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Los Soprano
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Trump en el planeta Soprano

Hace 25 años que HBO lanzó la serie, que cambió para siempre las reglas de juego. Un documental ofrece ahora algunas pistas sobre el triunfo del histrión republicano

James Gandolfini
James Gandolfini, en 'Los Soprano'.HBO
Mar Padilla

Te levantas por la mañana y…. bum. Un tipo desquiciado, con serios problemas de control y negocios turbios manda como un rey entre los suyos. Lo conocemos. Es Tony Soprano, el personaje de ficción más fascinante de la mejor serie de todos los tiempos. Pero hay más: ahora, con efecto retroactivo, la serie creada por David Chase da algunas pistas que ayudan a descifrar la oscura y turbia realidad de esta nueva era trumpiana.

Hace 25 años que HBO lanzó la serie, que cambió para siempre las reglas de juego en la tele al retratar un mundo hueco y cruel, sin lugar para la esperanza y donde vivir equivale a hacer dinero e imponerse a los demás a cualquier precio.

La serie empieza, ya se sabe, con el mafioso Tony Soprano (James Gandolfini) conduciendo desde el túnel Lincoln hasta su casa en North Caldwell, en Nueva Jersey, mientras suena la canción Woke Up This Morning, de la banda Alabama 3. En su primer capítulo, Tony acude a terapia y le dice a la doctora Melfi: “tengo la sensación de que llego al final, cuando lo mejor ya ha acabado”, a lo que la psiquiatra interpretada por la actriz Lorriane Bracco responde: “creo que muchos americanos tienen esa misma sensación”. Tony está pensando en la generación de su padre, en el viejo sentido moral, en la noción de comunidad. En el orgullo de antes. “Y hoy, ¿qué tenemos?”, pregunta.

Para celebrar el aniversario de la serie, HBO y Max han estrenado Wise Guy: Los Soprano por David Chase, un documental de dos capítulos dirigido por Alex Gibney. En él, Chase confiesa que cuando empezó a escribir la serie “estaba hablando de Estados Unidos. Tenía la sensación de que todo iba cuesta abajo. Todo está a la venta. El caso es que los estadounidenses se habían vuelto tan materialistas y egoístas que incluso un mafioso se podía sentir molesto por ello”. Ahora, más de dos décadas después, los norteamericanos tienen un jefe máximo que es un hombre que habla de volver a hacer América grande otra vez, al que solo le importa el dinero, un mentiroso compulsivo, corrupto hasta las entrañas.

El poder y la furia

En Wise Guy Chase explica que los dos temas principales de la serie son el dinero y la muerte, y la forma en que se interrelarelacionan entre ellos. “Es el capitalismo en el sentido más crudo”, afirma. Pero Los Soprano es una obra tan rica que habla de todo eso y de muchas cosas más. Por ejemplo, la serie también va de “un hombre blanco que se enfurece contra la erosión de su poder”, según escribió hace unos años el ensayista Brett Martin en la revista Vanity Fair.

En ese artículo, Martin ya subrayaba ciertos paralelismos entre el mundo ficticio de la banda de delincuentes y psicópatas de Nueva Jersey y el político de Nueva York. Para Martin, los hombres de Los Soprano, como Trump, son “puro impulso y, por tanto, puro, tonto y aterrador entretenimiento”. Un símbolo del acto sin la crítica, del cuerpo desgobernado por el cerebro.

“Chase tenía razón al temer y aborrecer a quienes pudieran dejarse seducir por esa ecuación”, escribió entonces Martin, autor del libro Hombres fuera de serie (publicado por Ariel en 2014, cuyo título original es Difficult men, Behind the Scenes of a Creative Revolution). Estos días, ante la victoria de Trump, Martin profundiza su reflexión en conversación por correo electrónico: “Creo que Chase tenía un fuerte sentido de la corriente de violencia, infelicidad, corrupción, acoso y dolor emocional que recorre la cultura estadounidense. No fue el primero en establecer la conexión entre Estados Unidos y la mafia, pero también sabía lo seductores que podían ser esos hombres, algo que comprendió aún más claramente cuando los fans empezaron a apoyar sin reservas a Tony Soprano”.

Wise guy no oculta la vertiente más tenebrosa que derivó del impacto y el éxito de la serie. En el documental se aprecia cómo, conforme transcurrían las temporadas, el personaje de Tony iba adquiriendo cada vez más rasgos de Chase, un italoamericano atormentado, también criado en Nueva Jersey, con serios problemas de relación con su madre, una mujer trastornada que probablemente sufrió abusos de niña. A su vez, Gandolfini fue mimetizándose progresivamente con el personaje de Tony —”¿cómo es posible que David me conozca tan bien?”, se oye preguntar al actor en el documental—, hasta el punto de que el intérprete, que nunca había tratado con un psiquiatra en la vida real, acabó yendo a terapia.

Todos confiaban en la fuerza artística y la capacidad transformadora de Los Soprano, pero nadie vio venir que un tipo tan violento, destructivo y amoral como Tony pudiera erigirse en el antihéroe popular por excelencia. Un camino de incredulidad y asombro que, en cierto sentido, tiene ciertas reminiscencias con la sorpresiva exitosa carrera política de Trump.

Entre la realidad y la ficción

Durante la pandemia, algunas plataformas ofrecieron Los Soprano y fueron muchos los jóvenes que la vieron por primera vez. En el libro The New Audience for Old TV: Considering the Resurgent Popularity of The Sopranos (La nueva audiencia de la vieja televisión: la resurgente popularidad de Los Soprano, sin edición en castellano, de Alexander H Beare, Routletge, 2024) se recogen testimonios de jóvenes que comparan la atmósfera melancólica y estresante de la serie con el “clima social aterrador” que estaba experimentando en la vida real.

Ahora la línea entre lo inventado y lo real se tambalea aún más, pero hay hechos probados: una encuesta del gobierno estadounidense titulada Cómo creen los estadounidenses que votarían los personajes de ficción en 2024 arrojaba un resultado que no puede sorprender a nadie: Tony Soprano votaría sin dudar a Trump.

La serie retrata una especie de juego infantil bañado en sangre y paranoia. El personaje en jefe de Los Soprano, como el cabecilla del Partido Republicano ahora, parece celebrar los peores impulsos. Es la idea de que “puedes hacer lo que quieras, follar con quien quieras, matar a quien quieras”, apunta Martin, con la diferencia de que Tony a veces sufre y parece tener ciertos remordimientos al respecto y Trump parece que no.

James Gandolfini y Drea De Matteo, en 'Los Soprano'.
James Gandolfini y Drea De Matteo, en 'Los Soprano'.HBO

En un endiablado juego de espejos, está el hecho real de que la actriz Drea de Matteo —que interpreta a Adriana en la serie, la novia de Christopher que acaba asesinada por los que tanto la quisieron— se ha transformado en un extraño símbolo de la deriva del país. En 2020, De Matteo votó al partido demócrata para frenar a Trump, pero durante la pandemia se convirtió en activista antivacunas, Hollywood le dio la espalda y acabó abriendo un canal propio en Only Fans para salvar la economía familiar. Un suceso real que parece un giro de guion firmado por Chase.

De vuelta a la ficción, también está el caso de una escena entre Tony y su retoño AJ. Está en uno de los últimos capítulos de la serie, que finalizó en 2007. En ella el hijo del mafioso, que ya ha cumplido 18 años, le dice a su padre que planea alistarse en el Ejército y después “ir a trabajar para Trump o alguien así”.

En el mundo trumpiano, como en el planeta Soprano, el dólar es la única religión, pero hay otros tres mandatos: la administración de la justicia es el principal enemigo a batir, el pasado es mejor que el futuro, y las mujeres deben vivir bajo el control del hombre (como dijo Trump, “hay que protegerlas aunque ellas no quieran”, una afirmación que, una vez más, podría soltar cualquier personaje de la serie).

En el mundo real, el multimillonario neoyorquino ha hecho todo lo posible por evitar que la justicia le aplique la misma orden que traía de cabeza a Tony Soprano: la ley RICO —la Ley de Organizaciones Corruptas e Influenciadas por Extorsión, en español—, que condena la asociación delictiva y el crimen organizado, cargos con los que se imputó a mafiosos como Frank Animal, John Gotti o Vincent Gigante.

David Chase, padre de 'Los Soprano' y ganador de siete premios Emmy, junto a James Gandolfini, protagonista de la serie
David Chase, padre de 'Los Soprano' y ganador de siete premios Emmy, junto a James Gandolfini, protagonista de la serieGetty

El pasado ha sido también uno de los protagonistas indiscutibles de estas últimas elecciones estadounidenses: una encuesta reveló que para el 66% de los votantes de Trump la mejor época es la que ya pasó, mientras que para el 60% los votantes de Kamala Harris confiaba en el futuro.

Respecto a las mujeres, Trump ha hecho una campaña dirigida a alimentar la vieja noción del hombre blanco fuerte que manda al resto de humanos en general y a la mujer en particular. De hecho, en sus formas, en sus declaraciones y en sus intenciones, Trump representa como pocos la figura de defensor de los privilegios del patriarcado. En su carrera hacia el Despacho Oval se comprometió a ejercer una labor de resistencia y desguace ante cualquier movimiento que cuestione la idea del “hombre fuerte”: los derechos de las mujeres, la comunidad LGTB, los derechos de los migrantes y, también como dueño y señor del mundo, contra la misma crisis climática.

“Lo que demuestra Trump es que Tony Soprano podría ser presidente de los Estados Unidos. En estos 20 años se ha erosionado tanto la democracia que alguien con dinero y carisma como Tony, pese a su historial delictivo, podría hacer una carrera política de primer nivel”, afirma Jorge Carrión, que acaba de publicar en Galaxia Gutenberg una edición ampliada y actualizada de su libro Teleshakespeare.

Carrión destaca que en las últimas décadas la televisión se ha construido, sobre todo, a partir de tipos como Tony Soprano, Walter White, Dexter o tantos otros, personajes que representan a un “psicópata o sociópata hombre, blanco, de mediana edad, en crisis”. Y plantea hasta qué punto han sido inspiración o se anticiparon a sujetos reales como Milei, Bolsonaro, Putin o el mismo Trump.

La canción Wicked games, de Chris Isaak, aparece en uno de los capítulos de Los Soprano. Y todo se asemeja un poco a eso, a un juego malvado. Pero en el pulso entre realidad y entretenimiento, parece que ha ganado lo segundo. Según Carrión, nunca hay que subestimar el fenomenal poder que irradia la televisión, y la influencia de tipos como Tony y su banda en franjas de población desorientadas ante “el auge del feminismo, el poliamor y la fluidez sexual de sus hijos, la nueva geopolítica global, los avances científicos y tecnológicos. Es decir, muchos de los votantes de Trump”. En Wise Guy, Chase también alerta sobre el poder onmímodo de la tele, “el instrumento supremo del capitalismo”, dice, cuya función principal es vender cosas. Y esas cosas muchas veces son “mierda, mierda, mierda y más mierda”, dice.

Otros le dan la razón. La televisión parece que ha vencido al conseguir vender un líder enajenado. Tom Nichols, analista de la revista The Atlantic, escribió 24 horas después de las elecciones que “Donald Trump obtuvo una importante victoria tanto en el voto popular como en el colegio electoral porque ofreció a la mayoría de los estadounidenses lo que querían: ira, drama y una renovación de su reality show político favorito”. No todos han caído en la trampa. Muchos no olvidan que Trump no es más que un niñato millonario, oriundo de Nueva York. Tal vez por eso Kamala Harris ganó en Nueva Jersey.

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Sobre la firma

Mar Padilla
Periodista. Del barrio montañoso del Guinardó, de Barcelona. Estudios de Historia y Antropología. Muchos años trabajando en Médicos Sin Fronteras. Antes tuvo dos bandas de punk-rock y también fue dj. Autora del libro de no ficción 'Asalto al Banco Central’ (Libros del KO, 2023).
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