Deslumbrante 'King Arthur'
King Arthur se está convirtiendo, en lo que va de año, en la estrella de las conmemoraciones del año Purcell (1659-1695). La reciente producción de William Christie y Graham Vick para el Chátelet de París y el Covent Garden de Londres ha intensificado aún más la atención sobre esta atractiva obra. Pero, ¿qué es en realidad King Arthur? ¿Una ópera dramática, como pretendía el poeta inglés John Dryden (1631-1700), autor del libreto? ¿Una semiópera?La extraordinaria fuerza del teatro hablado en el Reino Unido, con la herencia de Shakespeare y Marlowe, favorecía un modelo de espectáculo operístico muy diferente al que desde Italia habían desarrollado Monteverdi, Cavalli y otros. King Arthur es, así, una obra teatral con varias escenas intercaladas en que se combinan "música, danza y máquinas", según la intención de sus autores. El rey Arturo y varios de los personajes principales, como el encantador Merlín o la ciega Emelina, no cantan ni una sola nota. Sirenas, ninfas, pastores, Cupido, Venus y varios personajes alegóricos son los encargados de transmitir la belleza de la hora y media de música que puso Purcell a esta leyenda.
King Arthur
De Purcell. Solistas, coro y orquesta del Ensemble Cantatio de Ginebra. Director musical: J. Luxbury. Director escénico: P. A. Jauffret. Teatro Arriaga. Bilbao, 2 de marzo.
La obra teatral es excesivamente larga y no mantiene el mismo interés actual que la música. Por ello, el espectáculo que, procedente de la Comedia de Ginebra, ha presentado ahora el teatro Arriaga de Bilbao utiliza un narrador que articula la unión entre las diferentes escenas musicales, mientras un grupo de 21 niños figurantes lleva el peso de la historia teatral en un tono de fábula, lleno de fantasía. Los otros personajes, los adultos, cantan, bailan o se divierten actuando. La integración de todos estos mundos es fascinante.Explosión de color
P. A. Jauffret, director de escena, fue asistente de P. L. Pizzi en Rinaldo y La Traviata, entre otras. De la primera ha heredado un concepto del movimiento y la composición muy afines al barroco; de la segunda, la explosión del color. Pero va más allá, dadas las dificultades de esta obra, y propone una lectura en que participan en igual medida la componente analítica con el juego lúdico, la ironía con la diversión, el historicismo con la comunicatividad. Consigue así un espectáculo de una belleza deslumbrante.
Sobresalen los coros en el apartado musical. No destaca ningún cantante en especial, pero el trabajo de conjunto es admirable. La orquesta utiliza instrumentos de época, y su director, J. Luxbury, llevó la representación con frescura y sencillez. Pascal Thoreau fue un narrador con excesivo acento francés. Su simpatía logró superar algunas dificultades de dicción. El resultado de todo ello fue un espectáculo asombroso, en la línea de Atys, de Lully, o Rinaldo, de Haendel, vistos hace años en Madrid. El teatro Arriaga de Bilbao alcanza así uno de los puntos más brillantes e imaginativos de su historia reciente.
Babelia
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