Simplicidad y eficacia
Darío Fo: Muerte accidental de un anarquista
Traducción del italiano de Guillem-Jordi Graells
Intérpretes: Carles sales, Jordi Bosch, Josep Minguell, Pep Muñoz, Enrique Arredondo, Carme Callol. Espacio escénico y vestuario de Andréu Rabal. Dirección: Pere Planella.Estreno. sala Olimpia. 19-1-1.982.
Muerte accidental de un anarquista, de Darío Fo, lleva varios años circulando por el mundo. Todavía llena teatros en París y en Londres en estos momentos. No parece correr la misma suerte la versión que ofrece la sala Olimpia, a juzgar por el poco numeroso público de la segunda representación; y es una lástima. Darío Fo reúne en sí mismo una ideología política abierta declarada como anarquismo, y un entusiasmo por el teatro-teatro, con todos sus recursos antiguos y modernos. Busca por el camino de la farsa, del sainete, del circo, por la canción; e introduce en ello su mensaje político, a veces dicho literalmente, directamente al público. Parecería esta definición la misma que pueda aplicarse en un esquema a Bertolt Brecht; pero hay una diferencia y está en la latinidad de Darío Fo; una tradición propia de farsa, del teatro napolitano y del veneciano; una rapidez de lenguaje y movimiento escénico. Y la diferencia entre una doctrina abierta y otra cerrada o científica. Una adhesión más directa a la realidad de cada día...En esta obra concreta, Darío Fo, despega a partir de unos hechos concretos: las bombas de Milán, la atribución del atentado a los anarquistas, el defenestramiento de un interrogado en la comisaría de policía... Un personaje supuestamente loco -"histriomanía", o manía de interpretar, de representar- conduce una investigación sobre la posible culpa de la policía, la desmesura, la ridiculiza, la abulta. El personaje del loco que tiene la clave de la razón, o que revela la sinrazón de su tiempo y su sociedad, es tan antiguo que basta sólo citar el ejemplo de Don Quijote.
Escenografía elemental
Traen a Madrid esta obra unos catalanes dirigidos por Pere Planella, con una elemental escenografía. La versión castellana y el acento de los actores no desmiente su procedencia, y ni siquiera se intenta disimular: forma parte del mismo juego de distanciamiento-aproximación. El estilo de la representación trata de ser el mismo de la obra: la farsa grotesca. Hay una imitación de la forma italiana -hasta con frases o palabras en italiano- a la que se superpone la española del sainete, del astracán, del juguete cómico o de lo que en tiempos se llamó "disparate cómico". Los actores hacen un considerable esfuerzo para conseguir ese tono: se les nota.El público es muy sensible a la eficacia y simplicidad teatrales, y parece en esta sala, y en este caso, bastante especializado en recibir el tipo de mansaje que envía Darío Fo y que interpretan los actores. Lo acogen con regocijo: demuestran que el tipo de injusticia, de trama de poderes, de conclusiones de intereses que denuncia Darío Fo les siguen par eciendo enteramente actuales. Ríen a carcajadas, aplauden y se entusiasman. Josep Minguell, que lleva sobre su personaje toda la carga del espectáculo; Carles Sales, Jordi Bosch, Pep Muñoz, Arredondo y Carme Callol, que forman el reparto, tienen que repetir sus saludos ante el público que acaba de tener el estímulo de dos finales diferentes... Que terminan siendo el mismo.