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Tribuna:LA PATRIA DEL ESCRITOR
Tribuna
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Byron tiene dos siglos

George Gordon Byron, sexto lord Byron, nació el 22 de enero de 1788. No procedía de una línea directa de nobleza: era sobrino-nieto del quinto lord Byron -conocido popularmente como el lord malvado-, y cuando el quinto nieto de éste fue asesinado y él murió, a falta de un descendiente directo, Byron heredó el título y la ruinosa abadía gótica de Newstead, aneja al mismo. Su padre fue el capitán John Byron, conocido como Jack el Malo, quien se casé con lady Camarthan y tuvo una hija, Augusta, que iba a desempeñar un escandaloso papel en la vida de Byron. La segunda esposa de Jack el Malo fue Catherine Gordon, de Gight, una impetuosa escocesa que fue la madre de Byron. Todos los núembros de la familia estuvieron siempre un poco locos: había disponible un legado de vesania, junto con el talento adecuado, para ser expresado en forma de poesía romántica. Byron nació con una deformidad en los pies, que tuvo tanto efecto sobre su temperamento como la vena de locura existente en la sangre familiar.La naturaleza le compensó de su deformidad haciendo de Byron un hombre excepcionalmente bien parecido y lleno de energía fisica, además de dotarle de talento poético natural, de curiosidad intelectual, de una profunda inteligencia y de sentido del humor. Don Juan, una obra continuamente ingeniosa, ha persistido mejor en el tiempo que Childe Harold, que es una obra hiperromántica. La inteligencia se refuerza con el aprendizaje, que Byron no consiguió ni en Harrow (el colegio de Winston Churchill) ni en el Trinity College, de Cambridge. Los viajes iban a enriquecer su mente de forma mucho más eficaz que el duro estudio. Entre 1809 y 1811 visitó Portugal, España, Malta, Grecia y el Próximo Oriente. De estas peregrinaciones surgió Childe Harold, que es una especie de documental en verso sobre viajes. En el curso de su visita a Grecia vio el Helesponto y llegó a obsesionarse con la idea de liberar la patria de Homero y Esquilo de la dominación de los turcos. Al tomar posesión del escaño que le correspondía en la Cámara de los Lores, se manifestó en contra de la tiranía dondequiera que existiese. Fue un par radical, pero su radicalismo era más de fondo que político.

Su vida sexual fue demasiado radical para que pudiera agradar a la sociedad londinense. La publicación de los primeros cantos de Childe Harold le hicieron famoso, lo que tuvo como consecuencia que la sociedad aristocrática hiciera de él una celebridad, pero sus relaciones con lady Carolina Lamb -cuya cordura era dudosa- y, aún más, una manifiesta liaison con Augusta, su hermana de padre, escandalizaron al mundo refinado. En 1814, Augusta dio a luz una hija, de Byron -un vergonzoso fruto del incesto- Al año siguiente, Byron se casé con la hija de lady Melbourne, Annabella Milbanke, pero este matrimonio no constituyó ninguna garantía de respetabilidad. Byron estaba endeudado, aunque en sí mismo, y en la sociedad londinense este hecho no era ninguna marca de vergüenza; por el contrario, los rumores de sus irregularidades sexuales y el creciente horror hacia las habladurías sobre sus actos incestuosos acabaron Revándolo al ostracismo. Annabella, que aparentemente no pudo soportar las formas de relación sexual que Byron le exigía, le abandonó y volvió con su madre. Byron maldijo a Inglaterra y salió de ella para siempre.

En 1816 ya no existe el Byron británico, y empieza la leyenda de Europa. En Ginebra, Claire Claremont se convierte en su amante, pero Claire regresa a Inglaterra para dar a luz a su hija Allegra. Byron llevó en Venecia una vida desenfrenada, pero se las arregló para idear un diccionario anglo-armenio. En 1819, año que conoció la publicación de los dos primeros cantos de Don Juan (denunciados en Blackwood's Magazine como "un poema obsceno e impío), se unió a Teresa, la condesa Guiccioli, y vivió con ella en Venecia y Rávena. Se convirtió en un inglese italianato, escribiendo La profecía de Dante, Marino Faliero y El lamento de Tasso (inspirado por una visita a la celda de Tasso en Roma), y proclamando la causa de la libertad italiana frente a sus diversas tiranías. Pero su corazón estaba en la doliente Grecia: .¡Las islas de Grecia, las islas de Grecia, / donde la ardiente Safo amó y cantó, / donde se desarrollaron las artes de la guerra y la paz, / donde se alzó Delos y Febo surgió! / El eterno verano todavía las dora, / pero todo, excepto su sol, se ha puesto".

La acción llegó a ser más importante para Byron que la poesía, y se decidió a tomar parte activa en la liberación de Grecia. Había vendido la abadía de Newstead, de manera que los insurgentes griegos pudieron contar con la ayuda económica de Byron, así como con el aliento de su nombre y su fama. En enero de 1824, alrededor de la fecha en que cumplía 36 años, llegó a Missolonghi para formar la Brigada Byron. Se sintió consternado por la falta de organización militar de los griegos, pero su propia visión de la guerra se derivaba de La Ilíada: llevaba puesto un yelmo homérico. En abril de 1824 murió de unas fiebres, y también quizá de la tensión a que había sometido a su cuerpo como instrumento de placer. Pero el placer, como podemos ver por sus obras publicadas, estuvo moderado por el duro trabajo del arte poético y el arduo pensar en él. Grecia lo lloró, pero Gran Bretaña, no. Su cuerpo fue rechazado por los deanes de las catedrales de Westminster y de San Pablo. Fue enterrado discretamente cerca de la abadía de Newstead. Lady Caroline Lamb, que había celebrado su aventura amorosa con el poeta en una loca novela gótica titulada Glenarvon (el héroe de ojos salvajes de la novela se llamaba Byronic, porque es Byron), se encontró por casualidad con el cortejo fúnebre, y su mente se extravió para siempre.

Blasfemia y obscenidad

Podemos estar seguros de que, en este bicentenario de su nacimiento, Europa tendrá más que decir en honor de Byron que su país nativo. Su reputación nunca ha sido alta entre los ingleses, quienes, con razón, encuentran en su poesía romántica más ruido rimbombante que sentido sosegado; en sus sátiras épicas, como Beppo y Don Juan, encuentran, sin razón, más blasfemia y obscenidad que un alto sentido del humor y un talento genuino. Fue suficiente que Goethe le admirara, aunque The Edinburgh Review y B1asckwoods Magazine no lo hicieran. En Fausto, el joven Euforion, el hijo de Fausto y de Helena de Troya, es Byron. Italia le agradece su amor por la tierra de Dante y de Tasso; Grecia le adora y ha asimilado la B de su nombre a la moderna beta, de manera que es una leyenda helénica llamada Vyron. Resulta imposible pensar en el movimiento romántico en Europa sin ser consciente de su influencia. Ésta no fue únicamente literaria: como posteriormente sucedió con Ernest Hemingway, el personaje llegó a ser indistinguible del escritor. Byron fue sus propios héroes -el melancólico Childe Harold, el libidinoso Don Juan, el heroico Mazeppa, el Caín condenado al ostracismo.

Su cuerpo hace mucho que se ha descompuesto, pero su leyenda personal ha sido desvalorizada en malas novelas y alguna que otra película. Tenemos sólo sus admirables cartas -un soberbio testimonio escrito de su vida y de sus distintas épocas- y su poesía y sus obras de teatro, sobre las quela opinión crítica está dividida. T. S. Elliot, quien decía al mundo anglófono lo que le tenía que gustar y lo que no debía gustarle, dio poca importancia al torrente romántico de Byron, pero tuvo que admitir la fuerza de Don Juan, con su magistral fusión del estilo coloquial con la ottava rima que Byron descubrió leyendo a Ariosto. Sin la menor duda, Don Juan es difícil de traducir al verso francés, italiano, español, o incluso alemán, pero la lectura de una transcripción en prosa no transmite nada del chasquido y el chisporroteo de sus ingeniosas rimas. Como aquí: "Christians have burnt each other, quite persuaded. / That all the Aposdes would have done as they did". 0 aquí: "What men call gallantry, and gods adultery, / is much more comnion where the climate's sultry". 0 aquí: "A litúe still he strove, and much repented, 1 and whispering 'I will ne'er consent' -consented".

No es el Byron de Don Juan el que ha robado el corazón de los europeos, sino el Byron de Childe Harold. Cuando Paganiní encargó a Berlioz que compusiera un concierto para viola, éste respondió con Harold en Italy, en el que los cálidos tonos del instrumento solista están en comunión, como el propio Childe Harold, con las ruinas cubiertas por la yedra y con la naturaleza en estado salvaje. El concierto romántico fue una concepción byrónica, y el espíritu de la ópera del siglo XIX, aun cuando no se puso música a ningún poema de Byron, está impregnado por la imagen del héroe revolucionario -guapo, erótico, peligroso de conocer-. Con Byron, el poeta deviene su propio poema.

Los movimientos de liberación de la mujer, lo que de ellos queda, no es probable que resuciten el fantasma de Byron como objeto de culto. Su atractivo munó con la Inglaterra victoriana, en la que las jovencitas, con tirabuzones y miriñaques, leerían a Byron reunidas en sus alcobas y verterían lágrimas ante la sola mención de Missolonglil. Las mujeres de su época parecían bastante dispuestas a darse de forma más práctica: hasta las camareras de los hoteles italianos estaban prestas a echársele al cuello y se sentían encantadas cuando su señoría cojeaba. Los hombres de Europa tuvieron si empre una época dificil durante el tiempo que la imagen byrónica se mantuvo floreciente: no podían compararse con él (¿quién hubiera podido?) en belleza deformada, energía erótica y talento poético. Pero hace tiempo que fue reemplazado por héroes menos atractivos -Rodolfo Valentino, John Barrymore, Errol Flynn, los sexualmente ambiguos cantantes que gorjean a través de los micrófonos-. No obstante, el término byrónico todavía tiene un significado.

En este año necesitamos una serie de televisión sincera y atrevida, que no intente ocultar la variedad de sus preferencias sexuales, su incesto, su amor a la libertad. Pero intentar presentar al poeta a través de opiniones de segunda mano sería una tarea imposible. Tiene que ser leído, especialmente como autor de Don Juan. Como uno de los grandes creadores de la sensibilidad romántica europea, su reputación está firmemente arraigada. "Loco, malo y peligroso de conocer", se dijo de él. Fue Caín rebelándose contra un dios caníbal. Pero fue también Prometeo.

Traducción M. Carmen Ruiz de Elvira.

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