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Tribuna:La muerte de William Powell
Tribuna
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El bigote de un 'gentleman'

William Powell, fallecido anteayer a los 91 años en Estados Unidos, ha sido uno de los pocos actores norteamericanos que han logrado acreditar en la pantalla un rostro con bigote. No era el suyo un exabrupto piloso como el que siempre se ha adjudicado en Hollywood a los temperamentos latinos y a la presencia traicionera habitualmente asociada a una oscura pigmentación. El bigote de William Powell era recortado, fino, estudiado, irónico y atractivo. La relativa novedad del aderezo sobre el labio superior del actor es la de que no le impidió hacer nunca de bueno.El adorno facial de William Powell fue contemporáneo de algunos importantes mostachos de la época y precedente de uno que siguió fielmente sus pasos. Los bigotes coetáneos fueron, entre otros, los de George Brent, Clark Gable, Robert Taylor y Ronald Colman, todos intrínsecamente distintos entre sí. El del sucesor pertenecía a David Niven.

Clark Gable fue la gran estrella con pelos en la cara. Su bigote francamente poblado para los estándares anglosajones estaba justificado, sin embargo, por el carácter aventurero de su portador. Gable solía interpretar a tipos de vida bohemia, reporteros como en Sucedió una noche, héroes poco escrupulosos como en Lo que el viento se llevó, a los que había que perdonar algo en su pasado. Un estilo similar, aunque exento de humor, era el de Robert Taylor, de una bondad a veces antipática por lo intransigente, que no excluía la regeneración de turbias reputaciones, como en Chicago, años treinta.

George Brent sacó excelente partido a su pérfido bigote, en especial para dar la réplica a una presencia tan fuerte como la de Bette Davis, junto a la que hizo Jezabel. Su especialización iba hacia el bigote aristocrático, de culpabilidad ladinamente insinuada por sus preferencias pilosas. En ocasiones fue personaje positivo, como en Vinieron las lluvias, pero cediendo la plaza de héroe a Tyrone Power. Ronald Colman fue el actor del bigote romántico, deliberadamente anticuado, del amor contrariado, fácilmente apto para vestir casaca y tocar peluca, como en Historia de dos ciudades.

Inglés y norteamericano

William Powell, en cambio, y su gran sucesor, David Niven, son los únicos poseedores de bigotes modernos correspondientes a personajes químicamente íntegros. Niven era la idea que de un gentleman inglés tiene el cine norteamericano; Powell, la que en la época tenía Hollywood de lo que era un gentleman norteamericano.

El actor dio salida a un bigote para el toreo de salón, de alta comedia, con el que dio la réplica en la serie de películas de El hombre delgado, en la que protagonizaba al detective Nick Charles, a Myrna Loy, enérgica presencia en la pantalla a la que, quizá, no podía hacerse frente sin defensas faciales.

Era el de William Powell un bigote triunfante, mundano, regado con el mejor oporto, de excelente posición económica, que paseaba en Cómo casarse con un millonario, y que le permitió transitar hacia la tercera edad aposentándose en papeles que correspondían a su verdadera longevidad, como en su interpretación del médico de a bordo en Escala en Hawai. La película que hoy se proyecta en Televisión Española como homenaje al actor, El enemigo público número uno, es de 1943 y en ella interpreta a un político que trata de salvar a su hermano convertido en gánster, encarnado por Clark Gable.

Los divos de la comedia posteriores a Powell, con la excepción de David Niven, escaparon al difícil encasillamiento del bigote, que en cierto modo había ya consumido sus posibilidades positivas en el gran actor fallecido. Cary Grant, James Stewart, Spencer Tracy, son impensables con brotes faciales en la cara. William Powell creó un tipo que sería inverosímil rigurosamente depilado.

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