De la gota china a los insultos del PP
En la serie polaca ‘Heweliusz’, como en la actualidad política española, la justicia está al servicio de los poderosos


Gota china, definición: Consistía en inmovilizar a un reo tumbado boca arriba de modo que le cayera sobre la frente una gota de agua fría cada cinco segundos. La verdadera tortura para la víctima era la locura que le provocaría el no poder dormir, debido a la constante interrupción de las gotas, ni tampoco poder beber esa agua cuando la sed atacara, con lo cual a los pocos días sobrevenía la muerte por paro cardíaco.
Pues hay otra forma de tortura más contemporánea: según Barlovento Comunicación —con datos de Kantar—, el tiempo de consumo diario de televisión en España por espectador en 2024 fue de 301 minutos, un poco más de cinco horas. Lo que no se ha cuantificado es el número de muertos por paro cardíaco por contemplarla. Claro que si lo que se prefiere son las charlas domésticas entre hijos, padres y/o abuelos, tampoco está claro si los silencios de los púberes salvo con sus amigos, las discusiones matrimoniales o las interminables batallas de los abuelos resultan más mortales que los telediarios.
Pero como de todas formas al parecer de algo hay que morir es preferible contemplar series de ficción que escuchar los sutiles análisis de la actualidad política que suelen realizar esos adalides de la retórica que son Alberto Núñez Feijóo, Cuca Gamarra o Miguel Tellado. Morir, sí, pero que no sea de aburrimiento ni abrumados por los constantes insultos de estos finos estilistas a los que hace tiempo el afán de llegar a la Moncloa parece haberles ofuscado el cerebro.
El problema, o uno de ellos, es si se elige una notable serie polaca como Heweliusz (en Netflix) porque en ese caso el aburrimiento queda descartado pero no así la intensidad dramática al contemplar el hundimiento del ferry Heweliusz en la madrugada del 14 de enero de 1993 en el Báltico: 55 muertos en la mayor tragedia marítima de la historia de Polonia y un posterior y lamentable juicio en el que el principal objetivo de los excelentísimos magistrados no era otro que el de salvar al armador y a su comprobada codicia al decidir enviar el barco para su travesía habitual pese a no estar acondicionado correctamente para tal fin.
Una justicia al servicio de los poderosos, actitud que ya no sorprende a nadie en los tiempos que corren que, afortunadamente, ya no son de silencio como habrán comprobado el pasado lunes los magistrados del Tribunal Supremo.
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