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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un 'trabajo cualquiera'

Hay centenares de películas que se limitan a repetir la historia y las relaciones entre personajes de otras películas, conformándose con cambiar la época, a la que no se atribuye ningún otro valor que el meramente decorativo. No se exige de ellas que sean nuevas, basta con que funcionen correctamente dentro de su especialidad o género. Cuando las prostitutas y su pequeño mundo suben a la pantalla, esa tolerancia cambia. 0 el producto es estrictamente pornográfico, lo que le condena a los sótanos de la cultura y le libera de cualquier exigencia de originalidad, o es fruto de un enfoque nuevo, sorprendente, que nos transmite la sensación de que las reflexiones sobre el oficio más viejo del mundo son las más nuevas.Working girls figura entre las que se apuntan a la segunda opción. La Prensa -y los críticos los primeros- se empeña -nos empeñamos- en afirmar que Lizzie Borden "pulveriza todos los clichés y "desromantiza y desmitifica la prostitución". Incluso la autora parece engañada o dispuesta a engañarnos al respecto, puesto que afirma, en consonancia con el título del filme, que "la prostitución es un trabajo como otro cualquiera, con sus contrapartidas, sus rutinas y sus ventajas".

Chicas de Nueva York

Título original: Working girls. Directora: Lizzle Borden. Intérpretes: Louise Smith, Ellen McElduff, Amanda Goodwin, Marusia Zach, Jane Peters y Helen Nicholas. Guión: L. Borden y Sandra Kay. Fotografia: Judy Irola. Estadounidense, 1986. Estreno en Madrid en cine Renoir 3.

Deseo y sentimientos

Puede que sea resultado de la ceguera -esperemos que momentanea- de este crítico, pero yo hubiera dicho que lo que la película acaba probando es la imposibilidad de ejercer la prostitución como otro trabajo cualquiera. Sin duda podría serlo, pero no en el mundo que nos muestra Lizzie Borden, en el que el deseo y los sentimientos se entremezclan, en que las rutinas prostibularias han de satisfacer el agobio de las rutinas matrimoniales.Si la prostitución fuera ese trabajo cualquiera, ¿por qué filmar, al final, el vestido azul de la protagonista arrojado en medio de la calle, abandonado para siempre como imagen de un pasado en el que el uniforme imprimía carácter? ¿Por qué filmar a la protagonista como alguien que acaba de liberarse? ¿Haría lo mismo Lizzie Borden si su protagonista fuera una mecanógrafa que acaba de perder su colocación como secretaria?

En definitiva, ¿por qué abandonar el tono minimal de la ficción y hacerla estallar, aunque sea suavemente, a través de esa rebelión-ruptura de Molly, que se siente acosada y no se conforma con abandonar su vestido de lana azul, sino que aprovecha la ocasión para hacernos saber verbalmente su decisión de abandonar su labor en el burdel? Es más, ¿no responde a una mirada condenatoria este forzar un crescendo alrededor de la protagonista, cada vez más presionada por sus violadores de pago, que dicen no conformarse con la gimnasia sexual y exigen un plus de sentimiento?

Working girls es una versión moderna de Vivre sa vie, con menos talento y más realismo. Eso no es lo que la hace distinta o mejor. Lo que confiere interés al filme es que esté dirigido y fotografiado por mujeres. El cuerpo masculino está retratado e iluminado como algo desagradable, agresivo o corrompido, según sea la edad del cliente, mientras que no es ése el trato que recibe el cuerpo femenino, visto como una máquina humana a la que hay que cuidar. Ellos obligan a los diafragmas, condones, espermicidas, etcétera. Son enormes y blancuzcos insectos y hay que protegerse de su picotazo.

Para que aún quede más claro lo que de excepcional tiene un trabajo basado en la simulación del deseo y el placer, la magnífica actriz protagonista -una Charlotte Rampling de la vida cotidiana- aparece en la secuencia prólogo conviviendo plácidamente con otra mujer, con la que educan una hija. Es una barrera más entre ella y sus clientes.

En definitiva, Working girls es una película muy interesante, incluso nueva; pero lo es sobre todo porque testimonia un fracaso: el de convertir lo que la sociedad ha convertido en excepcional en un trabajo cualquiera.

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