‘Stranger Things’ se acerca a su final como un día de la marmota
Quizás los Duffer simplemente tuvieron una buena idea, y aprendieron a vivir de las rentas. Al fin y al cabo, así es como nació también su serie, sabiendo sacar provecho del pasado sin mirar hacia adelante

Stranger Things se acerca a su final, poco a poco, lento pero seguro. Netflix ha decidido lanzar en tres tandas la última temporada de la serie que podríamos calificar como el mayor fenómeno de masas de su historia, o al menos el más relevante. Fue el que le ayudó a forjarse una personalidad como plataforma estrella y la primera gran franquicia de masas y marca omnipresente (desde hamburguesas a Chupa Chups tienen estos días su logo). Todo terminará el próximo 1 de enero, casi 10 años después de estrenarse, con solo 42 episodios en su haber (aunque algunos extralargos). Y aquí lo único que ha cambiado es la altura de sus protagonistas, ahora con una década cotizada.
Terminará, si los cuatro primeros episodios de la temporada nos sirven como guía, tal y como empezó, con el rapto de una niña en otro mundo, referencias a Dragones y mazmorras, una fuerza demoníaca a la que enfrentarse, y militares o científicos con oscuros (y mal definidos) objetivos malignos. Poco ha cambiado en Hawkins en realidad en este tiempo. Y lo que nos queda es una sensación de día de la marmota. Como si los Duffer hubieran querido repetir el mismo patrón de su idea fundacional (que ya adolecía de falta de originalidad en su estreno), como si nunca hubieran sabido qué hacer tras la primera temporada, pese a asegurar que tenían el final ya pensado.
En su tanda final, de hecho, Stranger Things casi ha sustituido la ya trillada nostalgia por los ochenta por la propia nostalgia de los primeros episodios de la serie, cuando era un experimento pequeño en el que nadie confiaba y que solo traía puro entretenimiento de masas. Es el ciclo sin fin de la nostalgia, que cada vez llega antes. Todavía queda en sus tramas algún atisbo de diversión (sobre todo las centradas en Derek, Max y el pastel de Erica, o curiosamente en las historias más triviales), pero entre la falta de ideas nuevas, el aburrimiento visual (ni con Frank Darabont de vuelta de su retiro logran brillar) y episodios de hasta 86 minutos, esto que debería haber sido un enorme evento muy emocional solo es un capítulo más de un camino a ninguna parte, uno que podríamos haber visto como ruido blanco de fondo. Hoy las temporadas intermedias casi parecen innecesarias, incluso si nos presentaron a dos carismáticas revelaciones como Maya Hawke y Sadie Sink.
El triángulo amoroso de Nancy, Steve y Jonathan sigue en el mismo sitio, tan aburrido como al principio; sabemos lo mismo del poco definido mundo del revés (ahora con nuevas localizaciones como... un muro), y en el salto temporal de cuatro años nada ha cambiado en la mundanal villa. Sus habitantes, por su parte, podrían ser intercambiables en cada temporada. Tanto los militares —ahora con Linda Hamilton a la cabeza, otro guiño de nostalgia— como los demoníacos. Porque si el Demogorgon era el gran malo de la primera temporada —ahora lo puede matar una madre cualquiera—, la serie nos promete ahora que Vecna es mucho peor y más poderoso. No porque lo hayan explicado bien, sino porque nos prometen simplemente que el nuevo malo siempre es mayor que el anterior. Como en Bola de dragón, o como en una partida de rol donde el director de la partida no ha hecho bien sus deberes y que simplemente saca monstruos al tuntún.

Por el camino, por desgracia, se ha perdido también el carisma de sus protagonistas. Noah Schnapp (Will Byers), ahora revelado como protagonista, nunca llegó a brillar, pero hoy Millie Bobby Brown, Winona Ryder y Gaten Matarazzo parecen cansados, sin ganas de estar aquí y con papeles para los que no han sabido escribir nuevas tramas. La Joyce de Ryder (recordemos que toda la promoción del lanzamiento estaba sobre sus hombros, era su regreso a la primera plana), en particular, lleva cinco temporadas solo tomando las peores elecciones y todavía preocupada por su hijo. Son solo excusas argumentales, hay pocos personajes en ellos. Tampoco hay mitología ni creación de nuevos mundos. Eso lo está haciendo mejor It: Bienvenidos a Derry, serie del universo Stephen King que, aunque tiene muchas similitudes, es más expansiva en el tiempo y el espacio.
Quedan cuatro episodios de Stranger Things. Se estrenarán en dos bloques porque, pese a que Netflix se niegue al estreno semanal, sí quiere alargar lo máximo el fenómeno y engordar los índices de audiencia. Quizás entonces habrá algo más de diversión, un poco más de mirar al futuro y no tanto a la nostalgia. Quizás entonces tengamos personajes más interesantes o vuelcos más sorprendentes. O quizás no, y los Duffer, que ya han fichado en exclusiva con Paramount por varios millones, simplemente tuvieron una buena idea, y aprendieron a vivir de las rentas. Al fin y al cabo, así es como nació también Stranger Things, sabiendo sacar provecho del pasado sin mirar hacia adelante.
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