Cambios de lugar y protagonista
Con La pequeña tamborilera, John Le Carré cambia de escenario y de héroe, George Smiley. El sol de Oriente Próximo está muy lejos de las brumas de la vieja Europa, que hicieron posible el espionaje burocrático en que George Smiley era maestro indiscutible. A Charlie (veintiséis años, actriz, ni siquiera sabemos su apellido) no le interesan los poetas barrocos alemanes de comienzos del XVII, pasión que Le Carré compartía con su personaje.-Georgé, has ganado.
-¿Que he ganado? Sí, supongo que sí.
El final de La gente de Smiley parece "ahora- una despedida. Karla está vencido y el escéptico superespía protagonista de la mayoría delas novelas de John Le Carré debe estar disfrutando de su pensión de funcionario. En el Circus no quedan topos educados en Oxford.
No es ya el tiempo de los Plilby, Burgess, McLean o Blunt. Ni siquiera de la guerra fría. El espionaje artesanal británico no puede competir con la sofisticación tecnológica de los primos de la CIA.
Para colmo, el viejo león británico tiene asma, aunque puede dar algún zarpazo, como el de las Malvinas.
Le Carré puede permitirse el lujo de crear un nuevo héroe sin perder por ello clientela. Pero cuando en 1977 busca en Líbano, Jordania y Siria un tema para su próximo libro, aún piensa que Smiley podía vivir una aventura en Oriente Próximo. Allí se convenció de lo contrario. Todo está demasiado confuso.
A pesar de su escepticismo, el viejo agente todavía cree conocer las fronteras entre el bien y el mal. Y quien se acerque con esta óptica al conflicto árabe-israelí no podrá entender nada.
Cuando volvió a la zona en 1980, Le Carré se entrevistó con dirigentes palestinos -(incluyendo al propio Yasir Arafat), falangistas libaneses y funcionarios del Mossad (servicio de espionaje israelí). En esta ocasión, el contacto directo con la realidad de, Oriente Próximo le permitió modificar su óptica e incluso sus. opiniones. Ya no está seguro de que Israel se encuentre en posesión de la verdad. Ver con sus propios ojos la tragedia palestina no le hace olvidar el holocausto judío, pero sí darse cuenta de la injusticia que supone que un pueblo pague por la reparación de la mala conciencia del mundo con otro.
De esta realidad surgió The little drummer girl. De esta ambigüedad y confusión surgió Charlie, simplemente Charlie, la joven actriz británica a la que el Mossad convence para infiltrarse en un grupo terrorista palestino con una serie de razones que tienen mucho más que ver con la psicolbgía que con la ideología.
Si el escritor, John Le Carré, tenía hasta ahora mucho que ver con el hombre, David Cornweil, y con el héroe, George Smiley, esta posibilidad de identificación se pierde en gran medida en La pequeña tamborilera, sobre todo en cuánto al personaje. Queda la maestría estilística, el genio en el bordado y la filigrana de la trama, el dominio de los mecanismos del espionaje (se dice que trabajó para el MI 5 británico), el retrato de la ambigüedad moral de sus personajes y la aproximáción a una realidad imposible de explicar, pero que la perspectiva litéraria puede ayudar a comprender. Con Le Carré las novelas de espías dejan de ser literatura popular.
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