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El lingüista Gregorio Salvador ingresa hoy en la Academia con un discurso "sobre la letra q"

Alfonso Armada

El lingüista Gregorio Salvador pronuncia esta tarde su discurso de ingreso en la Real Academia Española. Nacido en Granada hace 59 años, las especialidades de Gregorio Salvador son la lexicografía y la dialectología, ciencias que espera poner al servicio del idioma en su futura labor dentro de la Real Academia, para cuya entrada ha escrito un discurso titulado Sobre la letra q.

La elección de la q como objeto de disertación la razona Salvador en el hecho de que "ocuparé el sillón q minúscula, que es de nueva creación. Lo estreno yo, y ya que una de las tradiciones de la Academia es hacer un preámbulo elogiando a los antecesores en el sillón que a uno le corresponde, como en mi caso no hay antecesor, pensé que sería interesante hablar de la historia ortográfica y de las implicaciones fonéticas de la q".Puesto a indagar sobre la biografía de la q, el lingüista reconoce que ha tenido que desechar buena parte de los hallazgos obtenidos, cosa que en principio puede sorprender a un profano, ajeno a la memoria de las letras y a los entresijos que puede encerrar una letra como la q. "La q es una letra de origen latino no estricto. Se introdujo en el latín para distinguir la q de la c, ya que necesitaban diferenciar el sonido labiodental de la q y el palatal de la e. En griego, sin embargo, no existía la q, aunque sí en el arcaico. Su origen remoto está en las lenguas semíticas", precisa Salvador, que espiga de su discurso fragmentos que recuerdan la disputa entre língüístas alrededor de esta letra.

"Ha habido una larga discusión sobre la necesidad de la q, con polémicas como la suscitada por Correas, que desterró la q de su ortograflia", frente al que se alzaron las voces de Robles, por ejemplo. En 1815, con la última gran reforma ortográfica, la Academia establece definitivamente la q, a la que siempre acompaña la u. Más que una letra, es un bígrafo", precisa Salvador, "dos letras con un único valor".

Salvador es un apasionado defensor de la q, dentro de la moderación emotiva que se le supone a un lingüista en cuestiones académicas. Piensa que importa mantener la q ante la evolución de la lengua, ya que la distinción entre c y q "no es un inútil, sino una previsión para el futuro, en que no podemos precisar la evolución de las pronunciaciones. Esa evolución puede llevarnos a la disgregación, pero la ortograrla y la lengua escrita ayudan a mantener estabilidad".

Obrero de la lengua

Para el lingüista, que fue presentado para un sillón de la Academia por Emilio Alarcos, Miguel Delibes y Manuel Seco, "la ortografia española es una de las mejores del mundo, gracias a la Academia, porque ha tenido un espíritu abierto hacia reformas útiles, no como el francés o el inglés, que tienen ortografías lamentables".Acerca de su papel en la institución, Salvador cree que tendrá que aportar su formación lingüística. "Para mí, la Academia es un medio extraordinario de aplicación de mis conocimientos". Recuerda que la docta casa surgió de un grupo de ilustrados que se reunió en el siglo XVIII para hacer un diccionario, el prestigioso Diccionario de autoridades, "una obra asombrosa, de la que provienen el resto de los diccionarios que se hicieron después, con citas de grandes autores. La Academia ha continuado con el diccionario, y ésa ha seguido siendo su función principal: el diccionario es su gloria. Su labor de ayuda a la lengua es la mejor labor que podía desempeñar. Y voy a la Academia y creo que me han elegido por lo que soy: un obrero especialista de la lengua".

No está de acuerdo con la acusación de que a la Academia le falte sensibilidad hacia los cambios del idioma. "Creo que tiene sensibilidad para lo que se dice. Lo que no puede hacer es inventar palabras, o introducir un léxico pasajero. Hablamos una lengua no sólo nuestra, ya que de cada nueve hispanohablantes sólo uno es español. Es preciso un tiempo de espera para ver la evolución de las palabras".

Salvador advierte contra la disgregación del español, idioma al que, como dialectólogo, llama así frente a la acepción castellano. "Un peligro es la adopción de nombres nuevos para cosas nuevas. Para el bolígrafo, por ejemplo, que tiene una antigüedad de 30 años, hay casi tantas ¡acepciones como países que hablan español". No teme, sin embargo, que el español pueda desaparecer frente al inglés: "Pueden desaparecer otros idiomas, pero no el español, que es el único, con el inglés, que casi permite andar por todo el mundo".

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