Jaime Gil de Biedma falleció ayer a los 60 años
El escritor, que será incinerado hoy en Barcelona, enlazó tradición y modernidad en una obra breve e intensísima
La madre de Jaime Gil de Biedma había muerto también hace unos meses. Numerosos amigos del escritor, entre ellos Josep Maria Castellet y Juan Marsé, se personaron anoche en su domicilio para mostrar su condolencia a la familia. El ministro de Cultura Jorge Semprún, y el poeta Jaime Salinas, expresaron su pésame en sendas llamadas telefónicas.Jaime Gil de Biedma nació en 1929 en Barcelona, en el seno de una familia acomodada e ilustrada, en la que la palabra tenía un papel importante. "Yo, de cuando era chico y adolescente, recuerdo que en mi casa se hablaba mucho y bien, se hablaba para entretener y de una manera deliberada, para producir un efecto estético", explicaba el poeta.
Aunque su vocación desde la adolescencia era la literatura, cursó estudios de Derecho en la universidad barcelonesa de finales de los años cuarenta, porque, según contaba, "en aquella época, sólo estudiaban Filosofía y Letras las monjas y los curas. Derecho era una especie de salida para todo y, además, con aquella situación política que vivíamos, era una carrera que tenía gran parte de literatura de ficción, como todas las otras". Finalmente, obtendría su licenciatura en Derecho por la universidad de Salamanca.
Influencias
En los años de universidad, conoció a algunos de sus compañeros de la generación poética de los años 50, llamada también seigunda generación poética de la posguerra, como Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente y José Manuel Caballero Bonald. En esa época se inició también su relación literaria con Gabriel Ferrater, que Gil de Biedma consideraba importante en el desarrollo de su propia obra. Otros autores que tuvieron una especial influencia en el poeta fueron César Vallejo, Luis Cernuda, Antonio Machado y, entre los extranjeros, T. S. Eliot y W. H. Auden.
A la relectura que sus compañeros de generación hacían de la poesía social de la generación anterior -la de Gabriel Celaya, José Hierro y Blas de Otero, por citar tres de sus exponentes principales- de la que se diferenciaban por rasgos como el tratamiento de la palabra como material estético, la consideración del poema como experiencia (poética, no autobiográfica) y como actitud moral en la línea de la tradición inglesa y la conexión con el europeísmo de la generación del 27, Jaime Gil de Biedma incorporó en su obra una serie de trazos diferenciales, como la peculiar intensidad de su tono, su asimilación de una tradición cultural más amplia que la estrictamente hispánica y su esmeradísima perfección formal.
Por ejemplo, ha sido muy citada por diversos críticos su readaptación a la poesía contemporánea de estrofas clásicas como la sextina y la octava real. El académico de la Lengua Pere Gimferrer lo calificó recientemente como "nuevo avatar de una vasta tradición común".
La aproximación de Gil de Biedma al acto creativo fue siempre de una gran intensidad, hasta el punto de que admitía "necesitar de una relación pasional con cada poema". Tal vez por ello, a la vez que por su cuidadísimo y lento perfeccionamiento de cada obra, su producción es tan exigua como intensa.
Su primer libro, publicado en 1953, fue Según sentencia del tiempo. En 1959 apareció Compañeros de viaje, que se inscribe aún en las coordenadas de la poesía social. A partir de entonces, su poética se desplazó hacia una experiencia creativa más individual, que se muestra ya en A favor de Venus (1965). En 1966, publicó Moralidades, unánimemente considerado como el cénit de su expresividad. Poemas póstumos, del que siempre dijo que sería su último libro de poemas nuevos, data de 1968.
En los años 60 y primeros 70, su vinculación por vía familiar a la Compañía de Tabacos de Filipinas (recordaba que García Márquez le hablaba de "esa compañía tuya de Joseph Conrad") le llevó a pasar largas temporadas en aquel archipiélago, en el que, según propia confesión, "pasé momentos muy importantes en épocas de mi vida en que estuve hundido, perdido en mis problemas".
Manuel Meler, presidente de Tabacos de Filipinas y amigo de Gil de Biedma, expresó ayer a este diario su recuerdo del fallecido: "Ha sido mi colaborador más permanente y efectivo a lo largo de 30 años; era un hombre de, un talento inmenso, un cerebro poco común, un hombre de excepción y de cultura singular".
"Con él he viajado por todo el mundo" prosiguió, "era un archivo viviente, yo le tenía por la biblioteca histórica de la empresa". Meler recordó cómo Gil de Biedma se incorporó a Tabacos de Filipinas como secretario general de la compañía, al finalizar su carrera de abogado. "Su padre era el di-rector de la empresa y él continuó en su puesto cuando yo ocupé el cargo". "Tenía una memoria privilegiada y cuando levantaba un acta", evocó Meler, "aquello era como una pieza literaria".
En los últimos años, Gil de Biedma había fijado su residencia en Ultramort (Gerona).
En 1974, publicó Diario de un artista seriamente enfermo (Editorial Lumen), unas memorias íntimas escritas en 1956, durante una enfermedad y en momentos cruciales de la formación de su contexto generacional. Seix Barral publicó en 1975 una recopilación de todos sus libros de poesía, bajo el título Las personas del verbo, que incluía una decena de poemas inéditos. Hacia 1980, apareció un libro en prosa y vagamente autobiográfico, El pie de la letra (Editorial Crítica).
Además de su obra creativa, Gil de Biedma fue autor de una antología poética de Espronceda, de brillantes traducciones de diversos poetas ingleses, de un muy aclamado e innovador ensayo de crítica literaria, Cántico: el mundo y la poesía de Jorge Guillén (Editorial Seix Barral, 1960) y, en 1955, de un prólogo a la traducción del libro Función de la poesía, finción de la critica, de T. S. Eliot, una de sus grandes influencias y fascinaciones poéticas. Tradujo también la novela Adiós a Berlín, de Christopher Isherwood.
"Poeta escasísimo"
En los últimos tiempos, Gil de Biedma había abandonado la creación poética. El 12 de diciembre de 1988 declaraba a este diario que "soy un poeta escasísimo. No hay cosecha para escoger. El último poema lo escribí en 1982. No he sentido la necesidad de escribir un solo verso desde entonces y no creo probable que vuelva a escribir poemas. Si en seis o siete años no he sentido la necesidad de escribir y, si en los 15 años anteriores la necesidad era cada vez menor, eso me hace pensar que ya no escribiré más; no se trata de que no tenga nada que decir. En arte, uno no se propone decir, sino hacer. A uno pueden quedarle cosas que decir, pero no cosas que hacer".
"Me es difícil hablar de Jaime Gil de Biedma", dijo ayer el joven poeta Alex Susanna; "conocerle ha sido uno de los más altos privilegios de mi vida. Supongo que con el tiempo me iré dando cuenta de lo mucho que aprendí de él como ser humano y como poeta". "Nos conocimos en el 79 y hace un año, en noviembre, aún fuimos juntos a Granada a un homenaje a Eliot".
Enfermo de Sida, Gil de Biedma "llevó su enfermedad de una manera muy personal y espartana; se rodeaba de pocas personas y cuando supo la gravedad de su estado se cerró aún más". "Había dejado la poesía hace mucho, cuarido escribió Poemas póstumos y decidió matar el personaje poético que se había construido; lo único que hizo a partir de entonces ue rescribir la primera parte de su dictario". Gil de Biedma llevaba su homosexualidad de una manera discreta; "por edad generación y trabajo".
Por su parte, el escritor José María Caballero Bonald, declaró que se sentía anonadado por la muerte de Gil de Biedma. "Siento que una parte de mi vida y mi trayectoria se va con él", afirmó. "Es otro duro golpe para los escrítores de la generación del 50, primero Costa Ferdas, después Barral, y ahora Gil de Biedma. Para mí, él, más que poeta, fue un magnífico crítico literario".
Babelia
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