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José Ricardo Morales: "En mi teatro reflexiono sobre los totalitarismos"

Entrevista con el profesor y dramaturgo español

Ángel S. Harguindey

José Ricardo Morales (Málaga, 1915) es uno más de esos españoles exiliados tras la guerra civil en Latinoamérica, en donde ha desarrollado una doble labor: de un lado, una serie de investigaciones de teoría e historia del arte, en la facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, en donde es catedrático; de otro, una amplia labor como dramaturgo y adaptador teatral -fue fundador del Teatro Experimental de la Universidad de Chile, en el que dirigió varias obras-. En la actualidad se encuentra en España en una rápida visita en la que, entre otras cosas, concretará la posibilidad del estreno de su obra La imagen.

«Esta obra», declaró su autor a EL PAIS, «es la primera de una trilogía en la que trato de reflexionar sobre los gobiernos totalitarios. paralíticos. En La imagen trato de un gobierno que dura siete siglos y que, por el transcurso del tiempo, su imagen se va deteriorando. Buscan un restaurador de imagen, que tiene cargo oficial, y tras realizar su trabajo, el régimen continúa en el poder. Pienso que el arte ha de ser si empre subversivo para ser arte, de ahí el que critique a los gobiernos totalitarios.»«La segunda obra de la trilogía», añade José Ricardo Morales, «se titula Este jefe no le tiene miedo al gato, en la que un dictador que oye gatos en el tejado decide un día exterminar a todos los gatos del mundo. Al final quedan "cuatro gatos" en un búnker: él, su mujer, un caballo de madera y un maestro de ceremonias. La tercera obra se titula Nuestro Norte es el Sur, y en ella se llega a la guerra como último recurso de los regímenes militares para sobrevivir en tanto que gobiernos.»

«Además he escrito otra obra de teatro: La miel abeja, que se editará en La Revista de Occidente, en la nueva etapa que está a punto de iniciar Soledad Ortega. »

«Cuando todas las posibilidades de un país», añade Morales sobre La imagen, «se hallan subordinadas al consabido principio de autoridad -cuyo primer principio consiste en la supresión de la autoría-, y si las acciones del gobierno que sea se fundan en un mostrenco "orderio y mando" -ordeno porque mando y mando porque ordeno- aquellos que lo sufren conllevan una vida tolerada por quienes disponen de todo y de todos, graciosamente concedida como un don del poder. En tales ocasiones de extrerhismo estatal más conocidas como totalitarismos, los países se encuentran secuestrados -cualquiera sea su lugar en el registro -que ordena nuestro mundo de derecha a izquierda- y a quienes sufren tales circunstancias no les cabe sino adoptar las actitudes que Goya insinúa con los ninos del grabado ¡Que viene el coco!, de sus Caprichos. En una es la parálisis. ese quedarse de una pieza bajo el terror hipnótico. que al suspender decisiones y reflejos obliga a guarecerse en la pasiva disimulación; la otra se muestra en el despavorecerse de la huida, ante la imposibilidad de ser el ser que somos en el lugar donde somos.»

«Quienes abandonamos nuestra tierra por motivos "de fuerza mayor"», añade José Ricardo Morales, «y no sin ofrecer toda la resistencia concebible, la vimos condenada a "cadena perpetua" -del "vivan las cadenas" al "muera la inteligencia", no media ni un paso-, sabiéndola sometida a un poder que en su delirio irracional aspiró, con otras imposibilidades, a su perpetua ción ilimitada. De esa pasividad, del estrago y silencios consecuentes, da cuenta La imagen.» Sobre la evidente crisis teatral que sufre nuestro país, parangonable a buena parte de los países latinoamericanos, José Ricardo Morales considera que: «Creo que ahora ya hay una reacción a ese distanciamiento del público. El teatro tiene unas posibilidades que no tienen ni el cine ni la televisión. La presencia de la palabra viva la tiene el teatro: palabra y presencia de la persona.»

Sobre la posibilidad de que una de las causas de la crisis teatral fuera la cada vez más sofisticada escenografía que requieren los espectáculos modernos, el dramaturgo español comenta que «todo eso son coadyuvantes, ingredientes adjetivos, pero no sustantivos. Recuerdo cuando García Lorca, en los tiempos de La barraca, decía que el teatro debía de ser representado ante una sábana blanca, y nada más. Mi teatro va un poco por estos derroteros.Es un teatro que, en el fondo, juzga la técnica actual y establece los peligros que en ella hay. Aristóteles decía que la técnica es una actividad productiva acompañada de la razón verdadera. Lo que ocurre en la actualidad es que la razón verdadera de la técnica parece ser la in crementación de la propia técnica, sin razón alguna en muchas ocasiones. Si el hombre ha salido de la selva gracias a la técnica, ésta se ha convertido en la actual selva».

«El teatro mío anterior al de la trilogía aborda el tema de la tecnificación irracional, considerada la técnica como una amenaza para el hombre, convertido ya en cosa, en objeto, como lo reflejan mis obras El inventario o El material. Es cierto que mi teatro ha evolucionado de enfoques personales, psicológicos, a preocupaciones por temas políticos o colectivos, pero uno no deja de estar afectado por lo colectivo y lo político, y en la actualidad el hombre está negado por lo que le rodea; vive en un mundo que le es hostil. Los clásicos decían que lo que hacemos nos hace. Ahora, lo que hacemos nos deshace. Si antes el hombre, al hacer zapatos, se convertía en zapatero, en la actualidad se convierte en zapato,en un engranaje más de la maquinaria.»

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