La ingenua longeva
Barbara Cook, leyenda del musical, debuta en España a los 79 años
La veteranía ha otorgado a Barbara Cook (Atlanta, Estados Unidos, 1927) el halo de leyenda que rodea a los mitos de la escena musical de Broadway. Admirada y aclamada de forma unánime, sigue firme al pie del cañón 57 años después de su debut profesional en el club Blue Angel de Nueva York. A sus 79 años, cuando otros cantantes ya llevan años retirados o han perdido sus facultades vocales, ella conserva su cristalina voz en óptimas condiciones, aunque un par de tonos más grave que cuando empezó, y sigue llenando los clubes, teatros y auditorios donde canta. También lo hará hoy y mañana en el Teatro del Liceo de Barcelona, cuya platea ha sido convertida en su honor en un club de copas para acoger su tardío debut en España. "¿Que cuál es el secreto de mi longevidad? Seguir viva", dice soltando una carcajada. Y a continuación, ya más seria, añade: "Genes, estupendos maestros, buena técnica y sentido común".
Barbara Cook es una mujer encantadora y comunicativa que ha sabido volcar la experiencia de toda su vida en sus interpretaciones musicales. Sobre la escena no sólo se muestra como la gran custodia de las esencias del musical americano, sino que su experiencia vital, en la que se mezcla la gloria de la fama y el infierno de un pasado de alcoholismo y depresión, emergen en sus recitales, en los que el canto y la palabra se alternan. Esto es lo que pasea por los escenarios de medio mundo y lo que enseña en sus clases magistrales, muchas de ellas en la célebre Juilliard School de Nueva York, ella que nunca aprendió a leer música. "Más allá de la técnica, el público lo que desea ver es el ser humano que hay detrás del intérprete", afirma.
Barbara Cook soñó desde pequeña con emular a las estrellas del musical americano que veía en el cine y la televisión, y de las que Judy Garland era su ídolo, pero jamás imaginó que llegaría a lo más alto convertida en el paradigma de la ingenua al ser elegida por su bella, cálida y aguda voz para estrenar históricos musicales como Candide (1956), de Leonard Bernstein; The music man (1957), de Meredith Wilson; o She love me (1963), de Jerry Bock y Sheldon Harnick. Con ellos y sus más de 30 discos ha cimentado su prestigio de una larga carrera en la que ha alcanzado los más reputados premios (Tony, Grammy y Drama Desk Awards). Aun ahora, afirma el compositor de Marvin Hamlisch, ganador de diversos Oscar por sus bandas sonoras, "basta con cerrar los ojos y continúa siendo la eterna ingenua".
Como los grandes mitos del cine y el teatro en Estados Unidos, Barbara Cook ha vivido la fama y ha descendido al infierno -el divorcio de su marido, el actor David Le Grant, a mitad de la década de 1960, la sumió en la depresión y el alcoholismo- para resurgir reinventándose como una gran solista en concierto de los grandes temas del musical americano. Porque el musical no ha muerto. "Está muy vivo, aunque sean pocos los nuevos musicales que se estrenan por el alto coste que tienen y que dan la falsa sensación de que se hace poco", dice. "Que después de Stephen Sondheim, sin duda el mayor genio del musical vivo, no hay nada no es cierto. Han descendido los estrenos, pero se siguen haciendo nuevos musicales y muy buenos, que alcanzan el éxito", explica minutos antes de subir al escenario del Liceo para ensayar.
Tiene claro que Estados Unidos es el paraíso del musical. "La creación e interpretación de musicales requiere de compositores e intérpretes especializados y están en Estados Unidos y en Europa sólo en el Reino Unido. ¿Hay acaso musicales propios en Francia, España, Italia o Alemania? Yo no conozco ninguno. Ustedes ya tienen la opereta y en España la zarzuela". Cuando pronuncia la palabra "zarzuela" trae a la conversación el nombre de Plácido Domingo. "Sus padres cantaban zarzuela, ¿verdad? No he escuchado nunca ninguna, pero me gustaría", murmura, y se muestra satisfecha por el interés que los teatros de ópera europeos muestran por el género. "Está muy bien que los teatros de ópera programen musicales, pero cuando si los hacen con cantantes de ópera hay que concienciarlos de que se trata de un estilo diferente a la ópera. Piensan que como las partituras son más fáciles no hace falta investigar y es un error. La mayoría de sus interpretaciones resultan enfáticas y engoladas, nada que ver con el auténtico musical".
Barbara Cook suelta una carcajada al ver las imágenes de finales del pasado diciembre del montaje de Robert Carsen para el Teatro Châtelet de París del musical de Bernstein Candide, que ella estrenó, y en el que el director de escena realiza una parodia política en la que Bush, Blair, Putin, Chirac y Berlusconi cantan borrachos sobre un mar de chapapote. "¡Qué divertido! ¡Cómo me gusta! ¡Oh, Dios mío, pero si es Bush!", señala mientras observa una foto. "Somos tantos los americanos a los que no nos gusta Bush", exclama antes de coger el micrófono y empezar a ensayar Somthin's comin de West side story, con la que comienza hoy su recital.
LOS HITOS DE UNA LARGA CARRERA
Debutó en Broadway en 1951 con el papel de ingenua en el musical de corta vida Flahooley, de Sammy Fain
En 1956 interpretó el difícil papel de Cunegunde en el estreno mundial del Candide, de Leonard Bernstein
Ganó su primer premio Tony en 1957 por su creación de Marian Paroo en el estreno de The music man
Inició su carrera como cantante de recital en 1974 y debutó en el Carnegie Hall de Nueva York en 1975
La Orquesta de Filadelfia la invitó a cantar en su Concierto de Año Nuevo de 2001
En 2006 fue la primera cantante ajena a la ópera en protagonizar un recital en el Metropolitan de Nueva York
El Liceo de Barcelona se convierte hoy y mañana en un club de copas para acoger su debut en España
Babelia
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