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El actor se revela

Más allá del impacto mediático de sus personajes televisivos, Santi Millán acredita una larga trayectoria de actor metódico. La comedia 'Di que sí', junto a Paz Vega, supone su salto a la gran pantalla y la oportunidad de descubrir a un hombre cuya apariencia engaña.

Carmen Pérez-Lanzac

Juan Calvo tenía muy claro cómo debía ser el actor que interpretara a Víctor, el protagonista de su primera película, Di que sí. Paz Vega había aceptado interpretar a Estrella, una aspirante a actriz que entra como un tornado en la vida de Víctor, un acomodador de cine retraído y gris. "Yo buscaba a un actor tipo Hugh Grant, que puede parecer tonto y feo, pero que luego se quita las gafas, sale de la ducha y está guapísimo", explica el director. "Necesitaba a alguien de aspecto tímido y frágil, y de pronto entra Santi por la puerta y me encuentro con un macarra barbudo y con melena que fuma tabaco negro y tiene voz de fontanero".

"Lo primero que me dijo Juancho fue: 'Tienes la voz un poco fuerte, ¿no?", recuerda Millán, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás, mientras la maquilladora va empolvando su rostro. "Nunca pensó en mí para el papel, y al principio no me veía. Buscaba a alguien con voz finita, recatado y repeinadito, y mi look no se correspondía". Sin embargo, Sara Bilbatúa, directora de reparto de la película, está convencida de que Millán encaja perfectamente en el personaje. "Puede resultar guapo y feo, y también torpe y eficaz. Podía hacer muy bien de un perdedor-ganador". "Yo lo veía complicado", reconoce el director. "Por sus compromisos con 7 vidas [Tele 5] no podíamos cortarle el pelo, pero empecé a imaginarle en el papel cuando le afeitamos y nos pusimos a ensayar. Santi también es tierno y tímido, aunque al principio da la imagen de un tipo duro. Ahora no me puedo imaginar la película sin él".

Millán llega a la sesión de fotos con el mismo aspecto desaliñado con el que se presentó ante Juan Calvo. No es un guapo al uso, lo que no evita que resulte atractivo. Es alto y fibroso, y su voz, grave, llena el camerino del estudio. Sus íntimos están de acuerdo en una cosa: su aspecto no casa con su personalidad. José Corbacho, amigo y compañero de trabajo desde hace 15 años, da fe: "Es muy tranquilo. No bebe alcohol, no fuma, es monógamo… Lo contrario a la imagen que da en pantalla. El yerno ideal. Incluso creo que mi madre le preferiría a él como hijo".

Santi Millán nació en Barcelona el 13 de septiembre de 1968, así que ha cumplido 36 años. Sus padres son andaluces, de Porcuna (Jaén) y Puente Genil (Córdoba). Ambos emigraron a Suiza y acabaron recalando en Barcelona. Él, ya jubilado, era mecánico y montador, y su madre trabajaba de dependienta cuando necesitaban dinero en casa. Millán es el segundo de tres hermanos. "De pequeño era rechonchón y me llamaban gordi. Era muy bueno y no daba guerra. Luego cambié, y de adolescente era travieso, pero disimulaba. No como ahora, que soy bueno de verdad y la gente piensa que soy malo". Antes de que el teatro se cruzase en su vida quiso ser médico. "Me encantaba la anatomía. La mesa de la cocina era mi consulta, incluso tenía historiales médicos. Cogía un cuaderno, pintaba un pie y luego un esguince de tobillo…".

Cuando terminó COU, Millán se presentó a las pruebas de acceso al Instituto del Teatro. Pero no las pasó y decidió apuntarse al Col.legi de Teatre de Barcelona. Gisela Krenn, la directora, le recuerda como un alumno trabajador y creativo, y Berti Tobías, su profesor de cuerpo, como un buen comunicador con inteligencia escénica. "Creando personajes era genial", dice Tobías. "Eso sí, muchas veces venía a clase medio dormido porque por las noches trabajaba en Mercabarna arrastrando carne". "En mi casa nunca lo hemos pasado mal, pero tampoco había mucho dinero", explica Millán. "Pedir 60.000 pesetas por trimestre para unos cursos de teatro en una escuela privada me parecía mal, así que me puse a trabajar en un matadero. Entraba a las tres de la mañana y acababa a las once, por eso a veces se me caían los ojos. Como tenía estudios, me pusieron en la zona de cálculo: báscula y numeración del ganado. Pero era un rollo. Estaba solo toda la noche viendo pasar corderos. A la que podía me iba a cortar cabezas. Sí, lo sé, parece un entretenimiento un poco macabro, pero te haces a todo. Estuve unos 14 meses allí. Había meses que me sacaba hasta 90.000 pesetas, suficiente para pagar la escuela y mis vicios".

En la primavera de 1989, la compañía La Cubana se prepara para estrenar su espectáculo Cómeme el coco, negro. A las pocas semanas del estreno, uno de los actores deja la obra. "Estábamos a punto de estrenar y necesitábamos un sustituto", recuerda Jordi Milán, director y fundador de La Cubana. "Era la primera vez en nueve años que hacíamos un casting. Llamé al Col.legi de Teatre porque todos los alumnos de esa escuela habían sido rechazados en el Instituto del Teatro y eso nos gustaba, te asegurabas que tendrían ilusión. Pedí que mandaran a cuatro o cinco chicos. Uno de ellos era Santi".

La Cubana siempre ha mezclado realidad y ficción, y su prueba de acceso no podía ser menos. Los actores recibieron a los aspirantes disfrazados como los personajes de la obra, de teatro de revista. "¿Tú eres cartero?", le preguntó uno de ellos a Millán. "No, ¿por qué?". "Por el paquete que llevas".

"Yo estaba flipando", recuerda el actor. "Hasta pasado un rato no me di cuenta de que era mentira. Al día siguiente me hicieron una segunda prueba y me presenté como un productor que quiere contratarlos. Con gafas sin cristales y una tarjeta de visita plastificada con celo. Por entonces no había casi móviles, pero hacía como que llevaba uno. Era el mando a distancia de un coche teledirigido, y para que sonara metí un despertador en el maletín… Creo que valoraron la imaginación".

Así fue como Santi Millán, que entonces tenía 20 años, entró en La Cubana, que se convirtió en una de las compañías de teatro más prestigiosas de España. Cómeme el coco, negro arrasó con todos los premios, se representó 542 veces y la vieron medio millón de espectadores. En 1994 se estrenó Cegada de amor, que estuvo de gira cuatro años y se representó en 1.308 ocasiones, con más de un millón de espectadores. Durante los 10 años que permaneció en la compañía, Millán representó a gays malísimos, galanes petulantes, campesinos garrulos… "Era muy trabajador, de los que saben lo que vale un peine", recuerda Jordi Milán. "Tenía mucha facilidad para la improvisación y se tomaba muy en serio la creación de personajes. Es un actor metódico y disciplinado".

Tras el fracaso de la serie Me lo dijo Pérez, que La Cubana hizo para Tele 5 y de la que sólo se emitieron cuatro capítulos, Millán y José Corbacho deciden cerrar una etapa y abandonan la compañía. Entonces empieza su época televisiva. A través de El Terrat, productora catalana de la que ambos son socios, Millán colabora en los programas La Cosa Nostra, A pèl tour y Una altra cosa, todos de TV-3. También codirige La última noche (Tele 5), del que sólo se emitieron seis programas, y un espectáculo de Paz Padilla, Y ustedes se preguntarán que cómo he llegado hasta aquí, aunque asegura que se está mucho mejor delante que detrás de la cámara.

A estas alturas ya es popular en Cataluña, pero en el resto de España algunos le descubren en los últimos capítulos de Periodistas. La serie dejó de emitirse, pero Globomedia, la productora, decidió incorporar inmediatamente a Millán en 7 vidas para dar vida a Sergio, un camarero vago y ligón. Luis San Narciso, director de reparto de la productora y uno de los más reconocidos de España, se deshace en elogios hacia Millán: "Yo te diría que es la mejor persona con la que he trabajado. Es colaborador, fácil, encantador. Tiene una imagen estupenda en pantalla y me parece modernísimo trabajando. Se nota que se ha machacado en el teatro, porque no tiene vicios. Es poco vanidoso y poco de todo lo malo. Una pasada de tío".

Di que sí no es su primera película. Ha interpretado a personajes excéntricos en El amor perjudica seriamente la salud,Vivancos 3 o Torrente 2. Hace tres años estuvo a punto de conseguir un papel en Intacto, de Juan Carlos Fresnadillo, pero su personaje se eliminó en el último momento. Con el estreno de Di que sí, su carrera podría dar un nuevo vuelco. De hecho, este verano, nada más terminar de grabar 7 vidas, se incorporó al rodaje de Amor idiota, de Ventura Pons, con Cayetana Guillén Cuervo, su segundo protagonista para la gran pantalla.

-¿Es un momento de transición al cine?

-Cada momento te lleva a un sitio, pero no hay que vivirlos como una transición. Mejor vivir el presente.

-Y este año, ¿qué tiene previsto?

-Hasta diciembre, rodar 7 vidas. Después, ja parlarem.

La película 'Di que sí' se estrena el día 12 de noviembre en cines de toda España.

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Sobre la firma

Carmen Pérez-Lanzac
Redactora. Coordina las entrevistas y las prepublicaciones del suplemento 'Ideas', EL PAÍS. Antes ha cubierto temas sociales y entrevistado a personalidades de la cultura. Es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de El País. German Marshall Fellow.

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