"Lo que importa del arte es su vida subterránea"
Juan Muñoz murió el 28 de agosto de 2001 en Santa Eulalia (Ibiza). Tenía 48 años. Han pasado por tanto casi cuatro años desde la desaparición de uno de los artistas más originales del panorama internacional, cuya obra fue reconocida y admirada mucho antes fuera que dentro de su país de origen, España. La Casa Encendida inauguró el 16 de marzo una antología que muestra la variedad de sus registros y que revela el extraño mundo de emociones y de ideas que alimentó su trabajo. El novelista, dramaturgo y crítico de arte John Berger (Londres, 1926) ha venido a Madrid para volver a acordarse de su amigo, y para cerrar con broche de oro la muestra. El viernes, el sábado y el domingo intervendrá en la performance que ambos titularon Will it be a Likeness? (¿Será un retrato?), que se representó en Francfort en 1996 y que dirigió Juan Muñoz (con Tom Stromberg) sobre un texto del propio Berger. La versión radiofónica de la propuesta, que se emitió en la Heissischer Rundfunk y la BBC al mismo tiempo en que se representaba, se puede escuchar en una de las salas de la exposición.
"Lo que no mide el mercado es lo que ocurre cuando una persona se ve afectada por una obra de arte"
"Las cartas de Juan Muñoz eran como billetes de viaje para explorar nuevos territorios"
"Sólo habrá verdadera globalización cuando sea capaz de incorporar las particularidades de cada lugar"
"En sus esculturas se impone el silencio; en sus piezas de radio estaba interesado por la visibilidad"
"Juan era muy amigo de escribir un montón de notas sobre todo lo que se le ocurría", cuenta John Berger, "y algunas de ellas se convertían en cartas para sus amigos. Yo era, afortunadamente, uno de ellos, y recibí sus comentarios como sugerencias para que mi imaginación se pusiera a volar. Sus cartas terminaron por convertirse en una invitación para entrar en su mundo. Eran como billetes de viaje para explorar nuevos territorios".
"Buenas tardes. La semana pasada hablamos del perro y oímos a varios perros ladrando". Con esas palabras, que dice la imponente voz de John Berger, se inicia ¿Será un retrato? La pieza radiofónica incorpora (casi inmediatamente en algunos casos y, en otros, poco después) la traducción al alemán. Se escuchan ladridos. "Dado que la asociación del perro al hombre es inmemorial, este sonido tenía algo de lenguaje hablado. Pero ¿qué es exactamente ese algo?", prosigue el texto. En pocos instantes, la pieza ha conseguido cautivar al que la escucha.
"Hizo varias propuestas radio-fónicas, pero ésta en concreto se pensó inicialmente como una obra teatral", comenta el director Tom Stromberg, que colaboró con Juan Muñoz en la puesta en escena de Francfort y que está también en Madrid para dirigir la recuperación del montaje. ¿Cómo surgió esta pieza, "extraña, peculiar y difícil de realizar", como la define Berger? Él mismo contesta: "De las notas de las cartas. Pero sin planificar nada, nunca como obligación ni como trabajo. Juan estaba fascinado por la radio. Y del mismo modo que en sus instalaciones y esculturas se impone el silencio, cuando trabajaba para la radio estaba profundamente interesado por la visibilidad".
En ¿Será un retrato?, que trata de la presencia y de la ausencia, del silencio y de la música, que aborda el significado de la resistencia política en un mundo en el que todo se compra y se vende y donde reinan el mercado y sus productos efímeros, hay una referencia a un cuadro de Rafael en el que es tal el parecido entre la mujer retratada y su retrato que se lo oye.
"A veces una presencia, una presencia visible, resulta más elocuente, se transmite mucho mejor al desaparecer", ha escrito Berger en la pieza que dirigió Juan Muñoz. De esas cuestiones "extrañas" se habla en la obra. En un mundo que se celebra a sí mismo a través de las grandes audiencias, ¿cómo trabaja John Berger con un material tan delicado y que acaso sólo puede llegar a un reducido número de personas? "Como ocurrió también con Juan Muñoz, que se interesó por expresar su mundo a través de formas diferentes (las esculturas, las instalaciones, los dibujos, las performances, los programas de radio), yo también he practicado fórmulas distintas en mi trabajo. Hay algo muy fuerte en la obra de Juan que tiene que ver de una manera profunda con lo que hago y que acaso se puede expresar mirando sus esculturas. Cuando estás frente a ellas es inevitable preguntarse quién está mirando a quién. Es justo eso lo que me interesa, lo que es difícil de categorizar, de resumir, de atrapar, de cerrar de manera definitiva".
"El éxito en la sociedad actual", prosigue John Berger, "es una cuestión de cantidades: número de copias de un disco, de visitantes en una exposición, de libros vendidos. Es ahí donde manda el mercado, pero el mercado ignora que lo que importa del arte es su vida subterránea, lo que ocurre cuando una persona se ve afectada por lo que ha visto, ha escuchado, ha leído. Esa persona deja ya de ser la que ha sido, puede actuar de manera diferente. Pero es eso, precisamente, lo que no se puede cuantificar. Esos minúsculos cambios que el arte desencadena ni siquiera son fáciles de explicar".
Cuenta entonces Berger que hace unas seis semanas, en Londres, encontró que tenía una apretada agenda, de unos veinte actos públicos. "Encuentros pequeños, donde podían reunirse de 100 a 400 personas y donde se trataba de hablar de cuestiones que he tratado en mis libros, como el problema de la emigración o las peripecias de los médicos rurales. Ese interés no se correspondía con la oferta de mis obras en las librerías. En la mayoría de ellas no había ningún título mío, si acaso en alguna pequeña tienda especializada".
En la exposición de La Casa Encendida está concentrado el mundo de Juan Muñoz. Sus figuras atrapadas en el instante de una conversación banal o abandonadas a su suerte. Sus enanos. Sus dibujos en los que se expresa una inquietante desazón. Los detalles de alguna de sus performances, como aquella en la que el propio autor va progresivamente desapareciendo. Y sus piezas radiofónicas, que realizó con Alberto Iglesias, Gavin Bryars, John Berger.
En ¿Será un retrato? se cuenta del perro que pintó Goya, hay referencias a interpretaciones de Piotr Anderszewski (una sonata de Beethoven) y Glenn Gould (una fantasía de Mozart), están Rafael y un retrato de Pompeya, el vuelo de una mariposa y el tamaño de las cárceles, hay una cita de Arno Schmidt e irrumpe también el subcomandante Marcos ("nuestra profesión es la esperanza"), todo ello gracias a la vibrante interpretación de John Berger, que llena de matices toda la lectura. El escritor evita hablar de sus cosas y vuelve, una y otra vez, a Juan Muñoz, el verdadero protagonista.
Nueve años después de la única representación de la obra que se hizo en Francfort, John Berger y Tom Stromberg han vuelto a montarla para las representaciones de este fin de semana. "Había que ver si necesitaba algún retoque", explica el director. "Berger ha escrito un nuevo texto, y no sabíamos si iba a ser el prólogo o el epílogo. Al final es un monólogo en mitad del desarrollo. Y Juan Muñoz ha vuelto a irrumpir durante el trabajo que hemos realizado. Cierto que ha tardado, porque siempre llegaba cuando llevábamos una hora trabajando", bromea Stromberg.
"Cuando el texto se pone en escena todo parece fácil y sencillo, pero durante el trabajo del montaje hemos tenido que tomar muchísimas pequeñas decisiones que nos han exigido tiempo y dedicación", explica John Berger cuando se le ha preguntado por las cuestiones en las que está ocupado últimamente ("ensayar la obra de Juan", ha respondido drásticamente).
Es inevitable, sin embargo, preguntarle por el ruido del mundo. Berger calla un rato, como si las preguntas fueran marcianadas gratuitas, luego se concentra y procura ser breve y rotundo. "¿La globalización? Le diré lo que decía el escritor caribeño Edouard Glissant: que siempre es parcial e incompleta y que sólo será una verdadera globalización cuando incorpore cada una de las particularidades de todos los lugares del mundo. ¿España, Galicia? "No hay que pronunciarse sobre lo que no se conoce, pero lo que se hizo en las últimas elecciones fue un gesto de radical afirmación de independencia frente a las mentiras del poder". ¿Y Europa? "El no a la Constitución que han dicho los franceses no cierra ninguna cuestión sino que las abre todas, invita a pensar que las cosas tienen que hacerse de otra manera".
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