes, ya lo sé. Pasó con rapidez por nuestras salas, estrenada de tapadillo pese a la lluvia de premios recibidos en los más solventes festivales, pero no fue su discreción forzada lo que me alejó de la película, sino el hecho de estrenarse en septiembre, mes en el que suelo hallarme de vacaciones. A mi vuelta, recuerdo que Muñoz Molina y Elvira Lindo mencionaron el filme en algunos de sus artículos, pero se me olvidó buscarlo. Y de pronto, en noviembre (placeres de la televisión de pago), la familia Carati y sus amigos entraron de lleno en mi vida para no abandonarla.

Las terribles inundaciones de Florencia, en el verano de 1966, con aquel ejército de jóvenes estudiantes italianos y extranjeros que acudieron a salvar los tesoros artísticos de la ciudad. Los acontecimientos de mayo del 68. El auge y las matanzas de las Brigadas Rojas, los secuestros y asesinatos; las bombas y matanzas de los fascistas. El asesinato de Aldo Moro. La implantación del matrimonio civil. La reorganización industrial, el despido de 23.000 obreros de la Fiat. Una brigadista regresa: en la radio escucha noticias del asedio de Beirut por Israel en el verano del 82. La Mafia mata. Asesinato del juez Falcone y de otros magistrados, y de sus escoltas. Se persigue a los corruptos del poder para que los corruptores lleguen al poder.

¿Se puede hacer una película con tantos ingredientes y, al mismo tiempo, con un argumento profundamente cercano, humano, familiar? Se hizo. Es La meglio gioventù, título extraído de un poema de Pasolini.

Hay algo más en esta miniseriemaxiobra. El tema de la locura y la salud mental, del débil hilo rojo que separa la una de la otra, y de lo que las personas hacemos para mantenernos a este lado de la línea. Por su localización temporal, La mejor juventud explica casi al detalle la histórica reforma que tuvo lugar en Italia en los años setenta para erradicar de los manicomios las prácticas abusivas, los electrochoques, la penalización del loco como si se tratara de un delincuente. En los setenta, los psiquiátricos más modernos y compasivos iniciaron la política de puertas abiertas que hoy más o menos funciona en los países más civilizados de Occidente.

Con un guión de hierro que se basa, sobre todo, en las profesiones de los personajes (un psiquiatra, un policía, un economista, un obrero: y sin maniqueísmo alguno), y con un carácter clave, Giulia, la esquizofrénica, los guionistas pergeñan una sólida historia de la compasión y de sus difíciles caminos en las tres últimas décadas. No es casual. Petragia y Rulli intervinieron en la película de 1975 Locos de desatar, dirigida por Marco Bellocchio, que documentaba el cambio psiquiátrico.

Así que ya ven. Seis horas con gente, con la historia, con los sentimientos y emociones y frustraciones de mi generación. ¿Alguien da más? Es un buen regalo navideño.

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