Estocolmo exime a Moneo de responsabilidad en el cierre del Museo de Arte Moderno
El centro diseñado por el arquitecto español padece el síndrome de 'la casa enferma'
Dolores de cabeza, reacciones alérgicas, asma y sangre por la nariz. El síndrome de la casa enferma -hasta ahora detectado tan sólo en viviendas unifamiliares de mala y rápida construcción- ha obligado a ordenar el cierre del Museo de Arte Moderno de Estocolmo. El edificio, obra de Rafael Moneo, se inauguró hace poco más de tres años. Ahora, con todas sus oficinas desmanteladas (las salas de exposición siguen abiertas hasta el 13 de enero), un equipo de especialistas busca las humedades y los hongos que provocan el síndrome. Los responsables del museo eximen a Rafael Moneo de culpa por la epidemia que ha dado lugar al cierre.
El edificio costó 8.000 millones de pesetas. Cerrarlo durante 18 meses y limpiarlo costará casi 1.000 millones de pesetas. En un país acostumbrado a que las cosas funcionen bien, donde lo práctico está por encima de lo bello, el cierre de un edificio público recién construido es algo más que un escándalo: es un mazazo. Pero la legislación sueca no permite dudas. 'Tenemos una legislación muy severa y los derechos de los trabajadores están siempre por encima de otras consideraciones', afirma Peter Ohrstedt, el arquitecto representante del Estado en las obras del museo. 'Si existe la sospecha, por mínima que sea, de que un edificio no cumple los requisitos básicos de salubridad, se cierra automáticamente'.
Ohrstedt añade que jamás había ocurrido algo parecido en un edificio público sueco. 'Aquí construimos cara al frío. Nada más conocer la noticia, algunos sectores de la opinión pública quisieron culpabilizar a Rafael Moneo por ser un arquitecto del sur de Europa. Nosotros defendemos a Moneo porque su trabajo es el de diseñar un edificio, si la construcción de ese edificio se ha ejecutado mal no es su responsabilidad. En España, el arquitecto es el responsable total de la obra. En Suecia, no'.
Lars Nittve, director del Museo de Arte Moderno de Estocolmo, coincide con Ohrstedt: 'El trabajo de Moneo ha sido intachable. No hay ni una sombra sobre él'. Nittve dejó la dirección de la Tate Modern para dirigir el nuevo museo de Estocolmo. De momento, y mientras termina la exposición de Fernando Botero, él y su equipo (unas 60 personas) han tenido que abandonar los sótanos. Unas cabañas prefabricadas son ahora las oficinas. El Museo de Arquitectura, contiguo al de Arte Moderno, ha cerrado ya sus salas. La Kantina Moneo, el espectacular restaurante del museo, también.
Ventilación y suelo
'Luchamos contra un enemigo fantasma', afirma Peter Ohrstedt. 'Sabemos, o sospechamos, que hay humedades, pero no hemos encontrado dónde se producen. De momento, tenemos que limpiar los 1.700 metros cuadrados del sistema de ventilación. El sistema está infectado'. Si los problemas no acaban en el sistema de ventilación, los equipos de saneamiento tendrían que levantar todo el suelo del museo y comprobar si allí también hay hongos. 'Tendríamos que levantar todo el suelo y dejar que toda la estructura del museo se seque en condiciones. Sería la medida más extrema, pero no está descartada. Si eso fuera así, el museo no podría abrirse hasta 2003'.
Rafael Moneo viajó tres días al mes a Suecia durante los casi seis años que duró la construcción del Moderna Museet. Situado en la isla de Skeppsholmen, su proyecto se impuso frente a otros 211 de todo el mundo. El estudio del arquitecto español cobró, según las autoridades suecas, 240 millones de pesetas por todo el trabajo. 'Es un edificio muy simple y tradicional, un edificio que se ajusta a una ciudad tan poco retórica como Estocolmo', dice Moneo. 'Nunca', continúa el arquitecto, 'he construido ningún edificio con tanto cuidado como ése. Está hecho con todas las de la ley. Se construyó bajo los mayores controles y de una manera absolutamente escrupulosa'.
La prensa sueca apunta a una de las empresas consultoras del proyecto como posibles culpables de la enfermedad que padece el edificio. La duda recae sobre White Coordinate (uno de los estudios de arquitectos más grandes e importantes del país), Energo (encargados del aire acondicionado), Tyréns (responsables de las estructuras) y los constructores: NCC. Para la prensa sueca, se trata de un escándalo sin precedentes. 'Por supuesto que es escandaloso e intolerable, y por ello las penalizaciones serán muy altas', advierte el arquitecto del Estado.
Lars Nittve, director del museo, añade: 'Es un asunto muy complejo, una cadena que afecta a diferentes responsables. Es pronto para determinar qué ha ocurrido, pero, sea lo que sea, es un problema entre los consultores suecos, los constructores y el cliente'. Nittve subraya que el museo no es el cliente, sino que lo es el Estado. El edificio fue la gran inversión del Estado sueco para la capitalidad europea de la cultura de Estocolmo en 1998. Un periodista local apunta: 'La calidad de los materiales no está en tela de juicio, como no lo está la calidad del proyecto. Sólo existe una profunda duda: quizá hubo ciertas prisas, querían el edificio a punto para unas fechas determinadas. Y lo tuvieron'.
El enemigo microscópico
En la inmensa sala principal del Museo de Arte Moderno de Estocolmo, un visitante observa con detalle Mujer sentada, una obra de Fernando Botero de 1973. A pocos metros del cuadro pasa un hombre enfundado en un mono que ni mira la exuberante figura. El hombre se encamina a una sala vacía. Abre una falsa pared y desaparece. Su misión: encontrar al enemigo microscópico. Hasta ahora, los únicos que han detectado los hongos son los perros. El enemigo es invisible. Los empleados del Museo de Arte Moderno de Estocolmo (60 en las oficinas y 20 en el restaurante) empezaron a toser con demasiada frecuencia el pasado verano y la alarma saltó. 'No permitiré', dice Lars Nittve, director del museo, 'que ninguno de mis empleados juegue con su salud. Los hongos, además, pueden poner en peligro los fondos del museo', señala en segundo término. Un equipo de médicos, mecánicos y microbiólogos trabaja día a día en el museo. Rastrean centímetro a centímetro los 20.000 metros cuadrados de su superficie. De momento, han desalojado los bajos del edificio. Las sillas y las mesas de diseño están arrinconadas en los pasillos. En cajas se acumulan los archivos y los libros. Además, los investigadores han abierto zanjas en el jardín. Entre el edificio y el suelo hay una cámara de aire de más de un metro para evitar el contacto directo de la helada tierra con el cemento. Ahí, fecundada por la tierra fría y el calor que desprenden los muros del edificio, nace la humedad que favorece a los imperceptibles hongos.
Babelia
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