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Michael Ende lamenta que la fantasía no cambie el mundo ni acabe con las guerras

El escritor alemán publica en España el libro de cuentos 'La prisión de la libertad'

Rocío García

No sabe dónde empieza la realidad y acaba a fantasía. Dice que la única realidad que existe es la que inventa cada uno. Pero lo que sí tiene claro es que frente a la cruda realidad de Sarajevo no valen las fantasías. Michael Ende, el gran investigador de la literatura fantástica, dice que "los libros no cambian el mundo, las fantasías no acaban con las guerras". En un encuentro con periodistas españoles, celebrado el sábado en Múnich, el escritor alemán, de 63 años, habló de su última obra editada por Alfaguara en España, La prisión de la libertad, un libro de cuentos sobre enigmas, milagros y señales en el que el autor de La historia interminable quiere demostrar que 'la libertad absoluta es la prisión absoluta".

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Es un alemán pasado por el Mediterráneo. Su aspecto bávaro es el mismo que el de cualquier alegre cliente de esas abigarradas cervecerías muniquesas, donde se baila y se canta al son de la cerveza. Su toque mediterráneo no le viene sólo por el elegante sombrero de ala negra, sino por el tono cantarín y fresco que emplea cuando habla en italiano."Yo soy una persona caótica, me gusta vivir en el caos, algo poco corriente en Alemania, donde todas las cosas tienen que estar bien ordenadas", dice Michael Ende, que huyó de su país en los años setenta y se instaló en Roma, donde vivió 15 años, hasta la muerte de su primera mujer. "Ahora ya no me siento prisionero en Alemania, pero entonces me fui porque no podía respirar. La cultura mediterránea es más libre y abierta. En Italia, los artistas tienen más libertad que en mi país, donde todo está marcado por las reglas. Yo tenía que estar permanentemente excusándome por mis cuentos fantásticos y por mi falta de conciencia nacional, incluso ante mis amigos", explica Ende, ahora de nuevo casado, con una japonesa traductora de sus libros.

Parece sacado de sus cuentos; su barba y sus cabellos blancos hacen a algunos pensar en el mago Merlín, a otros en el italiano carpintero Geppeto, pero aquí, en Múnich, en plena explosión prenavideña, se podría pensar en cualquier Papá Noel de los miles que adornan la ciudad. "Yo no escribo para enviar mensajes. Lo hago para dialogar con todos los niños que hay en cada uno de nosotros. Creo que en cada persona existe un niño eterno, algo indefenso y vulnerable", señala el escritor, que, aunque no acepta en principio la diferencia entre la literatura para niños y para adultos, sí reconoce que La prisión de la libertad está dirigido a lectores adultos.

Arquitecturas

La intención de Ende al comenzar hace 10 años su primer relato publicado en este libro, El pasillo de Borromeo Colmi, fue la de crear una obra de arquitecturas fantásticas, inspiradas en las de Piranesi y Escher, y Jorge Luis Borges en el campo literario. La desesperanza, aunque sea la fantástica, se ha agudizado en la obra de Ende. "Vivimos en una sociedad donde no existe la noción de fatalidad, donde el hombre sólo tiene buena suerte o mala suerte, pero no destino. Es una sociedad de seguros, en la que triunfa el pensamiento de una burguesía que, a diferencia de la aristocracia y el proletariado, no quiere correr ningún peligro", dice Ende, convencido de que con vistas al siglo XXI sólo hay dos posibilidades: "O creamos entre todos los pueblos del mundo una cultura mundial, empezando en el mundo de los sueños y la imaginación, o acabaremos en la más completa barbarie".Sobre esta barbarie o, como la califica él, ese "total vacío que nos rodea porque somos incapaces de establecer una correspondencia entre la realidad interna y externa", es sobre lo que gira su próximo libro, que lleva por título Caja de apuntes. Abordará incluso el tema de las drogas como sustitutivo de esa falta de asimilación de sentimientos.

La magia de sus libros, que se pierde por pasillos, catacumbas o casas encantadas, pisa tierra firme cuando habla sobre el racismo, el sistema económico o el Parlamento de Escritores, recién creado en Estrasburgo. Ende, para quien "el racismo es tan tonto que no se me ocurre qué decir", no cree que se pueda comparar la época del surgimiento del nazismo alemán con la actual. "Los skin head no son un movimiento político, son vándalos que llaman la atención con su cruz gamada, pero que pueden preparar el camino para la aparición de grupos políticos. Hitler fue peligroso porque contaba con ayudas de la industria y el capital, pero ahora no hay intención por parte de esos sectores de apoyar a estos grupos políticos".

Ende habló sobre el Parlamento de Escritores y la escasa participación en sus debates de creadores alemanes de renombre en defensa de Sarajevo, a los que disculpa aduciendo que estos escritores alemanes "no son bien recibidos". "Para decir la verdad, no sé cuál sería la solución al problema de Yugoslavia". Ende cree que ni el arte, ni la literatura, ni la música pueden ayudar a solucionar la tragedia de Sarajevo. "Ni los artistas ni los poetas tienen posibilidades de hacer política, sólo desde el pensamiento de la creación de ideas y conceptos se puede influir, pero esta intervención se tiene que producir en los orígenes del problema y no en el final", señala un escritor pesimista que, aunque niega serlo, no duda en afirmar que ya estamos viviendo la tercera guerra mundial.

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