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La vigencia de John Coltrane

Hace 20 años murió quien condujo la música a "unos instantes antes de su desintegración"

El 17 de julio de 1967 moría, en un hospital de Nueva York, John Coltrane. La imprescriptible dedicación a sus instrumentos -el tenor, el soprano, la flauta- y el interés perpetuo por la música universal, la pasión mística de sus últimos años, la dedicación de la causa del amor, el interés por la arquitectura y la pintura no sirvieron para cicatrizar las heridas de un hígado que en años juveniles había recibido drogas y alcohol como casi nadie puede soportar. Según una vieja definición, había conducido la música hasta unos instantes antes de su desintegración. Veinte años después, casi todo Coltrane forma parte del lenguaje básico del músico de jazz de nuestros días.

Está entre las virtualidades del jazz el rigor mitológico de sus héroes, los músicos. Prometeos, cuya máxima expresión sería Charlie Parker; olímpicos, a cuya cabeza estaría Coleman Hawkins; apolíneos, liderados por Ellington; dionisos, también todos, encarnados en Armstrong, en Gillespie. John Coltrane sería el héroe de la búsqueda que sólo puede expresarse en la intensidad. Intensidad que, en sus últimos años, avanza en espiral, replegándose sobre sí misma.La búsqueda constante también podría ser la caracterización de otro de los definidores del jazz moderno, Miles Davis, pero allí donde Miles llega cargado de sensata inteligencia, es punto de paso para un Coltrane librado a la energía de la pasión. En su territorio cumplió una vieja consigna del superrealismo embrionario: "Hay pendiente una gran tarea de destrucción". Y la destrucción se hace construcción de nuevos campos expresivos.

John Coltrane empieza en el rhythm and blues su paso por las orquestas de Earl Bostic, Dizzy Gillespie y Jonny Hodges. Miles le llama a su lado, y participa en la fundación del primer gran quinteto.

Capacidades expresivas

Son los años de los elepés Prestige, de Round midnight, de King of blue, obra magna de la improvisación moderna y uno de los momentos más brillantes de la historia discográfica del jazz. Su estancia con Thelonius Monk le lleva a la madurez de la independiencia, y tras algunos éxitos, encuentra el primer afianzamiento con la formación de su cuarteto con McCoy Tyner, Jimmy Garrison y Elvin Jones. Con ellos llega hasta A love supreme, en 1965, y en el mismo año graba Ascension. Hasta el último de sus días prosiguió en la tarea del lanzamiento de las capacidades expresivas. Había cumplido 40 años.Pocos de quienes compartieron la aventura de la atonalidad siguieron en el mismo camino, y hoy ya hemos podido ver bastante héroe del free reentrado en sereno baladista. Pero la música de John Coltrane, el conjunto de su música, está en el centro de la evolución expresiva de los instrumentistas de nuestros días. Es difícil que hoy alguien empuñe un tenor o un soprano sin rendir tributo a John Coltrane.

"Sólo puedo decir que mi vida fue mucho mejor conociéndole", manifestó Coltrane a la muerte de Eric Dolphy. Es algo que, desde luego, también sucede con Coltrane.

A quienes no le pudimos ver ni nos aplicamos en las llaves del tenor nos queda su música. Julio Cortázar recomendaba en Noches de vino y de hierbas fumables leer en voz alta los poemas de Pedro Salinas "con The Soft Machine o John Coltrane afelpando el aire de reconcialiación y contacto".

Es el Coltrane de Naima, de In a sentimental mood -con Ellington-, de Lush life -con Johnny Hartan-, de Alabama. Tambien está el Coltrane de los solos de Round midnight y Stella by starlight, con Miles, donde se puede encontrar modelo de rigor emotivo. Está Ascension, más para gritar, y está el Coltrane hipnótico del Doctor Jazz, tal como se le llamaba por las capacidades terapéuticas de su música. Y casi en Coltrane se cumple lo que Mariol Brown refirió a Ascension: "Con esta música podrías calentar un apartamento en un día frío de invierno". Así sucede.

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