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Hollywood tiembla antes de la revolución

Recientemente The NewYork Times publicaba un reportaje sobre el hecho de que el uso de las nuevas y baratas cámaras de cine digitales entre los cineastas más innovadores está atemorizando a los grandes estudios de Hollywood. En realidad, la industria de Hollywood no es el primer sector de las comunicaciones en el que las nuevas tecnologías están causando terremotos. The New York Times ha tenido que modernizarse para no perder su carácter competitivo. Ahora, el periódico pesa tanto que los neoyorquinos dicen, en broma, que se ha convertido en la carga del hombre blanco.El sector editorial lleva ya tiempo sumido en la incertidumbre a causa de los cambios introducidos por la revolución tecnológica en la impresión y distribución de libros. Irónicamente, los principales beneficiarios de las guerras de Internet son, en la actualidad, los periódicos y la televisión tradicionales. Las grandes empresas que rivalizan por vender sus productos en la red se han visto obligadas a publicar enormes anuncios en medios más convencionales con el fin de que el público conozca su existencia en el mundo del www.com

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No obstante, la vertiginosa velocidad que ha adquirido la revolución tecnológica en Estados Unidos se debe también a otros factores. Su empuje se debe, asimismo, a las espectaculares transformaciones sociales, económicas y culturales del país. Hace ya tiempo que los estudios y las editoriales tradicionales dejaron de ser los árbitros del buen gusto. La escena cultural se ha convertido en una especie de batalla campal sin figuras dominantes. Los jefes de los grandes estudios y las grandes editoriales suelen ser hombres de negocios que se incorporan al sector del cine o el de los libros desde otras actividades lucrativas. El mejor cine lo hacen los independientes, el mejor teatro está fuera de Broadway y las grandes editoriales no se dedican a publicar literatura, sino libros para vender en los aeropuertos.

Gran parte de la actual generación de actores, directores, escritores y productores de talento llega a Hollywood, a diferencia de las anteriores, procedente de universidades. Ahora ya no se trata de elegir Hollywood o Nueva York; esta generación quiere Hollywood y Nueva York.

Aunque la perfección de la cámara digital es un hecho reciente, los autores de cine experimental llevan mucho tiempo enamorados de la cámara de mano, con sus botes y sacudidas. Se trata de una forma de entender el cine cuyo espíritu se remonta a muy atrás, hasta Apropos de Nice, de Jean Vigo, o Al final de la escapada, de Jean-Luc Godard, o el cine underground neoyorquino de los sesenta. De repente, el sistema financiero y las inmensas facilidades técnicas de los grandes estudios ya no parecen tan importantes, y una nueva generación de cineastas se pregunta: en realidad, ¿tienen tanto poder los estudios?

Las nuevas cámaras digitales tienen una calidad de resolución que las hace viables para el cine comercial. Internet y la televisión por cable ofrecen nuevas salidas a los vídeos digitales.

El director Mike Figgis, que obtuvo un Oscar por Leaving Las Vegas, utiliza sólo cámaras digitales de mano, de última generación y en tiempo real, para realizar Time Code 2000, producida por un gran estudio. Cuatro cámaras siguen de forma ininterrumpida a los actores durante el tiempo que dura la película. El resultado final se verá en cuatro pantallas simultáneas. Como el espectador va a ser quien edite y seleccione personalmente las imágenes, los costosos procesos de laboratorio quedarán prácticamente eliminados. Por ello, el coste de la película, que normalmente habría sido de 60 millones de dólares , va a ser de tres.

Los directores y el público de Estados Unidos siempre han sido muy aficionados al documental, y la cámara digital es perfecta para el género. Rory Kennedy, la hija de Bob Kennedy, pertenece a la nueva y brillante generación de autores de documentales. Su película American Hollow, sobre una familia de origen irlandés, de clase media baja, ha merecido los elogios de lo que se denomina la gente de Sundance. Sundance es el festival más prestigioso de cine independiente.

El actor Noah Emmerich, que participó en Locos en Alabama, de Antonio Banderas (también intervino en The Truman Show), es un caso típico de la nueva generación de Hollywood, que vive a caballo entre la Costa Oeste y la Este.

"Hollywood ha hecho mucho daño a la industria europea del cine, que ha reducido enormemente su producción", me decía hace poco. "Siento gran admiración por Banderas y por lo que él y otros europeos están intentando hacer. Por el momento, la situación económica en Europa no les beneficia, pero es inevitable que los avances tecnológicos que están produciéndose acaben descentralizando el poder que mantiene Hollywood sobre la industria del cine. A medida que la resolución del vídeo digital se perfeccione, las imágenes empezarán a rivalizar en claridad con las del cine convencional. Entonces, los costes disminuirán. El problema es la distribución, pero la televisión por cable e Internet son salidas muy prometedoras".

Almodóvar ha empleado todo tipo de técnicas digitales. Oliver Stone ha combinado la película tradicional con la digital en varias de sus obras. En Eyes wide shut, Stanley Kubrick usó cámaras digitales para lograr ciertos efectos especiales. Al final, como ocurre con todas las innovaciones que triunfan, la tecnología tiene que servir para cubrir una necesidad real, y utilizarse al servicio de un contenido genuino. Algo que ya sabía Orson Welles cuando hizo Ciudadano Kane.

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