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"España está recuperando el talento musical"

Javier Sampedro

El nombre de Paloma O'Shea está ligado para siempre al concurso internacional de piano de Santander, que ya anda puliendo los vidrios para celebrar el verano que viene su 25º aniversario. Pero su cabeza está menos ocupada por los concursos que por los cursos. La presidenta de la Fundación Albéniz se trae una cruzada personal contra la degradación de la educación musical en España y, a los seis años de haber inventado los cursos de verano de piano, cuerda, canto y música de cámara en Santander, cuya última edición acaba de clausurarse, se muestra sorprendida de que algún fruto que otro haya empezado ya a madurar: "España estaba perdiendo el talento musical, y ha empezado a recuperarlo".O'Shea cita un dato: hasta hace tres años era difícil encontrar un nombre español en las orquestas del país. Ahora han empezado a sentarse en mayor número al frente de sus atriles, y también en las cátedras de los conservatorios. Las inversiones educativas suelen rendir una rentabilidad inaccesible o lejana en el tiempo, pero en este caso los resultados han sido rápidos.

Los cursos santanderinos son ahora la guinda veraniega de la actividad lectiva dé invierno de la Escuela Superior de Música Reina, Sofía de Madrid, que dirige Paloma O'Shea. Pero lo cierto es que empezaron a existir antes que esa escuela de excelencia, y fueron, si no su germen, sí al menos su tubo de ensayo. "El concurso de piano", cuenta O'Shea, "parecía necesitar d e una prolongación útil, al margen de la competitividad".

¿Qué puede aprender un alumno avanzado en los 10 o 15 días que dura un curso de verano? Quizá más a plantearse preguntas que a encontrar las respuestas. "Los profesores son grandes artistas y grandes pedagogos", explica O'Shea. "Los alumnos trabajan con estos maestros, observan su forma de interpretar y tienen al menos tres sesiones a solas con ellos. El contacto les abre nuevos horizontes".

Los cursos de verano tienen otro efecto estimulante: rompen la tradicional fidelidad del alumno a un único profésor. Como en un equipo estereofénico, el relieve y la profundidad surgen de la presencia de un segundo altavoz.

El profesorado de este verano refleja bien la buscada y rara síntesis entre capacidad artística y aptitud pedagógica. El pianista Vitaly Margulis, por ejemplo, lleva a las espaldas más de mil conciertos de su época como solista permanente de la Filarmónica de Leningrado, pero también es conocido por su libro El lenguaje simbólico de Johann,Sebastian Bach y el piano bien temperado.

El pliego de descargos de Paloma O'Shea no difiere mucho, trasladado ala música, de los habituales entre escritores, editores o dramaturgos: "Es impreseindible crear nuevos públicos; con la excepción de las orquestas más espectaculares y los grandes acontecimientos, la gente va cada vez menos a los conciertos".

Por esa razón, su principal preocupación actual es la educación musical infantil. En paralelo a los seminarios para intérpretes, la Fundación Albéniz y otras instituciones organizan. en verano un curso internacional de música y danza destinado a profesores de enseñanza primaria y secundaria.

Pero eso no le basta a O'Shea. Su gran proyecto incumplido es una escuela dirigida directamente a los niños. "A un niño con talenta hay que cogerle a los cinco o seis años y ponerle delante de un gran profesor; sólo así se forma a un gran instrumentista". O'Shea reconoce, sin embargo, que en el terreno de los instrumentos de cuerda, Aná Bajet y Antonio García Araque ya están haciendo una gran labor con los alumnos de corta edad.

El director de orquesta y pianista Daniel Barenboim ha dicho que la. Escuela Superior Reina Sofía es única en el mundo por su concentración de grandes profesores y su educación personalizada. Paloma O'Shea le pone a esa excelencia cuatro apellidos: Metha, Mentihin, Rostropovich y De la Rocha, cuatro genios que se han volcado en el proyecto como profesores y consejeros.

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