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Experimentación tecnológica: Poca pero excelente

El premio ARCO-Beep de Arte Electrónico aglutina los galeristas que apuestan por el arte digital

Video de Analivia Cordeiro, M3X3, una videodanza de 1973 basada en un programa informático original.
Video de Analivia Cordeiro, M3X3, una videodanza de 1973 basada en un programa informático original.

Pese a que Carlos Urroz director de ARCO, asegura que el arte electrónico está absolutamente normalizado, lo cierto es que aun son pocas las galerías que se atreven a apostar por las disciplinas artísticas vinculadas a la tecnología. Una tendencia que se nota aún más en esta 35º edición de ARCO que, según una valoración unánime, ha alcanzado su madurez y dejado los alardes provocadores y experimentales a favor de obras de alta calidad, pero fáciles de vender e instalar.

Tras dos décadas cuidando el sector con una serie de iniciativas, que empezaron en 1987 con VideoArco, en 2010 la feria dejó de organizar secciones ad hoc, como fueron Arco Electrónico, NetSpace @ Arco y Expanded Box, la última. Desde entonces las obras tecnológicas son excelentes, pero escasas y toda la escena del arte digital se ha aglutinado alrededor del Premio adquisición ARCOMadrid-Beep de arte electrónico, dotado con 15.000 euros, que en su 11ª edición ha recaído en una obra de extraordinaria plasticidad y dinamismo Portrait on the fly de Christa Sommerer & Laurent Mignonneau, presentada por la galería Anita Beckers de Frankfurt. Con estas adquisiciones la Colección BEEP, que también produce obras tecnológicas, ha reforzado una especificidad que la convierte en la única de Europa en su género, inferior únicamente a las colecciones de museos como el ZKM de Karlsruhe o el Ars Electronica Center de Linz.

La obra, a primera vista una pantalla donde un enjambre de mosquitos parece volar de forma errática, establece una interactividad empática con el espectador y de una forma muy sutil reinterpreta el arte del retrato, un género que cruza toda la historia del arte, a través de los insectos voladores que se paralizan, retratando a quien los mira. En esta ocasión, los autores, pioneros de la unión entre los sistemas vivos y los digitales, establecen un vínculo entre lo orgánico y la construcción de la identidad. Quizás por el efecto rebote, en ARCO, se vendieron otras tres de las ocho piezas que componen la edición a dos coleccionistas alemanes y un canadiense.

Pasó igual con Analivia Cordeiro, hija de Waldemar Cordeiro, el padre del movimiento del arte concreto en Brasil. Tras ganar el premio el año pasado con M3X3, una videodanza de 1973 basada en un programa informático original, Cordeiro vendió el vídeo, dos fotografías y el programa informático al Museo Reina Sofía. También la representa Anita Beckers, que de esta forma ve reconocida su apuesta a largo plazo por el arte más experimental.

Otra galería abanderada del arte electrónico es Max Estrella de Madrid, que representa un conjunto de creadores imprescindibles como el mexicano Rafael Lozano-Hemmer, que este año también exhibe un dispositivo capaz de reproducir la silueta del espectador, Daniel Canogar, que ha vendido varios ejemplares de su pintura expandida digital que se crea a partir de las imágenes de Youtube y Eugenio Ampudia con la escultura en mármol de un cachorro que cobra sorprendentemente vida gracias a una proyección.

Este año han fallado dos de las galerías fieles a lo digital, bitforms de Nueva York que debido a la cercanía con la feria de su ciudad este año ha renunciado a ARCO y Adora Calvo de Salamanca, porque la pieza de la brasileña Anaïsa Franco, su artista estrella, tuvo problemas técnicos de última hora. De las 78 obras que se presentaron al Premio ARCO-Beep, sólo 43 fueron admitidas, ya que las estrictas bases piden explícitamente piezas que impliquen innovación tecnológica, con lo cual quedan excluidos todos los vídeos, este año especialmente escasos.

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