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Los hutus quieren más sangre

Los saqueadores hutus seguían ayer rodeando la misión de Kibuye, en donde tres monjas españolas de las Madres Misioneras de Jesús, María y José, y una ruandesa de la misma congregación, tienen escondidos a 25 refugiados y enfermos batusis para librarlos de una muerte segura. Los hutus han robado a las religiosas unas 100.000 pesetas ' y tratan de forzarlas a que entreguen a los batusis. Pilar Espelosín, una de las monjas, declaró ayer a EL PAÍS por teléfono: "No entregaremos a nuestros refugiados para que los maten".La conversación trató de reflejar la tensión que vivieron las tres monjas españolas durante la noche del lunes al martes y la jornada de ayer. "Siguen ahí, rodeando el hospital", dice Pilar. Hablo desde la casa, que está a unos 200 metros. Me he venido aquí porque ya no puedo más. Después de la horrible tensión de ayer [lunes], nos temblaban las piernas y las manos. Traté de irme a dormir. A las 22,30 vino el alcalde para llamar a la prefectura y organizar una evacuación. Se llevaron a Kigali a nuestras chicas".

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Pilar continúa: "Estaba en la cama y a eso de la una de la madrugada me pareció oír un ruido. Me levanté asustada, porque temí que hubieran entrado en la casa, pero era otra hermana. Fue imposible pegar ojo, porque estábamos al acecho y, además, nos trajeron más heridos. Una mujer con un niño a la espalda. Este echaba sangre por los oídos. Se conoce que le rompieron la cabecita. No pudimos hacer nada por él. La madre tenía fracturas en los brazos y piernas. Mataron a su familia".

Registro de la casa

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Las monjas asediadas consiguieron descansar a eso de las cuatro de la madrugada, pero por poco tiempo. "A primeras horas de la mañana, ya les esperábamos de nuevo. Lo hicieron sigilosamente. Hablamos con ellos por una ventana. Exigían pasar".

Entraron tres, y todo el afán de las monjas fue desviar su atención de los refugiados. "Les dijimos que teníamos a cuatro niñas batusis. A su padre le han matado hoy [por ayer]. Uno de ellos quería matarlas, precisamente el que me decía: 'Yo tengo mucho corazón. Soy cristiano'. Era también quien pedía dinero a cambio de dejarlas vivas. Les dimos el dinero que teníamos, unas 100.000 pesetas, para que dejasen a las niñas".

"Cuando les entregamos el dinero les dijimos que nos dejasen algo para que pudiéramos marcharnos de Kibuye, y nos preguntaron extrañados: '¿Pero por qué os vais a ir?'. ¡Fíjese cómo es esta gente! 'Y si os vais ¿volvereis?, volvieron a preguntar. Les dije que si nos dejaban las cosas en buen estado era posible que regresásemos".

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