El eterno retorno
Hay, en todos los internados de curas, un día en el que el prefecto de disciplina recorre furibundo los pasillos seguido de cuatro subalternos en busca de un chivo expiatorio sobre el que descargar todos los pecados del universo, incluidos los suyos. Ese día tiemblan los alumnos, tiritan los pupitres, desaparecen, aterradas, las moscas. Una atmósfera semejante debió de instalarse en la sala de prensa de La Moncloa cuando, tras el primer consejo de ministros de la era Rajoy, apareció Soraya Sáenz de Santamaría, seguida de cuatro de los suyos, con expresión de os la habéis cargado. Os la habéis cargado por las mentiras que os hemos dicho, por las torpezas de cálculo que hemos cometido, por las mezquindades y patrañas que nos habéis obligado a perpetrar para conquistar el poder. Y si yo no os acojono bastante, fijaros en las jetas de estos tres. No se pierdan, en efecto, la mirada de policía de Fátima Báñez; la expresión calibradora de Montoro (¿los fusilamos o los ahorcamos?); el gesto de indiferencia absoluta frente al dolor ajeno del ex-Lehman Brothers Luis de Guindos. Os la habéis cargado por creeros todo, gilipollas. ¿No os dais cuenta, por ejemplo, de que si a un déficit del 6% le correspondía una rebaja fiscal de equis, a uno del 8% le correspondería una disminución de equis más 2? Cuanto mayor fuera la crisis, como juraba y perjuraba Montoro, más deberían bajarse los impuestos a fin de estimular el consumo y todo eso. Total, que al acabar la rueda de prensa se nos quedó la cara de culpable de la víctima sexual frente al cura manoseador. El eterno retorno.
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