Un concierto espectacular inauguró el Auditorio
Más de 400 intérpretes en escena actuaron en "Atlántida", cantata escénica de Manuel de Falla
Cuatro coros más la Orquesta Nacional de España, dirigida por Jesús López Cobos, y cuatro solistas, Montserrat Caballé, Teresa Berganza, Teresa Verdera y Vicente Sardinero, reunieron ayer a más de 400 personas sobre el escenario de la sala grande del Auditorio Nacional de Música, en Madrid. Era el concierto inaugural de este sobrio y correcto recinto, y la cantata escénica Atlántida, de Manuel de Falla, puso el toque de espectacularidad a la ocasión. En las 2.280 butacas, un público encopetado: políticos, personajes de la música y la cultura y aficionados. El príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, presidió el acto.
Pocas horas antes de iniciarse el concierto, la zona de acceso al escenario de la sala grande ofrecía una secuencia de comedia italiana. Mientras varias trabajadoras barrían, limpiaban y quitaban los plásticos del mobiliario, y mientras los técnicos ajustaban cables de colores, músicos y curiosos se arremolinaban al paso de un grupo de niños. "Un colegio de visita", decía una señora, y los colegiales, que resultaron ser los componentes de la escolanía, corriendo y armando bulla.El arquitecto, José María García de Paredes, estaba tranquilo -"verá como todo está preparado a su hora"-, y su esposa, Maribel de Falla, no podía ocultar la satisfacción de asistir a la inauguración de un edificio de su marido, con música de su tío Manuel, más López Cobos, Caballé, Berganza y todos los demás.
Efectivamente, a la hora del concierto todo lo que dentro estaba manga por hombro aparecía muy ordenado. Algunas personas se mostraban indignadas por las 10.000 pesetas que en reventa se les pidió por una localidad de 3.000, pero el exquisito público que consiguió invitaciones y entradas, después de sortear diversos obstáculos de acceso -el mal tiempo de los últimos días ha impedido que se urbanizara la zona exterior adecuadamente- y de desesperarse para aparcar -sólo un parking de 400 plazas, inacabado y sin entrada directa al edificio-, pudo contemplar la fría pero sobria antesala, la sala, recogida y de elegancia discreta, y otras dependencias, en una distribución de volúmenes que ha sido elogiado por distintos arquitectos.
Los aplausos con los que terminó el concierto ponen casi punto final a unas obras comenzadas en noviembre de 1984, para un edificio que ha costado unos 2.800 millones de pesetas, construido sobre un solar de 6.000 metros cuadrados, con unos 25.000 edificados.
Salas protagonistas
Protagonistas del recinto son las dos salas, de 2.280 y 700 plazas, respectivamente, alrededor de las que giran el resto de las dependencias, distribuidas en tres plantas y tres pisos. Esta infraestructura incluye una gran sala de ensayos, cuatro para ensayos de coros, 14 salas de estudio para los músicos, dos salas de grabación, almacenes y otros servicios, y una sala de seguridad que recibe los barridos de un sofisticado sistema de detección de incendios y las imágenes, mediante monitores, de más de 10 puntos del recinto.Sobre los logros, también planean pequeños errores, como los dos inodoros en el servicio de caballeros del anfiteatro, para una zona con 400 butacas, o las dificultades que se han encontrado los equipos de televisión para situar las cámaras y para iluminar -durante las pruebas, la disipación de calor producida por los focos no era absorbida por el sistema de aire acondicionado-.
Antes del concierto, el príncipe Felipe descubrió una placa conmemorativa. Junto a ella, hay una escultura de Julio López, una partitura en la que figura un verso de Shakespeare: "Oír con los ojos es una de las agudezas del amor".
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