El año que volvimos a ver TVE
Igual la explicación a por qué tantos espectadores han vuelto a sintonizar la pública es que hay quien ha tensado tanto su línea editorial para vender una España al borde del abismo, que en lugar de lograr que incendiemos las calles han provocado que apaguen sus canales

Hubo un momento en el que vi en Ana Rosa Quintana el summum de la modernidad, quizás porque María Teresa Campos parecía permanentemente enfadada, algo que combina fatal con el primer café de la mañana, o tal vez por lo mucho que llegué a detestar aquel rancísimo Tendedero con Rocío Carrasco y el maravilloso Paco Valladares. Pero como el tiempo agria el carácter que es una barbaridad, abandoné a Quintana cuando apareció una muchísimo más desenfadada y menos indignada Susanna Griso. El amor por Espejo público se me rompió en cuanto dio voz a alguna de las personas más extremas del panorama actual: si había que hablar de ocupación, llamaban al líder de Desokupa y, si había que tocar la falta de mano de obra, al negrero del Asador de Guadalmina. Una senda peligrosa que siguió recorriendo porque el share parecía darle la razón. Por eso, para debatir sobre el precio del alquiler, llaman a un agente inmobiliario que vende pisos de un millón de euros por TikTok con vídeos que parecen parodias de Pantomima Full. La voz del pueblo.
No sucede solo en su matinal. La cadena líder, como nos recuerdan machaconamente, podría haber seguido navegando plácidamente y a buena distancia de sus seguidores inmediatos: una Telecinco en decadencia y una TVE que no daba con la tecla, pero ha preferido escorarse cada vez más y tensar la cuerda de manera insoportable. También en los sacrosantos informativos; líderes, sí, pero tan alejados de la imparcialidad que hacen cuestionar la ética de sus editores. El pasado viernes, Vicente Vallés consiguió hablar de los interrogatorios en la causa contra el fiscal general del Estado sin mentar que Miguel Ángel Rodríguez reconoció que se había inventado una información que parecía relevantísima. Vimos a García Ortiz y a González Amador, pero ni una mención a la declaración del jefe de gabinete de Ayuso.
Quizás estos despistes tengan que ver con que esta semana TVE haya conseguido liderar las audiencias, algo que ya solo recuerdan los más viejos. Manipularán también, no lo dudo; pero aunque sea por hartazgo, habrá a quien el cuerpo le pida que lo manipulen un poquito en otra dirección.
Igual la explicación a por qué tantos espectadores han vuelto a sintonizar la cadena pública es que algunos han escorado tanto sus líneas editoriales para vender una España al borde del abismo que, en lugar de conseguir que los espectadores incendien la calle, lo que han provocado es que apaguen sus canales.
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