El dilema de La 1: pescar audiencia con sucesos y política o mantener el tipo sin caer en la polarización
La cadena logra grandes datos en octubre con una apuesta por nuevos rostros y programas que combinan sucesos con debates y a veces recuerdan en el tono a una Fox News escorada a la izquierda


Celtiberia show está que arde. Delirante, herida, inquieta, desnortada. La continua amenaza de ruptura, la delgada línea de los apoyos parlamentarios al Gobierno, la sensación constante de inestabilidad, la incertidumbre crónica —esa palabra que ya es un lugar común cuando vives en un ay— ha provocado en la galaxia mediática un prietas las filas y una guerra encarnizada a izquierda y derecha. Radiotelevisión Española (RTVE) ha entrado de lleno en el frente con La 1, sobre todo. Sus dirigentes han optado por una estrategia de machaque, agitación y barricada. ¿Legítima? Desde la lógica de unos directivos audiovisuales, total. Desde el espacio de un servicio público que deba mantener equilibrios y una equidistancia, dudosa.
Pero el caso es que en esta lucha por el poder todos van a quemar sus naves. En las próximas elecciones nos jugamos mucho y pueden producirse en cualquier momento. Mientras, todo apesta a consigna en los platós privados y públicos entre los que militan en la derecha o se escoran por la izquierda. Desde los despachos queda claro. Entre algunos de quienes dan la cara ante la cámara, también. Javier Ruiz, el último gran fichaje de la cadena pública, lo admitía en EL PAÍS: “Sé que me iré a la calle por salvar mis principios”, decía. Una frase tan clara como cargada de misterio.
Recibo el encargo de plantarme a ver la parrilla de La 1 y tratar de entender la nueva lógica que ha llevado a la cadena y también a la corporación a obtener grandes datos de audiencia este pasado mes. En el caso del primer canal, un 12,3%, su mejor marca en octubre desde 2011. Algunas pistas para comprender la receta que lo hace posible, esa pócima mágica que los acerca a una especie de fenómeno con la actualidad como pozo sin fondo. Observo aptitudes, estilos, carismas, encantos y desencantos… Descubro una difícil relación entre fondo y forma. Algo que manda en aspectos como la cortesía no vale para la lógica mediática. Y ocurre ahora en bastantes ocasiones con La 1.

Me enchufo pronto. A las ocho de la mañana empezamos con Silvia Intxaurrondo y una propuesta elegante, sin aspavientos ni pasiones encendidas. El fondo y la forma aquí no chirrían y los datos acompañan: esta semana, hasta el jueves, La hora de La 1 ha tenido una cuota media del 18,5%, según los rankings facilitados por la consultora Barlovento Comunicación a partir de las mediciones de Kantar Media. El crecimiento de audiencia respecto a la temporada pasada es curioso, cuando promedió un 13,8%. El programa desprende una coherencia hasta llamativa por no pecar del gusto por la trifulca. Le sienta bien al café o acompaña sin sobresaltos las pulsaciones a la hora del gimnasio. La mesa de tertulianos es equilibrada. Va comentando la primera información del día y completa después con las reacciones a las entrevistas que ella realiza con tino, paciencia e intención, como demostró ante Alberto Núñez Feijóo en la última campaña.
O como lo hizo recientemente con el hueso de Miriam Nogueras, la nimia y tozuda diputada de Junts en Madrid, que no se salía jamás del tiesto con argumentos abstrusos. Intxaurrondo se armó de paciencia y ayudaba al espectador a pasar aquel calvario como quien ve a una excelente jugadora de tenis enfrentándose a una pared.
🔵¡Empieza 'Mañaneros 360'!
— Mañaneros 360 (@MananerosTVE) October 31, 2025
🔹Ve la paliza a su hijo en redes sociales
🔹Andoain: un vecino asesino en serie
🔹Crucero en llamas por el Nilo
🔹Caótico interrogatorio: Sánchez satisfecho
🔹Mazón pide (más) tiempo para reflexionar#Mañaneros31Ohttps://t.co/CfpoB4och9 pic.twitter.com/igQjUioYJK
El tono cambia cuando llega Mañaneros 360. Empieza la droga dura. Un producto cargado del carácter que define sin duda la nueva ley de José Pablo López, presidente de RTVE y su equipo directivo. Adela González lo abre con un menú estomagante de sucesos. Ofrecen el retrato de un país asediado por crímenes, violaciones, estafas y ciudadanos indefensos ante todo tipo de delitos.

Para quienes desean ofrecer la imagen de una España moderna, con buenas cuentas económicas, un mercado laboral saneado, apuestas tecnológicas y compromisos con la sostenibilidad o la lucha contra el cambio climático, tal como nos cuenta el Gobierno, el panorama que pintan de sangre, impulsos primarios, neonazis desaforados en su intento de tomar la calle o delincuencia, no ayuda a la mejor imagen cara a las urnas. Es cutre, carpetovetónico, tribal, violento… Un horror. Pero ante quienes dirigen ahora el invento televisivo resulta una discutible estrategia de enganche para luego pasar a las tertulias políticas: el púlpito donde se fija el mensaje.
🔵 El diario de un asesino en serie
— Mañaneros 360 (@MananerosTVE) October 31, 2025
Perfil del asesino: ''Sentía placer humillándolas, torturándolas, sometiéndolas y, finalmente, ejecutándolas''#Mañaneros31O https://t.co/CfpoB4och9 pic.twitter.com/1dDifgLGzi
En Mañaneros 360 se pierde el equilibrio que Intxaurrondo ofrece previamente. El fondo y la forma toman caminos dispares. Los contenidos políticos se atienen bien a los hechos. El PP y la ultraderecha dan material de sobra para llenar la parrilla en este otoño con el delirio de Mazón, los cribados de Andalucía, el ridículo de sus señorías de la derechona en el Senado, las andanzas de Vito Quiles y sus mariachis fachas… Pero las tertulias que lo abordan en Mañaneros 360 son escoradas, beligerantes, desequilibradas. Los rótulos incesantes marean y producen un efecto de vaivén lisérgico.
Tampoco ayuda al balance Javier Ruiz. Explica con cierta razón que lo que desarma son los hechos ante quienes crispan sistemáticamente con bulos y exageraciones. Pero su estilo agresivo, enfático, un tanto alarmante y a menudo tendencioso, lo convierte en un alumno aventajado de Fox News para la izquierda. ¿Es eso lo que buscan los directivos de RTVE ahora? ¿Una Fox News sin bulos —eso sí que quede claro—, con el fondo y el contenido alejado de la desinformación, pero calcada en las formas a la cadena norteamericana y coqueteando con la polarización?
Puede que eso explique también en la era moderna su éxito ante la audiencia. Los números son claros con Mañaneros 360: desde su vuelta en septiembre, lleva una cuota media del 14,1%; la temporada pasada, hasta abril promedió un 8,8% y a partir de la incorporación de Javier Ruiz creció hasta el 10,6%. Eso también nos habla de que existe un público ávido de platós en los que predomina la defensa abierta de posiciones de izquierda. Que el antisanchismo servido de manera tan cutre fideliza el voto en la izquierda. Son más fáciles y decentes de mantener las tesis progresistas desde un lugar contrario al eje donde lo que domina como estrategia política es la desinformación y la hipérbole: una combinación que define a la extrema derecha y seduce al PP como el camino más desesperado para tomar el poder.
🔵El Supremo manda los pagos a la Audiencia
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El Supremo envía a la Audiencia Nacional los pagos en metálico en el PSOE para que los investigue#Mañaneros31O https://t.co/CfpoB4och9 pic.twitter.com/Ht77nvE3sq
Nos meten así en una constante dinámica de delirios cada vez más fantasiosos. No hay manera de entrar en ningún debate constructivo de esta forma. La política se convierte en un espectáculo banal donde los dirigentes pugnan por llamar la atención de la forma más estrambótica. Y pasar después de las imágenes y declaraciones en televisión a la trituradora de las redes sociales.
A La 1 parece claro que le ha tocado intentar rebatir la continua toxicidad que emana de la ultraderecha con argumentos y hechos probados, pero con ciertas estrategias como las adoptadas en ciertos programas lo que provoca a menudo no es claridad y limpieza, sino algo más de confusión. Es lo que tiene adoptar un modelo más parecido a Fox News que a la BBC. Debería ser al contrario. Sobre todo en una cadena pública y en esos espacios. Los informativos quedan completamente al margen de esa deriva y mantienen su empaque.
Entre el telediario de las tres y el de las nueve vienen más problemas: Directo al grano (DAR) y Malas lenguas —que comienza en La 2— siguen el mismo esquema de espeluzne. Pero las audiencias también responden: desde su estreno, Directo al grano lleva una media del 10,8% de cuota, mejorando varios puntos una maltrecha franja que en la temporada pasada no encontraba su camino. Y Malas lenguas ha logrado un 11,2% de media el mes pasado.
🟢 "Vox va a dar a los españoles un gobierno limpio", aseguran.
— Malas Lenguas (@MalasLenguas_Tv) October 30, 2025
🔴 Pedro Sánchez responde: "El partido al que usted pertenece ha sufrido tres sanciones del Tribunal de Cuentas por un millón de euros, tienen préstamos opacos de bancos extranjeros y han sido apercibidos por… pic.twitter.com/HriW6CE8Qi
Los dos programas chocan y producen bastante espanto en ese horario. Más para quien creció con una pantalla pública en la que por las tardes pasábamos de Bonanza a Los chiripitifláuticos y Los payasos de la tele —en época de Franco, es verdad, donde el debate ni se contemplaba— o ya en la Transición y los ochenta de Falcon Crest, El coche fantástico o Remington Steele a la maravillosa ironía de Barrio Sésamo y La bola de cristal para que no se nos atragantara el bocadillo de la merienda. Imagino a cualquier niño hoy llegando a casa… Seguro que prefieren hacer los deberes por muy arduos que sean si sus padres tienen enchufada La 1. El caso es no acostarse después con pesadillas.
Marta Flich y Gonzalo Miró llevan una propuesta con fórmula que alterna lo mismo: sucesos, hasta con tertulianos especializados en la materia, y política a la que aplican ese juego de sillas permanente que hay en este país entre los analistas del panorama nacional y mundial. Siempre los mismos. El efecto sistemático del día de la marmota.
Una petición: molesta bastante ese sonido a modo de aviso que destroza la hora de la siesta. Los presentadores, en cambio, con el indiscutible encanto de Flich, sobre todo, infunden más cautela, sentido del humor y actitud comedida que Ruiz o quien viene después: Jesús Cintora con sus Malas lenguas aparece rodeado de voces entre las que abunda una nostalgia del 68 y cierta ortodoxia dogmática que hace algunos comulgar hasta con una idea más que despistada sobre algunos elementos autoritarios sin que el siglo XXI haya aterrizado aún en sus cabezas.
Malas lenguas es el colofón diario a una dinámica polarizada en la que priman los análisis gruesos, el énfasis populista y una visión histérica de la actualidad con la que La 1 ha entrado en una espiral bastante cutre a veces donde resulta difícil calmar las aguas de la tormenta.
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