Tregua política entre escritores
El patrón de Planeta logró concitar a su mesa a soberanistas y unionistas, tirios y troyanos
Las costumbres son importantes para la supervivencia de las especies. Los ritos suponen un asidero o al menos una ilusión de estabilidad en tiempos cambiantes. Quiza por eso, aunque el presente sea turbulento y el futuro se antoje incierto tanto en el panorama editorial como en el político, José Manuel Lara, patrón de Planeta, logró concitar anoche a su mesa a soberanistas y unionistas, tirios y troyanos del Conflicto por antonomasia. Ninguno quiso perder las buenas costumbres. Si hablaron de política, apuéstense el pescuezo, los únicos cuchillos que emplearon fueron los de la cubertería de alpaca. Todos parecían agradecer una tregua mundana en medio del fragor de la contienda.
El presidente de la Generalitat, Artur Mas. El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. La ministra Ana Pastor. El secretario general del PSC, Miquel Iceta. La presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho. Menos algún representante de la izquierda soberanista, el resto del espectro político catalán y madrileño compartió cháchara y mantel de hilo mientras todos hacían como que nadie sabía quién iba a ganar el más suculento de los premios literarios en la cita más tradicional del año. Cerca, docenas de escritores de la casa, que acudieron como un solo esbirro a la llamada del jefe, parecían asumir su condición de actores secundarios en semejante intriga política hasta que el maestro de ceremonias anunció al ganador del cheque de 601.000 euros y puso a cada uno en su sitio.
Se trataba de mantener la liturgia. En tiempos de tribulación, como las que padece el sector del libro, mejor no hacer mudanzas. Todo está atado y bien atado en estos premios. Con el más pomposo de los lazos de un supuesto paquete sorpresa,pero preparado hasta el último detalle. Hay cosas que no cambian en Planeta, como que sale el sol todos los días en el otro planeta Tierra. El desfile de los autores de la casa: desde Risto Mejide a Carme Riera; desde Juan José Millás a Arguiñano; desde Miguel Ángel Revilla a Irene Villa. El jurado vistoso, con Rosa Regás y Carmen Posadas como estrellas de este año. El cava corriendo a discreción antes, durante y después de la cena. Y, tachán, el redoble para proclamar ganador al protagonista de los dimes y diretes de las 48 horas previas. Así las cosas, da ternura pensar en los tres juntaletras que mandaron sus originales desde Marruecos, Indonesia y Corea del Sur pensando, ilusos, que esto era un concurso.
Por lo demás, el mismo despliegue de todos los años. Lo admitió Lara: “El negocio del libro admite poca facturación publicitaria, así que se trata de que ustedes hablen de él”. Aunque sea bien, le faltó decir al librero a los periodistas. Y a fe que lo facilita. Un centenar largo de cronistas culturales traídos desde toda España y tratados a cuerpo de reyes por un amabilísimo batallón de profesionales de la casa cubrió los dos días de fastos previos a la concesión del premio. Espléndidamente comidos, agasajados y paseados en un autocar donde solo faltaba cantar qué buenas son las madres escolapias, que buenas son, que nos llevan de excursión, los periodistas ocupaban, también, buena parte de las mesas de la cena.
El resto, hombres y mujeres arregladísimos, ellas más que ellos, y, por supuesto, el ganador y la finalista del certamen, el muy mexicano Carlo Jorge Zepeda Patterson y la muy catalana Pilar Eyre. Una pareja de hecho que, a partir de ya, va a compartir un viacrucis de presentaciones por ciudades de partido judicial para arriba. Algunos, quedan amiguísimos. Otros, no pueden verse ni en pintura. Anoche ya saltaban chispas entre ellos. No consta aún si de las buenas o de las malas. Continuaremos informando. Sea como fuere sucede algo que ya dijo Lara. Los músicos aún pueden contrarrestar el sablazo de la piratería cantando sus canciones en plazas de toros. Zepeda y Eyre quizá capeen el temporal haciéndose carne mortal ante sus respectivas parroquias.
Babelia
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