José a la espada contra Satanás y otras aventuras del nuevo cine religioso
La película ‘María’ de Netflix no sabe si quiere contar una historia de fe o de acción. A los devotos les enfadan las licencias, y los que no lo son no van a conectar con la historia, aunque tenga el gancho de Anthony Hopkins
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En el momento más chocante de la película de Netflix María, la Virgen está sola en una calle de Belén, mientras su marido José busca donde pueda dar a luz, cuando es asaltada por el mismísimo Satanás. El demonio la tienta con pasarse al lado oscuro, le provoca un desmayo y se la lleva en brazos. José los ve de lejos, quita una espada a los guardias romanos (no se resisten), corre y la ensarta contra el ser infernal. Salva así a María, y al niño Jesús que nacerá poco después en una cueva. No se aclara si en ese duelo muere Satanás (¿mueren los diablos?), pero no vuelve a salir; ni tampoco si José devuelve la espada. En esta película hay más escenas trepidantes en las que José protege a María de, por ejemplo, las tropas de Herodes. Podría chirriarnos hoy, al menos a los más woke, que la narración muestre a la mujer tan dependiente del hombre heroico, pero entendemos que habría sido mucho más perturbador que viéramos a María ejerciendo la violencia. Bastante polémica han tenido sin eso.
Sin embargo, lo que se debatía en ciertas webs de grupos conservadores cristianos era otro detalle en el que la mayoría de espectadores no habría caído: el hecho de que veamos a María parir con dolor, cuando no tenía pecado original, y ya sabemos la maldición que hizo caer Yahvé sobre Eva y todas las demás mujeres salvo ella. Un debate que debió interesar mucho en el Concilio de Letrán del siglo XII.
María viene a sumarse al inesperado resurgir de las producciones bíblicas a rebufo de la serie The Chosen. Netflix ya lo intentó, sin mejores resultados, con Testamento: La historia de Moisés, una miniserie muy fiel al Éxodo. Pero esta nueva película ha sido recibida con polémica por su público objetivo, el de las familias cristianas. Por devoto que sea el director, D.J. Caruso (Disturbia, Eagle Eye), queda claro que lo suyo es la acción. Se aparta del relato (más bien escueto) de la Miriam o Máriam del Nuevo Testamento, deja correr libre la fantasía y se inspira más en el Protoevangelio de Santiago, uno de los apócrifos, escrito en torno al 150, que más marcó la cultura popular, poniendo nombres a los Reyes Magos o a los padres de María.
El filme muestra como reclamo a un nombre ilustre de Hollywood. Es Anthony Hopkins, actorazo que ha tenido papeles más brillantes que este Herodes caricaturizado. Aquí el rey judío es tan villano que no puede hacer otra cosa que el mal sin descanso. Aunque Hopkins se esmera, el guion no daba para más. No debería ser ingenuo esperar algo de complejidad en los personajes bíblicos, también los malvados: en los años cincuenta del siglo XX, Hollywood lo consiguió.
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Además de Satanás, aparece a menudo el arcángel Gabriel, el que tiene todo previsto y aplica el plan. Ambos son personajes poco creíbles, como salidos de un videojuego o de una ciencia ficción de serie B. Hay errores clamorosos dentro del marco bíblico y en la lógica interna del relato: se sugiere que es Herodes, y no el Imperio Romano de Augusto, el que idea el empadronamiento que lleva a José y María hasta Belén. Y, sin embargo, se sostiene que María (la joven Noa Cohen) huye de Nazaret porque la intentan lapidar por adúltera, al estar embarazada antes de consumar su matrimonio, lo que tampoco tiene base en los libros canónicos ni apócrifos. José (Ido Tako) es un joven apuesto y guerrero, no el anciano que la tradición insistió en mostrar. Por supuesto, se pasa por alto que los cuatro evangelistas mencionan a los hermanos de Jesús (y aquí no cabe que sean de un matrimonio anterior de José).
Para los fundamentalistas, esta María es demasiado humana, no lo suficiente perfecta. Alguno califica la película de “blasfema”, cuando lo cierto es que el retrato es desafortunado pero hagiográfico. Hay otras polémicas más actuales: a algunos les parece antisemita que se abunde en la culpabilidad del pueblo judío, y no de los ocupantes romanos, en la persecución de la sagrada familia; a otros, sin embargo, les irrita que los principales actores sean israelíes con lo que está pasando en Gaza. Muchos más se quejan, y estos sí tienen razón, de la poca profundidad del personaje de una María que cumple resignada los planes que otros tienen para ella. La narración, por cierto, acaba tras la huida a Egipto; habría material para una segunda parte (pero no parece buena idea).
El espectador creyente sale de esta película mosqueado por las licencias que se toma, y el que no lo sea, pero se acerque a este título por curiosidad, no logrará conectar con él en ningún momento. Puestos a hacer ficción desde la Biblia, uno se queda con la grandiosidad del cine del péplum (Ben-Hur, Los diez mandamientos, Quo Vadis, La túnica sagrada, Sansón y Dalila...). Y con la profundidad de la novela El Evangelio según Jesucristo, de José Saramago; con la inocencia hippy del musical Jesucristo Superstar; o con la divertida sátira La vida de Brian de Monty Pithon. Estos tres últimos títulos no iban a gustar tampoco a los que leen la Biblia literalmente, pero a los demás sí.
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