El pueblo con una acera francesa y otra española en el que se confunden las normas de la desescalada
El coronavirus ha devuelto las barreras a las fronteras, pero en Le Perthus es imposible impedir el paso de un país a otro
Las letras de los carteles de Policía están medio borradas. En una inscripción falta la ele y en otra, la ce y la i. Los agentes no habían vuelto a este puesto transfronterizo desde antes de 1995 para controlar a diario a todo el que entra y sale de España. Pero la crisis del coronavirus ha vuelto a levantar las barreras en la frontera, por lo que solo los trabajadores con autorización o los transportistas pueden cruzar al otro lado. Es el caso de Aziz Essadek, de 39 años y residente en Figueres (Girona), que gestiona una tienda en la acera española del municipio francés de Le Perthus. Desde que empezó el estado de alarma, enseñar su documentación y su certificado de trabajo se ha convertido en una más de sus rutinas. “Hago unos 50 kilómetros de ida y vuelta. Aquí en la frontera trabajamos con clientes franceses y en verano un poco con turistas también”, cuenta dentro de su coche, tras una larga fila de vehículos. Unos metros más atrás de donde Essadek espera su turno para pasar por el control policial es imposible evitar el paso a pie de los ciudadanos de un país a otro.
Le Perthus es uno de los primeros pueblos tras cruzar la frontera con Francia, a unos seis kilómetros de La Jonquera (Girona), en el límite desde Cataluña. Pero la división territorial hizo que tanto una de las aceras de la avenida Catalunya de Le Perthus, como otras calles más atrás, quedasen bajo jurisdicción española. Mientras que la calzada, la otra acera y el resto del pueblo están bajo mandato francés. A la parte española se la conoce como El Pertús y su gestión local está a cargo del Ayuntamiento de La Jonquera. Cada día, cientos de franceses hacen hasta una hora en coche para comprar tabaco y alcohol en la zona española, porque los impuestos especiales son más bajos que en Francia. Y de paso, hacen acopio de otros productos en los supermercados.
“¡Eh, señor, a la cola!”, se escucha en francés al final de la avenida Catalunya. Detrás, un panel en el que se lee en castellano “Mantengan la distancia de seguridad”. En apenas 700 metros confluyen hasta tres estancos de los que no paran de entrar y salir ciudadanos cargados de bolsas con cartones. A las tiendas de tabaco se suman en la misma acera un par de supermercados, una mercería, varias perfumerías y un local de recuerdos de merchandising español, como navajas o tirachinas con la bandera roja y gualda, cuya música de Manolo Escobar se mezcla con los carteles escritos en francés, como el de “Office de Turisme”. Estos negocios, entre los que se encuentra la tienda de ropa de Essadek, aprovechan el tirón de los estancos para dar salida a su género. Pero la imagen de Le Perthus ha cambiado en los últimos días, no solo por las mascarillas, sino porque la Policía Local de La Jonquera y los Mossos d’Esquadra han tenido que acordonar la zona para que los franceses guarden la fila respetando las medidas de seguridad y la distancia de dos metros.
Hasta ahora, la afluencia de compradores franceses en el territorio español del pueblo no había supuesto ningún problema, pero el distinto grado de desescalada que han seguido España y Francia ha provocado que una y otra franja del suelo sigan unas normas distintas frente a la covid-19. Los establecimientos de menos de 400 metros cuadrados de la acera española, por ejemplo, no pudieron abrir sin cita previa hasta que empezó la fase 1 en Girona, el 18 de mayo. Y sin embargo, ya había franceses andando libremente junto a sus escaparates porque ellos sí podían moverse desde una semana antes a 100 kilómetros a vista de pájaro o dentro de su departamento, demarcación similar a la provincia. Desde entonces, acuden a El Pertús a por tabaco de lunes a domingo sin interrupción, ya que los estancos nunca han tenido que cerrar durante el estado de alarma. Lo que ocurre es que el control de aduanas está unos metros más abajo de la avenida Catalunya, por lo que es imposible evitar que los franceses pongan un pie en suelo español a pesar de que las fronteras están cerradas para frenar el avance del coronavirus.
“Cuando Francia empezó la desescalada, nos encontramos con un aluvión de personas con el que no contábamos. Y fue todo muy precipitado, muy caótico, porque nos encontramos entre unas 1.500 y 2.000 personas en una calle de 700 metros”, explica Alonso Caballero, jefe de la Policía Local de La Jonquera, dentro de la comisaría del municipio, de unos 3.200 habitantes. Desde las pantallas de sus dependencias policiales vigilan tanto la localidad gironesa como las calles de El Pertús, donde ahora, además, tendrán que hacer cumplir la norma que obliga a llevar mascarilla a los mayores de seis años si no se pueden guardar los dos metros de distancia. Cosa que ocurrió, por ejemplo, en las aglomeraciones que se produjeron el pasado 11 de mayo. En Francia, la mascarilla no es aún obligatoria en espacios públicos abiertos, solo es recomendable. Aunque sí es preceptiva en los transportes públicos y en aquellos comercios cuyos gestores así lo establezcan.
En la avenida de Catalunya se puede ver la solución a la que llegaron y que se ha mantenido desde entonces: un perímetro de seguridad, señalizado por los agentes de la Policía Local y la autonómica, con vallas y cordones de plástico. Las instrucciones para respetar las normas se pueden leer en francés y se mantendrán “hasta que sea necesario”. En apenas unos metros coinciden cinco cuerpos de fuerzas de seguridad: la Gendarmería francesa, que controla quiénes entran desde España por la aduana francesa; la Policía Local francesa, cuya jurisdicción es el suelo francés del pueblo; la Policía Nacional, que vigila la garita española de la frontera, y los Mossos d’Esquadra y la Policía Local española, que hacen que las normas de la desescalada española se cumplan en El Pertús. “A veces somos más agentes que ciudadanos”, bromea Caballero, que capitanea un equipo de 18 efectivos.
Un monolito marca el inicio de la acera española en la avenida Catalunya. Junto él, varios maniquíes y el supermercado Biurrun, abierto desde 1945. "Veremos si la pandemia nos deja ir más allá o yo qué sé. No sabemos cómo va a quedar la frontera. Esto no es como tener un negocio en Madrid o en Barcelona. La frontera es un negocio que ha tenido fluctuaciones, dependemos mucho de la diferencia impositiva que puede haber entre los Estados”, subraya Josep Biurrun, de 53 años, nacido en El Pertús español y que heredó la tienda de su padre y este, a su vez, de su abuelo. Algunos de los residentes franceses de la localidad ultiman su compra en el puesto de la fruta, sin mascarilla ni guantes.
El pueblo francés vive prácticamente del negocio que hacen los locales en suelo español y del parking que se cobra a quienes llegan con sus vehículos desde otras ciudades, según explica en castellano con un extraño acento francés uno de los concejales del Ayuntamiento, Fernando Santos, de 65 años, emigrante español nacido en Málaga. “Con las vallas nos han quitado espacio para los aparcamientos”, se queja Santos mientras sale del supermercado. Prácticamente en todas las calles hay que pagar para estacionar los vehículos, a cuenta de 1,5 euros la hora. Situado en los Pirineos orientales, al minúsculo municipio se llega por una sinuosa carretera de curvas por la parte francesa y por una salida de la AP-7 si se accede desde España, por donde nos topamos con el control de aduanas.
Unos 500 metros más abajo del supermercado, Laurence Bonenfant, de 51 años, saborea triunfante su café en una terraza mientras fuma un cigarrillo. Hay tres mesas con clientes franceses mientras por los altavoces se escucha a la cantante malagueña Vanesa Martín. “Es el primer café que me tomo en una terraza desde hace dos meses”, exclama Bonenfant. Porque a diferencia de la fase 1 en España, en Francia los bares y restaurantes aún no pueden abrir sus establecimientos mas que para llevar comida a domicilio. Y al igual que ella, Jules Bolz, de 70 años, ha venido a Le Pertús preferentemente a por tabaco. En el carro de este residente de Perpiñán (Francia), a una media hora en coche, hay una compra de 170 euros en cajas de cerveza, cartones de cigarrillos o aceite. “Antes iba a La Jonquera, que es aún más barato que aquí, pero ahora no se puede cruzar porque las fronteras están cerradas”, concluye Bolz.
Controles en las fronteras
En el control de aduanas de Le Perthus, un ciudadano francés intenta entrar en España para comprar carne en Figueres (Girona). “¿Y su autorización o justificante de desplazamiento?”, le pregunta en francés uno de los agentes de la Policía Nacional española. Ante la negativa del conductor, le pide que dé la vuelta y regrese a suelo francés. En una mañana de trabajo, a unos seis turismos no se les ha permitido la entrada. A diferencia de lo que ocurre en la autopista, en la salida de Le Perthus se conservan en apenas cinco metros las antiguas garitas de aduanas francesa y española que dan entrada y salida a cada país y que se utilizaban hasta 1995, cuando entró en vigor el Acuerdo Schengen de libre circulación. Con el cierre de fronteras, durante el estado de alarma solo han podido cruzar los transportistas, los trabajadores transfronterizos con certificado acreditativo u otros ciudadanos con una autorización especial.
Fuera de la carretera secundaria que lleva a Le Perthus, el sistema que se ha aplicado para controlar a los viajeros es el siguiente: el límite geográfico entre los dos países se puede cruzar libremente, es al pasar el control de peaje cuando hay que mostrar los papeles acreditativos. Cuando se accede a Francia, es la Gendarmería la que controla la entrada, y al intentar pasar a España, la Policía Nacional. Solo los turismos han de detenerse, los transportistas circulan por un carril aparte porque la matrícula está registrada y por lo general no tienen que enseñar su identificación. Ese es el caso de José Moreno, de 53 años, que ha cambiado el traslado de hortalizas y frutas por el de cajas de Amazon desde que empezó la crisis: “He cargado en Alemania, en el Amazon de Dortmund, y las llevo [las cajas] al Amazon de Sabadell [Barcelona]. No he parado de trabajar y no suelo tener problemas”. Entre 7.000 y 8.000 camiones cruzan cada día el paso de La Jonquera, según datos de la Policía Local previos al coronavirus.
Este lunes, Francia ha empezado a aplicar la cuarentena de 14 días obligatoria a las personas procedentes de España, en respuesta a la decisión anterior del Gobierno de Pedro Sánchez de imponer a la misma medida a los recién llegados de la Unión Europea (UE) y el resto del mundo. Una cuarentena que levantará el Ejecutivo el próximo 1 de julio y que provocó la reacción recíproca del Palacio del Elíseo, pero que no afecta al tránsito terrestre. La ministra de Industria, Turismo y Comercio, Reyes Maroto, ha anunciado este martes que España pedirá a la UE que la apertura de fronteras entre los países miembros se realice por regiones que tengan niveles similares de incidencia de la pandemia. A partir de entonces, se volverá a la situación anterior, sin barreras y controles solo aleatorios, por investigaciones antidroga u otro tipo de delitos.
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