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Tribuna:70 años de la publicación de "La rebelión de las masas"
Tribuna
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La cortesía del filósofo

Para Ortega, "la claridad es la cortesía del filósofo", es decir, eso que ha señalado con acierto Mermall: "Ortega es capaz de plantear al lector culto importantes problemas filosóficos sin recurrir a un lenguaje especializado". Lo cierto es que el lector siempre está presente en la obra de Ortega. Es el lector quien subraya y finaliza, da sentido a cada escrito. Ortega "dialoga" con el lector, lo apremia, le advierte, en fin, lo seduce. Esta "condición dialógica", como se ha mencionado en diversos trabajos, constituye un rasgo radical y habitual en la expresión, en el continente y en el contenido de sus escritos, en sus numerosas intervenciones públicas. La de Ortega es pura obra abierta, porque el modelo de reflexión permite entrar -dicho sea en ese lenguaje arcano y castizo que es el taurino- en corto y por derecho a cada uno de sus ensayos. He ahí la rotunda identidad contemporánea de su obra; he ahí, claro, la rotunda actualidad y la sugerente oportunidad de este congreso que comienza hoy en Madrid. Porque es ahora cuando la vasta empresa cultural y política, universitaria y estética -es decir, ética-, emprendida por Ortega en las primeras décadas de este desasosegador siglo, comienza a adquirir los perfiles, en relieve, de toda su misión pedagógica; es ahora, estos días, este congreso cuando se muestra, sin las vanas cortapisas de lo inmediato, los diversos matices de una obra filosófica que atiende "lupa en mano" a "lo microscópico de la vida", tal vez, como nadie hasta entonces había recorrido, y da respuesta y sirve de guía en el tormentoso mar de la existencia contemporánea. Ocurre, también, que los azarosos y caprichosos vaivenes del siglo han devenido, y era de esperar, en otorgar a dicha obra toda la vastedad intelectual que su autor pretendió, siempre prendida de la realidad, de la vida, de la calle: "Nuestras palabras son en rigor inseparables de la situación vital en que surgen" (Ortega). Sí, pero se multiplican en el tiempo, se amplían en el espacio. Ortega crea una tradición; es una voz fundacional del pensamiento en español (el énfasis en la preposición no es inocente); modela una manera de abordar la realidad que, transcurridos los años, supera la contingencia y si, tal vez, buena parte de sus metáforas se quedan a merced del arbitrario tiempo, asciende, en paralelo, un sistema de pensamiento constitutivo que permite dar cumplida cuenta de la vida contemporánea sin menoscabo de su trascendencia filosófica. Crea el lenguaje que necesita la filosofía moderna para expresarse en español. Su proyección iberoamericana -alguna vez el enorme escritor mexicano que fue, es y será Alfonso Reyes contó cómo Ortega le había confesado que querría ser recordado como "Ortega, el americano"- confirma ese carácter fundacional de un modelo de expresión filosófica y ensayística ajeno hasta entonces en la lengua española. Arte, Educación, Estética son los ejes que vertebran esta conmemoración, tres de los iconos sobre los que se asienta y proyecta la imponente arquitectura ensayística y filosófica de Ortega. Pero la dimensión orteguiana se amplía, "cada individuo es un punto de vista esencial" (Ortega), hasta romper el aparente carácter neutral de la realidad. Ortega habla de "las cosas de la vida" tal y como la vida misma se pone al paso del filósofo. Habla, con claridad, de todo lo que se encuentra en ese espejo a lo largo del camino que es la vida, en ese jardín de infinitos senderos que se bifurcan que es la percepción -perspectiva y circunstancia- de la realidad. Con Ortega ya no hay asuntos filosóficos, hay asuntos de la vida. Los mismos que se cruzan, como personajes de una novela, en la vida del escritor. No hay nada en su obra que no pertenezca al mundo que se mueve alrededor. El logos de la vida: "Yo -confesará con enorme y serio humor, es decir, con melancolía y cervantina ironía- tengo que ser a la vez profesor de universidad, periodista, literato, político, contertulio de café, torero, hombre de mundo, algo así como párroco y no sé cuántas cosas más". El periódico se ha convertido en un ágora moderno, el espacio virtual, primero y perentorio "en que se contrasta cada día la opinión pública". Algunos no se lo perdonarían. Pero sólo algunos, porque el tiempo ha jugado, de manera irremisible, a su favor. La obra de Ortega tiene un millón de ventanas y cada una es un ámbito preciso de la vida. Y ahí sigue, cada día escribiendo mejor y con más rotunda actualidad.

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Un congreso pretende saldar la "deuda nacional" con la obra de Ortega y Gasset

Fernando R. Lafuente es director del Instituto Cervantes y acaba de preparar una edición de las obras de Ortega para la editorial Espasa.

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