Ciudad sin ley
La actriz reflexiona sobre los insultos y desprecios sufridos por el actor Dani Rovira tras presentar la última gala de los Premios Goya
Comencé a escribir este texto queriendo denunciar algo que me generaba mucha rabia: el linchamiento a Dani Rovira por su presentación en la última gala de los Goya. Pero este fue únicamente el detonante para hacerme reflexionar de una manera más profunda sobre algo que, lejos de ser un hecho puntual, sucede con más frecuencia de lo que pensamos.
Y, lógicamente, no estoy hablando de las críticas, ya que si estas son constructivas nos pueden ayudar a mejorar y a crecer. Pero no hablo de eso. No. Hablo de algo que no tiene pies ni cabeza ni razón de ser. Y cuando digo que no tiene pies ni cabeza lo digo en sentido literal, ya que a veces no suelen ser más que un huevo seguido de un timeline que consta, básicamente, de insultos y desprecios. Estoy hablando de los haters u "odiadores" en las redes sociales.
Las redes sociales… Qué cosa tan demencial. Hace apenas cinco años no existían y hoy parece que el friki es quien no tiene al menos dos. Pero, desgraciadamente, nadie nos ha enseñado a usarlas. Y es que no es casualidad que hayan surgido en estos últimos años, en los que Twitter e Instagram parecen haberse convertido en el guion de las vidas de mucha gente, nuevos términos tales como haters o trolls. ¿En qué mundo loco vivimos que ya tenemos hasta una palabra para definir a aquellos que se dedican simplemente a eso, a odiar en la Red?
Cuando veo los comentarios que dejan algunas de estas personas no puedo evitar preguntarme: ¿Por qué tanto enfado? ¿A qué responde tanto odio? Entiendo que tengamos distintas opiniones respecto a algo, y si se argumenta de una manera crítica pero con educación no hay ningún problema. Ahora bien, la falta de respeto y el desprecio gratuito ¿a santo de qué?
Y lo que intuyo al seguir tirando del hilo es que, en muchos casos, no se trata tanto del hecho en sí sino de la persona que lo ha llevado a cabo. Y si dicha persona es "famosa" todavía mejor, pues la impunidad para cometer la agresión se eleva automáticamente al cuadrado (porque, oye, "ese también es el precio de la fama, ¿no?"). Me entristece comprobar la cantidad de gente que hay en nuestro país deseando que haya una nueva polémica para poder desprenderse de parte de su amargura lanzándosela a otro, hasta hundirlo. Da igual cuál sea el tema, da lo mismo si me importa mucho, poco o nada, porque el objetivo no es luchar por algo sino destruir. Odiar. Machacar al de al lado, para sentirme yo un poco mejor. O incluso criticar por criticar... porque, total, ¡es gratis!
Ya, pero el hecho de que el golpe no se dé con un bate no quiere decir que no duela. Existen muchos tipos de violencia y la que se sufre por las redes sociales es una de ellas.
Y yo me pregunto: ¿quién hace las normas? ¿Por qué se puede censurar una fotografía de un pezón (femenino, que no masculino) en Instagram y sin embargo se permiten este tipo de agresiones virtuales? El odio es una emoción humana tremendamente poderosa pero, precisamente por eso, hemos de ser responsables y escoger muy bien cuándo y para qué usarla. Creo que debemos aprender algo de todo esto, reflexionar y no menospreciar la influencia, el poder y el peligro de las redes sociales; porque si continúa creciendo esta falta de ética cibernética dichas plataformas terminarán convirtiéndose en la nueva ciudad sin ley.
Clara Lago es actriz, candidata al Goya por El viaje de Carol, protagonista de Ocho apellidos vascos y pareja sentimental de Dani Rovira.
Babelia
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